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Almas

YAMIL DARWICH

Sobre la muerte, del libro "Almas" de Sarita Sanmartino, leí que el chamanismo es un método, no una religión y habla de 3 mundos: de arriba -cielo-, medio -la tierra- y abajo -el inframundo-.

Su perspectiva del "más allá" no deja de ser interesante, aunque sin fundamento científico que demuestre sus enunciados; sin embargo, es un buen tema para estos días en que recordamos a nuestros difuntos, niños y adultos.

Abre la discusión existente sobre si "el cuerpo es para el espíritu o el espíritu para el cuerpo" y la conclusión es que ambos son igual de importantes, como nos enseñaron los clásicos grecorromanos.

Los tibetanos creen que la reencarnación es el objetivo de la vida presente, buscando la "rueda de la reencarnación" para acceder a un nivel superior. Lo cierto es que nos dan lecciones de vida sobre el buen ser como personas.

Los judíos, rezan el Kadish -oración- para ayudar a las almas de los difuntos a elevarse al paraíso, aunque su Dios sea terrible. También se revelan a pensar que su alma -psique- termina con la muerte.

Los cristianos, creemos en la práctica de "la unción de los enfermos", con aceites llamados "santos óleos". Son bálsamos para purificarnos, que Dios nos perdone y nos deje ascender al cielo; en ello cometemos cierta contradicción, cuando recordamos que la salvación es un regalo de Dios, pero… bueno… un empujoncito no hace daño.

Los esotéricos, a partir de la meditación, buscan la paz espiritual que los llevará a "niveles superiores de existencia" -ejercicios diversos de relajación- que también son de utilidad para preparar a los difuntos -sean familiares o seres queridos- y que encuentren el camino a la "luz".

Ese estado de sublimación, les dará la oportunidad de comunicarse con ellos, decir y escuchar aquello que faltó mencionar al difunto en vida, apoyándolo con lo que necesita para ascender a planos superiores: "te libero y me libero; eres libre para seguir tu camino y yo el mío". Interesante.

Quienes no creen en el más allá, salvo en la vida presente y material, declaran no preocuparse, ya que se borrará toda existencia de cuerpo y alma. La duda aparece cuando se recuerda aquello de "la materia no se destruye, solo se transforma" y hoy sabemos que los llamados pensamientos representan micro descargas eléctricas que corren a través de las redes neuronales cerebrales, teniendo un peso específico, puesto que son fenómenos eléctricos y físicos… ¿entonces?

Elisabeth Küber Ross, graduada de la Universidad de Zúrich y la Universidad de Colorado, psiquiatra y escritora, ha definido el duelo por la muerte, entre familiares y el propio enfermo por morir y ha dedicado su vida al estudio de tales fenómenos.

Habla de las etapas de la muerte: la primera: de "liberación" -cuando el alma deja el cuerpo-; la segunda -transición de energía psíquica- viendo el escenario de la propia muerte y liberándose de todo límite físico -incluso discapacidades-; ahí, el tiempo ni las distancias son limitantes, lo que les permite tener la presencia instantánea en lugares y con personas, aunque solo para observar. Su hipótesis es emocionante, quizá hasta temible, porque algunas almas en tránsito pueden estar observándonos.

En esa fase de "transición", dependiendo de la cultura del difunto, podrá sentirse atravesando un túnel, puente o puerta, viendo a la distancia y acercándose una luz atrayente y fascinante.

Finalmente se rompe toda relación con el cuerpo físico y el alma no quiere ni puede regresar a él, sintiendo una sensación placentera de estar frente a Dios, pasando a la tercera etapa, cuando comprende los resultados de cada uno de sus actos y pensamientos -juicio individual-

La ciencia, a través de los avances de la neurofisiología y patología cerebral, explica de modo concreto y congruente las sensaciones y sentimientos del momento de la muerte y existen diferentes procedimientos denominados "técnicas de resucitación" -con protocolos establecidos, sustancias y equipos de última generación- que actualmente permiten rescatar de la muerte a moribundos.

Algunos neurocientíficos explican esos momentos cercanos a la muerte y los racionalizan como simples estados de hipoxia cerebral que ocasionan los fenómenos que algunos médicos han observado, como los casos de la Dra. Ross, que los investiga apasionadamente.

También, cada día aparecen más convencidos de que existe "algo" después del morir, quizá la fusión con el universo, reflexión de Gottfried Leibniz, quien desarrolló la teoría de mónadas y armonía preestablecida.

Por mi parte, me quedo con mis creencias cristianas, teniendo un profundo respeto a las ideas de los demás, porque todos tenemos derecho a ser y creer, incluido lo que habrá de acontecernos al morir.

Lo cierto es que "nadie muere por completo estando en la mente de otros" y habremos de morir -físicamente- sucediéndonos algo emocionante, sea la inexistencia y/o la fusión con el todo. ¿Qué opina?

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