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Barcelona Gate

MANYE CASTLI

Vaya escándalo se ha desatado en el futbol español. El Futbol Club Barcelona ha sido descubierto por la hacienda catalana pagando a una empresa que entre otros servicios ofrece el asesoramiento y entrega de informes del comportamiento arbitral dentro de la Liga.

Dichos pagos inician en el año del 2001 y paran abruptamente en el 2018. Todo se escucha aparentemente normal hasta que sabemos que dicha empresa pertenece al que fue hasta el año 2018 el número dos del organigrama arbitral de la Liga Enrique Negreira y su hijo. 

Su presidente Joan Laporta (quien en su gestión anterior cuadriplicó dichos pagos) no supo explicar rápido la situación. Cayó en la lamentable postura de hacerse la víctima. Lo único que provocó fue que el conflicto escalara y salieran más pruebas a la luz.

Pruebas de la cercanía del Barça con el hijo de Negreira al que incluso se le ve como Pedro por su casa en zona de vestuarios del Camp Nou, ya que en algunos partidos los colegiados llegaron al estadio en el mismo coche del hoy imputado por la justicia. 

¿Cosas buenas que parecen malas? ¡Ja! Eso sería el menos malo de los es escenarios. Lamentablemente todo pinta para que un equipo enorme como el Barcelona que no necesitaba de dichos informes que probablemente hayan terminado en ayudas, sea condenado como un club tramposo. 

Si checamos la historia, la turbulencia financiera y legal en el Barça ha sido ya una constante. Es un club que ni en su época más exitosa ha dejado el victimismo como relato para salir bien librado de penosos escándalos. Algunos de sus expresidentes han terminado en la cárcel por malos manejos. Recordemos a Sandro Rosell con el delincuencial fichaje de Neymar. Se escondieron cifras y se usaron trampas para pagarle al brasileño y a su papá la escandalosa cantidad que pedían, por eso con Neymar en Madrid para hacer pruebas físicas y fichar con los merengues de la nada el portazo. Todos los culés celebraron lo que después se comprobó que era un delito, pasará igual esta vez, lamentablemente todo apunta para allá. 

El Barcelona es de sus socios, sin embargo, también es un club de estado. En su mejor momento fue utilizado por sus directivos como ariete para pegarle a la democracia española y sacar raja política con el independentismo. Su gente iba por toda a España a abuchear todo lo español, cantando coplas cuando se escuchaba el himno en las finales de Copa del Rey, sacando uniformes alternativos con la bandera de Cataluña independiente. Todo aplaudido por sus seguidores y personajes del barcelonismo que indudablemente hicieron activismo político. 

Un club mal manejado está por pagar consecuencias de sus excesos, siempre respaldados por su victimismo, siempre culpando a Madrid. Valiéndose de un relato tramposo muy bien instalado en donde son una entidad casta y pues perseguidos por el mal. Se acabó, va a llevar años para que todo mundo lo entienda, pero su Barcelona ha sido manejada por una manga de delincuentes que ahora tendrán que pagar o demostrar su inocencia. 

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