Muchos de ustedes saben que estas son fechas muy importantes para mí, ya que en mi religión judía, esta es la semana en la que conmemoramos el año nuevo, así como el día del perdón, y es por eso que justamente en estas fechas me gusta reflexionar sobre lo que ha sido mi vida en mis jóvenes 43 años de edad, y me encantaría poder compartir con ustedes un poco de lo que he estado pensando en estos días.
Llega un momento en la vida en todo adulto en el que volteas para atrás y dices: ¿Cómo llegue a este punto de mi vida? No importa si estas en una situación de lo más feliz y tranquila o, por el contrario, si te encuentras en la peor época de tu vida, la pregunta es la misma; ¿Cómo fue que llegué a estar en donde estoy? ¿Que hice para merecérmelo?
¿No les pasa que hay veces que vas manejando tu coche hacia algún lugar y cuando llegas a tu destino no te acuerdas de como demonios llegaste ahí? De esas veces que dices: gracias dios que estuviste conmigo durante mi trayecto, porque definitivamente yo no estaba en mis cinco sentidos; Bueno, lo mismo pasa en cierto momento cuando nos preguntamos sobre el punto en el que nos encontramos en nuestra vida.
A mí me gusta pensar que todas las decisiones que tome para llegar a dónde estoy, ya sea que las haya considerado malas o buenas en su momento, me sirvieron para aprender muchas lecciones que jamás habría aprendido si hubiera yo he sido una persona, un poquito más pensante en mi juventud, no es que fuera yo una mala persona, para nada, pero la verdad siempre fui un poco rebelde para el círculo en el que me movía, digamos que siempre he sido una persona a la que le gusta cuestionar las normas. Ser normal nunca fue lo mío, por lo que aventarme al vacío fue algo que hice más veces de las que me gustaría reconocer, pero no les miento, hoy tengo muy buenos recuerdos de esa época.
Agradezco poder compartirles, en cada una de mis columnas, cosas que aprendí gracias a todas aquellas veces que me equivoque, que me caí y que me levante más fuerte una y otra vez. Es muy importante para mí también decirles que cada día, sin importar la edad, se aprende algo nuevo, tanto de vivencias propias como de anécdotas ajenas, lo importante es saber reconocer cuáles lecciones se nos presentaron frente a nosotros para aprender de ellas y no cometer los mismos errores en el futuro.
Creo que es momento de enfocarme en hacer las cosas de la mejor manera posible para poder enseñarles a mis hijas con el ejemplo, pero también:
Que aprendan que se vale equivocarse y aprender de nuestros errores y que también eso es parte de la vida y del crecimiento personal.
Que también tiene su encanto no vivir una vida perfecta a los ojos de los demás.
Que caernos nos sirve de impulso para levantarnos con más fuerza.
Que el fracaso solo depende de uno mismo.
Que darse por vencido no es una opción.
Que tocar fondo no es lo peor que nos puede pasar si te levantas y aprendes que fue lo que te llevo ahí.
Que sufrir es opcional.
Que nosotros vamos trazando nuestro día a día.
Que cada uno de nosotros es el actor principal de nuestra propia obra maestra.
Que cada puerta que se nos cierra nos deja ver otras muchas que se nos abren.
Si hoy puedo transmitir a mis hijas y a todo el que me quiera escuchar, aunque sea esto, este año que hoy termina, habrá válido la pena, pues no lo abre vivido de balde, sino que por lo menos les dejaré estas enseñanzas para que ellas decidan que hacer con ellas, pues al final del camino es a ellas a las que les toca vivir sus propias experiencias, así como en su momento yo viví las mías y de las cuales no me arrepiento ni un tantito.
Muy feliz año nuevo a todos.
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