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Contraluz

MARÍA DEL CARMEN MAQUEO GARZA.-

No soy amante de ver videos con contenidos violentos. Éste se atravesó frente a mí, y tal vez por inercia digital, terminé viéndolo. Hallé lamentables los hechos grabados. En el estado de Chiapas un grupo de migrantes, que por su físico y vestimenta deben de ser centroamericanos, atacan, tumban y roban a un elemento de la Guardia Nacional, hasta dejarlo inconsciente en el acotamiento de la carretera. Un par de ellos se regresa como con intención de ayudarlo. El video se corta antes de saber hasta qué punto lograron hacerlo. Me sorprende que a pesar de que en las inmediaciones hay un camión de la GN, no logran observarse elementos alrededor.

En ese momento me pregunté qué habría sucedido si un grupo de mexicanos nos halláramos en las proximidades del sitio del ataque. ¿Habríamos en verdad entrado a contraatacar al grupo de ilegales que en nuestra propia tierra embisten a un ciudadano mexicano? Hay que decirlo: Francamente lo dudo. Actuaríamos, como muchas otras veces hemos hecho, haciendo "como que la virgen nos habla", para zafarnos cómodamente de la situación. Que un solo individuo intente enfrentar a una turba sería suicida, pero ¿por qué no se nos da congregarnos en ese momento para defender a un connacional?

En fechas recientes asistí a una sesión con el destacado escritor monclovense Luis Jorge Boone. Disertó respecto al género literario del ensayo. Recorrimos bajo su tutela los grandes ensayistas, comenzando por Bacon y Montaigne, hasta los más recientes, que han diversificado la forma de escribir un ensayo. Este género nace cuando nos hacemos preguntas que luego tratamos de contestar. Básicamente hay ensayos personales, académicos, históricos y literarios, y mil formas de contarlos. Partimos de un tema que nos llama la atención para hacernos preguntas y más delante sembrar esas preguntas y otras más en el lector, de manera que cada uno, escritor y lector genere sus propias reflexiones. Dentro de lo mencionado por Boone quiero destacar un término que hallé iluminador, y que explica en gran medida lo que sucede en nuestro país: "En México no hay pacto social". Dicho concepto tan claro como verdadero se quedó dando vueltas dentro de mi cabeza y hoy viene a tratar de aterrizar frente a hechos recientes. Nosotros como mexicanos no hemos firmado un pacto social con los demás, muchas veces ni con la propia familia. Actuamos viendo por nuestros intereses personales, aunque en las palabras tantas veces argumentamos, discutimos y vociferamos. Escribimos en redes sociales, amenazamos con matar a los que plantean posturas antipatrióticas; emprendemos marchas de protesta, pero a la hora de estar frente a la situación real, poco hacemos. Para ejemplo tenemos lo ocurrido hace tres días en Cancún. Apenas comienza a levantarse el turismo después de la pandemia, y un conflicto entre narcomenudistas en plena playa termina en tragedia. No sugiero que algún bañista vaya y se enfrente a las armas de alto poder de los delincuentes, pero sí que actuemos de manera más solidaria, como un grupo humano con intereses en común.

México es el país de los abrazos y no balazos, frente al crimen organizado que cobra cada vez más fuerza. Somos el país donde se exigen derechos, pero se omite cumplir deberes. Donde cuenta más la comodidad del momento que la enseñanza para la vida. Donde el bebé aprende a caminar con un celular en la mano. Donde no hay tiempo para atender a los hijos mientras dura la novela. Hemos fabricado una granja de niños solos que pronto serán carne de cañón para los grupos criminales. Y con los sobrevivientes se integran los nuevos escuadrones de la muerte. Somos el país donde todo se puede, al costo que sea, así se trate de vidas humanas.

"Pacto social": Habría que analizar si siempre hemos tenido esta tendencia separatista y antagónica, tan ancestral como el color cobrizo de nuestra piel. O hasta qué punto influyen las nuevas tendencias sociales a profundizar una forma de actuar, de suyo novedosa, tras la terminación de la Revolución.

En otros países un adulto en la calle puede reprender a un niño al que sorprende obrando mal, como sería el caso de Cuba. O lo contrario, un niño puede denunciar a un adulto que no cumple sus obligaciones, como sucede en los trenes de la Unión Europea, donde, aun para viajes largos, muchas veces no se revisan boletos.

En nuestro país el primer caso acabaría en una denuncia para el adulto que "hostiga" al menor delincuente. En el segundo caso, no existe en el imaginario infantil la opción de señalar a un adulto. O hasta es posible que, para esa tierna edad, el niño ya haya interiorizado que incumplir las regulaciones sea un signo de audaz inteligencia.

"Pacto social": ¿Cómo para cuándo lo iniciamos los mexicanos?

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Escrito en: contraluz

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