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Maná del cielo

CLAUDIO PENSO.-

Durante el éxodo la comunidad de Israel atravesó el desierto para escapar de Egipto. Era el día quince del segundo mes cuando se quejaron a Moisés y Aarón porque no tenían alimento. Las escrituras sagradas describen cómo Dios les avisó que haría llover alimento desde el cielo.

Una tarde llegó una inmensa cantidad de codornices que cubrieron todo el campamento y a la mañana siguiente, todos los alrededores estaban cubiertos de rocío. Al evaporarse, la superficie quedó cubierta por copos de una sustancia hojaldrada que tenía el sabor de una torta de miel. Ellos se preguntaron incrédulos: "¿Qué es esto?".

Moisés les compartió las instrucciones para que cada grupo familiar juntara todo lo que necesitara, sin guardar nada para el día siguiente. Algunos recogieron mucho, otros, sólo un poco. A los que recogieron mucho no les sobraba, y a los que recogieron poco no les faltaba. Cada familia tuvo justo lo que necesitaba. Los que no hicieron caso e intentaron guardar para la mañana del otro día, se encontraron que el alimento se había llenado de gusanos.

Durante toda nuestra vida nos esforzamos por acumular bienes y objetos, la mayoría de los cuales tienen un corto período de usufructo y disfrute.

¿Por qué lo hacemos?

La voracidad con la que nos inocularon desde niños, nos transformó en adultos que necesitan comprar compulsivamente objetos, bienes para obtener un instante de placer durante el proceso de adquisición y otro muy breve mientras nos ocupamos de usarlo. Lo cierto que a casi todos nos sucede, al poco tiempo nos saturamos, desencantados con lo que antes nos parecía maravilloso. ¿Lo necesitábamos realmente?

No hay más que transitar una mudanza para darse cuenta la enorme acumulación que hemos desarrollado.

Muchas personas acumulan sólo porque han padecido escasez en otros momentos de sus vidas. Y la acumulación se transforma en una reivindicación. Conocí a un médico que compraba zapatos febrilmente, uno detrás de otro. Un día le pregunté si llegaba a usarlos todos. Me confesó que de niño había padecido la vergüenza de usar zapatos averiados y quería vengarse.

Algunas personas deben atravesar su "éxodo", cruzar el desierto y confrontarse con la escasez. Quienes lo recuerdan, saben que, en algún momento de desesperanza, aparece, justo a tiempo, lo que necesitamos para completar esa travesía. Ese maná no se puede atesorar. Existe para que valoremos lo que tenemos, lo que perdimos y nos recordemos que necesitamos muchas menos cosas que las que creemos para vivir en "nuestra tierra prometida".

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