Informes recientes permiten ver con mayor claridad -y mayor preocupación- el tamaño y la complejidad del problema de las drogas, en el mundo y en México. Según el último informe (https://bit.ly/3NXX5Hu) difundido por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, la producción y consumo de drogas aumentaron en los últimos tres años, a nivel mundial, a causa, en parte, del confinamiento y los problemas de salud mental derivados de la pandemia. Se estiman en unos 296 millones los actuales consumidores de estupefacientes, cerca del 6% de la población mundial. La mariguana es la droga de mayor consumo, con 219 millones, seguida de los opioides, las anfetaminas, la cocaína, otros estimulantes y sustancias psicoactivas. La producción de cannabis ha crecido y registrado importantes avances científicos, al seguir investigándose sus propiedades medicinales y conforme se ha ido extendiendo la tendencia a su despenalización. Las drogas más letales son los opioides como la heroína (producida a partir de la amapola, cuyo cultivo aumentó en un 28%) y sobre todo el fentanilo. La producción y demanda de cocaína alcanzaron récords históricos al expandirse más allá de los mercados tradicionales de América del Norte y Europa. Colombia, Perú y Bolivia continúan siendo los principales productores de hoja de coca. En Colombia las hectáreas dedicadas a su cultivo se han cuadruplicado por lo que, según estimaciones recientes, la producción de cocaína ha aumentado 35%.
Las drogas sintéticas, derivadas del desarrollo de nuevos medicamentos, registran un auge extraordinario. Muestra de ello es la epidemia de sobredosis en Estados Unidos, con más de 90 mil muertes anuales a partir de 2021, causadas por el consumo de drogas con fentanilo. Según fuentes estadounidenses, México es el principal puerto de entrada de esta droga, habiendo un trasiego constante de precursores químicos necesarios para su fabricación, los cuales provienen de China. Al respecto, no pueden minimizarse las crecientes diferencias que enfrentan los gobiernos de México y los EUA en torno a cómo resolver tan mortífero y controvertido asunto, actuar con confianza y de manera coordinada, como las presiones para destinar recursos suficientes. México es, igualmente, lugar de tránsito de la cocaína procedente de los países andinos, como lo prueban los decomisos e incautaciones de enormes volúmenes de cocaína realizadas en territorio y litorales mexicanos: 46.6 toneladas del alcaloide en los últimos 10 años.
Las organizaciones criminales en todo el mundo han conseguido hacerse más poderosas, sofisticadas y hábiles. Han logrado ampliar eficazmente sus operaciones e incrementar sus capacidades en un mundo globalizado, al aprovechar las nuevas formas de comunicación inmediata, de comercialización y facilitación logística. Sabiendo usar y aprovechar las redes extensas y profundas del internet, la intensa colaboración entre grupos delictivos dedicados a diversas actividades ilícitas, así como las debilidades de fiscalización del comercio internacional, las insuficientes capacidades policiacas y las limitadas medidas efectivas de interdicción.
En breve se conocerá el informe completo del Índice del Crimen Organizado Global del presente año https://globalinitiative.net/analysis/ocindex-2023/ Sin embargo, según información preliminar, se estima que el 83% de las personas en el mundo viven en lugares donde la criminalidad está, evidentemente, al alza, en lo que respecta a la trata y tráfico de personas, incluidos migrantes, contrabando de mercancías, tráfico de armas y municiones, crímenes contra los recursos renovables, flora y fauna, siendo el lucrativo tráfico de drogas y el lavado de dinero los principales ejes articuladores. A éstos deben añadirse el incremento de una gama de delitos financieros, numerosos ciberdelitos, extorsiones y fraudes, y la venta ilegal de productos falsificados. Las redes del narcotráfico y la delincuencia transnacional organizada han penetrado en muchas sociedades desiguales, en particular, al interior de comunidades pobres y marginadas.
La reciente Conferencia Latinoamericana y del Caribe sobre Drogas, convocada por los presidentes de Colombia y México, debe valorase teniendo presente el contexto anterior. Las naciones y sociedades latinoamericanas y caribeñas han sufrido los mayores impactos de la violencia criminal. Sólo así se podrá apreciar la importancia y oportunidad de esta iniciativa, para estar en condiciones de evaluar si, en efecto, arrojará los resultados buscados, con miras a construir los consensos necesarios y poder adoptar posturas comunes para promover una cumbre mundial. Resulta un acierto haber retomado la discusión del problema de las drogas en el continente, dando seguimiento a los esfuerzos desplegados en 2016 para la Sesión Especial de la Asamblea de las Naciones Unidas sobre Drogas. También discutir las políticas y estrategias fallidas, escuchar a las organizaciones civiles, comunidades, campesinos, científicos sociales y a los pueblos indígenas, poner en el centro de las discusiones los imperativos de la justicia social, los desafíos del desarrollo integral, la atención a las causas estructurales, la protección e inclusión de la juventud, la prevención y la educación, los desafíos de un enfoque comprensivo de salud pública, sin circunscribirse a los compromisos internacionales para combatir el tráfico ilícito de drogas.
Estos esfuerzos pueden constituirse en pasos determinantes para enfrentar el problema mundial de las drogas en y desde las Américas. Tendrán que formularse propuestas verdaderamente innovadoras que permitan vislumbrar maneras distintas de resolverlo, partiendo del cuestionamiento de fondo del flagrante fracaso de los paradigmas prohibicionistas. Atendiendo el consumo y no sólo la producción, subvirtiendo los fundamentos económicos y de seguridad que han sustentado la prolongada e impuesta "guerra contra las drogas", asegurando el pleno respeto a la soberanía de los Estados y la defensa de los derechos humanos.
@JAlvarezFuentes
