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Atención con Centroamérica

JORGE ÁLVAREZ FUENTES

Los países del istmo centroamericano viven transformaciones profundas, más allá de la coyuntura de los procesos electorales. En toda la región se registran avances y retrocesos, marcados por batallas políticas y diatribas mediáticas, una persistente desigualdad, con recurrentes medidas autoritarias y populistas. Proliferan los propósitos de cambio de cada gobernante en turno o en ciernes. Para Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua el pasado sigue siendo un pesado lastre. El presente constituye un reto enorme. La prosperidad, la mejoría en las condiciones de vida, los avances en el desarrollo humano siguen siendo sólo promesas para la mayoría de los 47 millones de habitantes de la región. Son enormes los desafíos en materia de gobernabilidad, estado de derecho, desarrollo humano, crecimiento económico y empleo, migración y seguridad, combate al crimen organizado. El narcotráfico ha penetrado el tejido social, extendiéndose. Las redes criminales, el tráfico de personas viven un auge. Resulta muy preocupante la falta de respeto por los derechos humanos y un corrosivo quebranto moral de tantos gobernantes.

México necesita dejar de mirar; de postergar su atención respecto de lo que viene ocurriendo en Centroamérica. Urge comprender a fondo las complejas realidades para poder actuar, cooperar y participar. Se trata de una región única, conformada por naciones con profundos vínculos históricos, sociales, económicos y ambientales, cuyo destino está ligado geográficamente al de México. Con nuestros vecinos tenemos intereses en común, grandes retos y oportunidades que no siempre hemos sabido identificar y aprovechar. En ocasiones, hemos conseguido trabajar juntos, pero necesitamos ahora construir un diálogo político amplio y prospectivo, para dejar atrás la interlocución ideologizada y la cooperación testimonial.

Como en México, en los países centroamericanos hay nuevos actores que han sabido aprovechar las crisis y el descontento social para transformar los sistemas políticos. Han surgido nuevos movimientos y partidos políticos, recrudeciendo la polarización entre las élites tradicionales y las nuevas fuerzas populares y sociales. Ignorar o minimizar los procesos de reconfiguración político-partidaria que llevaron al agotamiento del bipartidismo es un error garrafal. En los últimos años los gobiernos centroamericanos se han embarcado en procesos, unos pretendidamente progresivos, otros regresivos, con un andamiaje institucional insuficiente, debilitado, frágil y fragmentado. La separación de poderes se ha ido vulnerando conforme los poderes Ejecutivos actúan en forma avasalladora.

El incumplimiento de estándares internacionales de derechos humanos, la simulación en la lucha contra la corrupción, son cada vez más notorios. Garantías constitucionales como la libertad de movimiento y de expresión, el derecho de asociación y al debido proceso están siendo restringidas en los hechos. Organizaciones y ciudadanos viven atemorizados, atrapados entre la precariedad laboral y la ausencia o el abuso de las autoridades. Son frecuentes los ataques contra líderes sociales, medios de comunicación independientes, periodistas, sacerdotes y funcionarios judiciales. Una pendiente autoritaria avanza imparable en la región. El populismo no está ligado intrínsecamente con una ideología, puesto que desde los márgenes de la acción política saca provecho de la insatisfacción democrática y el rechazo ciudadano a las clases políticas tradicionales. Conseguida la representación política, las conductas prepotentes se promueven masivamente.

En la medida en que los gobiernos cejan o manipulan los esfuerzos para establecer mecanismos que permitan renovar la institucionalidad y fortalecer la gobernabilidad democrática, los cambios se publicitan, pero no se realizan. Las soluciones resultan insuficientes para resolver los problemas, dada su complejidad y tamaño. El contexto actual demanda esfuerzos deliberados para rescatar la vida democrática que tantos esfuerzos costaron en la región. Nunca fueron democracias fulgurantes, -con la excepción de Costa Rica- pero aun con sus limitaciones, los procesos de transición brindaron ciertos niveles de avance y protección a la ciudadanía. En los últimos años se han anulado muchos de esos logros, a pesar de haber vivido algunas de las guerras civiles más cruentas en Latinoamérica. Hay costos políticos y sociales que no pueden ignorarse, al menos no en México, si se pierde o regatea la memoria colectiva de los acuerdos que sirvieron de base para construir la paz, adelanto de justicia y oportunidades de desarrollo.

En Guatemala está en marcha un proceso para volver a cooptar las instituciones, para reconcentrar el poder de las élites, mientras progresan las conductas criminales, la persecución política y la eliminación de los adversarios. De judicializarse el proceso, podría anularse la segunda vuelta de la elección presidencial prevista para agosto, buscando nulificar a Bernardo Arévalo. En El Salvador el presidente Bukele concentra mucho poder; ejerce un liderazgo mesiánico que ha conseguido concitar un vasto soporte social. De ahí sus pretensiones para reelegirse inconstitucionalmente y gobernar bajo estado de excepción los 365 días del año. El poder económico de las élites ha disminuido, mientras los flujos de dinero de las remesas se incrementan. En Nicaragua hay un desgaste consumado de la democracia participativa, una nulificación de la ciudadanía para el ejercicio pleno y libre de sus derechos, a través de una ola represiva en contra de cualquiera que critique o se oponga al régimen Ortega-Murillo, que siguen adueñándose del país. Honduras parece haberse embarcado en imitar el autoritarismo enarbolado por su vecino y en hacer eco de la retórica izquierdista de Ortega. Hay una marcada tendencia a fortalecer el modelo de partido dominante, con formas de control y cooptación basadas en vínculos e intereses familiares, favoreciendo a determinados grupos de la élite política y económica, asegurando, por distintos medios, el respaldo necesario de las fuerzas armadas y los aparatos de seguridad.

Mirémonos en el espejo, atentos.

@JAlvarezFuentes

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