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YAMIL DARWICH

El renovado problema para el mundo se denomina inmigración ilegal, algo que en México padecemos y nos genera problemas sociales y económicos, empezando con el sufrimiento de los emigrantes, sometidos a estados infrahumanos intentando ejercer el derecho a la vida.

Esto no es nuevo en el mundo, recordemos a la diáspora de los judíos, o como se constituyeron los EUA, basándose en la riqueza aportada por diferentes grupos étnicos que buscaron mejores condiciones para vivir, una de las grandes fortalezas del vecino del norte es su diversidad. México no es excepción, piense en nuestros braceros, aunque en el pasado existían diferentes condiciones y oportunidades.

Buscando el origen del problema de la emigración -sujetos que abandonan su país- tendemos a señalar las causas superficiales; entre ellas: la falta de oportunidades laborales, inseguridad por guerras, condiciones ecológicas que impiden labores de agricultura y ganadería y recientemente contaminación con energía atómica. Incluya las amenazas del narcotráfico. Todas ellas se generan por la pobreza.

En el mundo somos casi 8,000 millones de personas y todos necesitamos cumplir con nuestras funciones básicas: comer, curarnos, crecer y mejorar; en pocas palabras sobrevivir y para ello se requieren condiciones adecuadas y accesibles.

Entre los grupos que emigran encontramos particularidades comunes: subdesarrollo de su país, con bajos a nulos ingresos para adquirir lo necesario para sus familias; sobrepoblación, que ha agotado los recursos naturales y las alternativas de trabajo; gobiernos dictatoriales y/o socialistas, aparentando democracia y oligócratas abusivos, vinculados con politiqueros. La excepción pudieran ser algunos países, como los denominados fríos.

No podemos incluir entre las particularidades a todos los sistemas socialistas y/o populistas, aunque en el caso de América, es generalidad confirmada al revisar las nacionalidades de los ilegales que entran a México.

El problema en nuestro país tampoco es nuevo, solamente se ha recrudecido por razones varias, entre ellas: el incremento de su pobreza extrema en los lugares de origen; la falta de oportunidades para trabajar; inseguridad y narcotráfico; y la ineficiencia política con corrupción, sumada al deficiente trabajo administrativo del gobierno populista.

En nuestro caso, también al manipularla nuestras autoridades como herramienta politiquera, para mejor posicionarse en las negociaciones con nuestros vecinos del norte.

Al revisar nuestra realidad, los ilegales -ya son centenas de miles- representan un difícil dilema al tamizarlo desde el punto de vista del humanismo. ¿Qué hacer ante su presencia? ¿apoyarlos o rechazarlos?

Solamente los ilusos pueden esperar que ellos regresen a sus lugares de origen, porque allá no ven posibilidades para alcanzar calidad de vida para sus familias y además, son abusados de diferentes maneras.

Retenerlos en México, representa un reto, cuando a los propios nacionales no hemos atendido; pensar que los EUA, ayudarán sacrificando sus intereses nacionales es verdadera utopía, así que, muy probablemente, se radicarán aquí.

Para que ellos alcancen sus sueños, deberemos asegurarles trabajo, vivienda, salud, educación para sus hijos y hasta esparcimiento; en caso contrario, buscarán como alcanzarlos y una respuesta estará en la ilegalidad que les ofrece soluciones desde mendicidad, robos, hasta participación en el narcotráfico.

No olvidemos que, en el sureste y centro de México, ya existen serios problemas sociales: secuestro, robos y otros crímenes ejecutados por grupos organizados ilegales de origen extranjero; incluya ilegales que han sabido parasitar a la sociedad con alternativas como el agio y la usura.

Hasta ahora, la nobleza de los mexicanos les ha respondido, ofreciéndoles apoyo en centros especializados, con alimentación, salud y hasta escolarización para sus hijos. Seguramente Usted ya ha apoyado a campañas de la sociedad civil que solicitan alimentos, vestido, medicamentos, etc.

Al no lograr el sueño americano, seguramente buscarán asentarse en lugares que les ofrezcan mejores oportunidades para desarrollarse y, entonces, tendremos la responsabilidad de su destino personal como incluyentes en nuestra sociedad mexicana. Calculemos: Se dice que, al menos, en México, tendremos un millón de ilegales al finalizar el año y ellos traerán familiares, sumando tres o más millones más.

El deseo de apoyarlos es propio del humanismo cristiano, pero en la fría realidad debemos analizar las consecuencias de las malas decisiones gubernamentales en el manejo del caso, porqué, al fin de cuentas nosotros proveeremos los recursos para que sean atendidos, aunque no será en nuestro nombre, sino de sus intereses partidistas. ¿Podremos?

Le comparto una utopía: ellos son atendidos ofreciéndoles empleo o capacitación laboral; abrirles escuelas para sus hijos; expedirles tarjetas de salud dándoles atención en sus enfermedades; además vivienda digna con servicios públicos suficientes y más, incrementando los presupuestos gubernamentales.

Es un dilema que nuestras autoridades no enfrentan ni quieren abrir a la opinión pública y entiendo que el humanismo señala buscar mejores formas de vida para todos, a lo que estamos comprometidos; también recuerdo aquello que decía: "cuándo la leche es poca… al niño le toca".

Temo crear controversia… pero… ¿ qué opina?

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