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El rol familiar en la rehabilitación de un joven adicto

La participación activa y asertiva de los seres queridos en el tratamiento de una persona con adicciones, es vital para la recuperación del enfermo y para la salud mental de los terceros que se han visto afectados.

Imagen: Adobe Stock

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OLIVIA RODRÍGUEZ

El uso excesivo de sustancias nocivas para la salud es cada vez más común. Sin embargo, pese al incremento de casos entre la población que va desde la infancia-adolescencia hasta la preadultez, poco se habla acerca de cómo lidiar con este problema desde el punto de vista de los familiares de la persona adicta.

Aunque son el primer círculo social de desarrollo, pocas familias saben cómo identificar y actuar ante el consumo de drogas de alguno de los integrantes, especialmente si son jóvenes. La poca información, el estigma en torno al tema y los cambios en la conducta del farmacodependiente tienden a agravar la situación, que suele desembocar en dinámicas disfuncionales en casa.

La adicción es una enfermedad compleja y difícil de entender, tanto para quien la vive como para quienes están a su alrededor. Por ello es importante tener en cuenta que cada individuo y cada familia son diferentes, pero aun así se pueden contemplar algunas pautas para favorecer una rehabilitación saludable.

INICIAR EL PROCESO DE ABSTINENCIA

El primer paso para poder ayudar es que la persona acepte su adicción. Una forma de lograrlo es a través de una intervención en donde todos los seres queridos se reúnan con el afectado y le comuniquen de manera asertiva su preocupación ante el problema.

Se debe tomar la iniciativa de mantener una escucha activa, evitando juzgar o culpabilizar tanto al enfermo como a cualquier miembro de su círculo social, además de favorecer un ambiente seguro donde pueda sentirse a salvo y expresarse.

La elección del tratamiento deberá basarse en las posibilidades y preferencias del joven y su familia; hay quienes incluso optan por iniciar la abstinencia por cuenta propia, sin asistencia de ningún tipo. No obstante, como también debe tomarse en cuenta el grado de adicción, es muy recomendable consultar a profesionales de la salud que puedan guiar para tomar la decisión más adecuada.

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Que la persona adicta decida iniciar tratamiento voluntariamente facilita el camino a la abstinencia. Imagen: Adobe Stock

El proceso terapéutico toma tiempo y puede tener altibajos, por lo que el apoyo hacia la persona adicta debe ser brindado sin amenazas ni chantajes, pero además exponiendo firmemente las necesidades de cambio y dejando claro que el único objetivo es recuperar el bienestar del ser querido en rehabilitación.

Si bien existen centros, como los anexos, en donde no es necesario el consentimiento del enfermo para su internamiento residencial, es preferible que se mantenga un común acuerdo entre el farmacodependiente y su familia, ya sea para un tratamiento residencial o ambulatorio. El que todo se haga voluntariamente favorece resultados positivos.

LA REHABILITACIÓN NO ES SÓLO PARA EL ADICTO

Un punto clave es que, aunque el individuo haya aceptado su problema de adicciones e incluso haya sido intervenido por algún terapeuta profesional, o haya sido ingresado en alguna clínica, la función del tratamiento se enfoca principalmente en lograr la abstinencia. Eso significa que los problemas que llevaron al joven al consumo de drogas seguirán ahí si no cambia la dinámica del círculo social con el que convive.

Cualquier opción de tratamiento puede o no funcionar. Se requiere de un trabajo continuo y arduo en el que tanto profesionales de la salud como seres queridos y el propio enfermo colaboren continuamente para obtener mejores resultados. Terapias y grupos de autoayuda para familiares enfocados en este tema, son un gran apoyo para manejar la funcionalidad del hogar afectado por la adicción, reintegrando así a la persona en rehabilitación a su entorno social, académico y/o laboral.

El uso de drogas tiende a ser una conducta bastante complicada de sanar, debido a toda la dependencia psicológica y fisiológica que ejerce en el enfermo, por lo que, finalizado cualquier tratamiento, el recién recuperado tiene que permanecer bajo monitoreo: debe tener constante contacto con algún grupo de autoayuda, terapeuta de base o cualquier apoyo que pueda fortalecer su voluntad para mantener la abstinencia.

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Culpabilizar o agredir a quien padece una adicción es un mal punto de partida para la rehabilitación. Imagen: Adobe Stock

MEJORAR LA RELACIÓN DE LA FAMILIA CON LA PERSONA ADICTA

Es importante favorecer un mayor control de la situación a través de ciertas pautas, por ejemplo, tener con el joven adicto una comunicación regular, pero sobre todo asertiva y amable, utilizando frases cortas y ofreciendo una escucha activa en todo momento. Hay que evitar prejuicios sobre lo que este menciona, así como procurar no minimizar su malestar psicológico.

Dentro de la comunicación asertiva también resulta relevante mantener cierta firmeza, debido a que el perfil psicológico de quien ha recurrido al exceso de drogas se basa mucho en el autoengaño y la priorización del consumo. Determinar límites y consecuencias ante las conductas del sujeto con adicción, así como buscar la unión familiar para evitar caer en manipulaciones de su parte, es crucial para favorecer el cambio positivo. No se trata de negar el apoyo, pero sí de restringir aspectos como el uso de dinero y las salidas no supervisadas del joven en tratamiento, teniendo en cuenta que se le da lo que necesita, no lo que quiere.

También se debe evitar asumir un rol de “salvador” que brindará ayuda incondicional sin importar el comportamiento reprobable del farmacodependiente. Identificar cómo funcionan los patrones de conducta disfuncional será esencial para manejar las situaciones que se presenten.

La motivación al cambio dentro de la terapia incrementa cuando la persona adicta empieza a experimentar los beneficios de su recuperación, pero aún más cuando su entorno familiar se involucra en el proceso, por ejemplo, asistiendo a visitas si se encuentra internado o buscando ayuda psicológica extra. Esto no solo brinda una sensación más profunda de seguridad al joven, sino que también mejora el estado psicológico de cada uno de los miembros afectados de su entorno.

No dejemos de lado que las conductas adictivas afectan tanto a quien las experimenta como a terceros, por lo que cuidar de la salud mental es una responsabilidad que corresponde a todos. 

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