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De política y cosas peores

ARMANDO CAMORRA

¡Pobre de don Jacinto Benavente! Está casi olvidado pese a ser Premio Nobel de Literatura y a que en su tiempo -los años treinta y cuarenta del pasado siglo fue el comediógrafo mimado de la alta burguesía madrileña. Más de una vez sus férvidos admiradores lo llevaron a hombros desde el teatro hasta su casa luego del clamoroso éxito de alguna de sus obras. Don Jacinto tenía fama de homosexual. No casó nunca, y quienes lo malquerían le aplicaban los proverbios homofóbicos de la época: “Solterón maduro, maricón seguro”; Cuarentón solterón, maricón”, etcétera. Él se defendía de tales señalamientos -imputaciones, decían algunos con el estilete de su ingenio. Alguna vez una mujer que quiso aparecer graciosa usó una antigua fábula para zaherirlo, aquélla de: “Dijo la zorra al busto después de olerlo: / ‘Tu cabeza es hermosa, pero sin seso’”. A fin de lograr su malévolo propósito cambió una letra. Le recitó a Benavente: “Dijo la zorra al busto después de olerlo: / ‘Tu cabeza es hermosa, pero sin sexo’”. Al punto replicó el escritor: “En efecto, señora: dijo la zorra”. Y es que la palabra “zorra” es uno de los numerosos términos -don Artemio de Valle Arizpe registró más de 200 que en nuestro idioma existen para aludir a la mujer fácil de su cuerpo. Una de las mejores obras de Benavente se llama “La honradez de la cerradura”. Su título proviene de la expresión según la cual la cerradura se mantiene firme hasta que alguien llega con la llave que puede abrirla. En efecto, cada hombre tiene un punto débil, un talón de Aquiles que lo hace abdicar de su entereza, su integridad o su virtud. Lo declaró en su escrito al juez el abogado de un hombre procesado por adúltero: “Suplico la clemencia de Vuestra Señoría para mi defendido, que es un hombre honrado, trabajador, cumplido, cuyo único defecto es que le gusta mucho la nalguita”. Otros hombres -los más ceden ante las tentaciones del dinero. Don Adolfo Ruiz Cortines era Presidente de México, y un individuo zafio y rústico le pidió que le diera un empleo, sin más mérito que el de haber sido su compañero en la primaria. Don Adolfo lo hizo colocar en un puesto de segunda en alguna oficina de tercera donde el patán no tendría más quehacer que no hacer nada. Días después el conterráneo del Presidente fue a presentarle la renuncia. “Es que donde me pusites no hay manoteyo, Adolfito”. El caudillo de la 4T ha puesto a los militares donde hay manoteyo, y ya estamos viendo las consecuencias de su decisión. Lo peor del caso es que suele suceder que lo que hace la mano hace la tras, y si el de arriba pone el ejemplo los de más abajo tienden a seguirlo. “Si el jefe lo hace ¿por qué yo no?”. Desde luego la milicia ha tenido siempre oportunidad de medro, tanto por lo elevado del presupuesto destinado a la defensa nacional como por el cercano trato que algunos mandos han tenido con los capos de la droga. La tentación es mucha, y las posibilidades de castigo pocas. Sólo que en este cenagal naufragan la integridad y el decoro del instituto armado, y se pierde el respeto con que han de ser vistos los uniformados. Eso es muy peligroso, pues quien no es respetado es proclive a no respetar, y de esto pueden derivar graves males para cualquier nación. Con la creciente militarización del país, AMLO se está protegiendo, pero está dejando desprotegida a la República. Por lo pronto, gracias a la eficaz y útil labor del organismo Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, los ciudadanos nos hemos enterado de que el general que ocupa el más alto puesto en el escalafón del Glorioso Ejército Nacional no sólo es rico en medallas. FIN.

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Escrito en: De política y cosas peores Armando Fuentes Aguirre Catón

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