Alguna vez se acercó un hombre, mayormente un extraño, y me preguntó lo que de primera parecía bastante sencillo. No lo era en lo absoluto. "¿Quién eres?" Mi respuesta fue inmediata, "Victoria Hop", "No pregunte tu nombre", me retó, "¿Quién eres?" En aquel momento, yo era gimnasta y estudiante de preparatoria, esa fue mi siguiente respuesta. "No te pregunte tu ocupación. Dime, ¿si tu pasión hubiera sido el fútbol en vez de la gimnasia, seguirías siendo tú?" Contesté que sí. "Entonces, ¿quién eres?" "Soy mi piel, mis manos y mis piernas, mi cerebro y mi corazón. Por estar materializada en este cuerpo es que existo", le dije. "Tu argumento es entonces que una persona que perdió un brazo en un accidente ya no es humana?" Claro que lo son. Estaba perpleja, ¿cómo alguien podría vivir por tanto tiempo y no tener idea de que lo hace ser él?, me tomé un segundo. "Soy mi mente", contesté.
"Ahora, dime esto, cuando envejezcas y tu mente ya no sea lo que antes, ¿seguirás siendo tú?", sí. "De acuerdo. ¿Eres sólo tu mente?", le dije que no. "¿Quién eres?" Para este punto, la testarudez del hombre me empezaba a molestar. Estaba desesperada por obtener la respuesta a su pregunta, pero no tenía palabras. Era evidente que me encontraba conflictuada, ¿Quién era él, para con tal facilidad transformar completamente la percepción que tenía de mí misma?
Me encuentro bajo la impresión que uno nunca llega a una respuesta final o concreta de aquella pregunta. Creo que es en vez, un borrador en el que trabajamos continuamente conforme pasa nuestra vida. Por ahora, mi respuesta es la siguiente: Si, somos el conjunto de nuestras ideas y percepciones; pero mucho más importante, somos nuestro legado, los sentimientos que generamos en aquellas personas que nos rodean, las acciones que tomamos y las intenciones que las inspiran. Si fueras a dejar de existir hoy, ¿qué forma tendría la marca que dejas en el mundo? ¿Cómo serías recordado? Soy fiel creyente que después de la muerte, nos mantenemos presentes por medio de los recuerdos que los demás tienen de nosotros. Subestimamos el impacto que tenemos en los demás, una lección que he aprendido a la mala. A esto digo, siempre sé amable.
Ahora pregunto, ¿tú quién eres?
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