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CLAUDIA PENSO

Llegó a esa zona rural en busca de trabajo. Recorrió las chacras hasta encontrar una donde le ofrecieron hacer tareas de mantenimiento.

El dueño, un hombre hosco, vivía solo.

Le pidió que construyera algo para tapar su casa de la vista de su vecino. Le explicó que estaban peleados y prefería no hablar más con él.

Empezó a apilar troncos y vio al vecino. También era un hombre viejo. Se acercó. Le contó que además de vecinos, eran hermanos, pero estaban peleados desde hacía años. ¿El motivo del enojo? Era tan antiguo que ya no podía recordarlo.

Alineó los troncos a lo largo, pero en lugar de enterrarlos construyó una base, de tal forma que la cerca podía desplazarse si fuera necesario. Una noche, al terminar su trabajo, dispuso la cerca en forma de puente, uniendo ambas propiedades.

Cuando los hermanos vieron la obra concluida, se recluyeron en sus casas todo el día. Hasta que uno cruzó, llevó dulces para convidar a su vecino y se los obsequió para disipar el enojo.

Cuando les propongo a las personas que están enojadas que describan la situación, a la mayoría le sucede que sus enojos viejos se construyeron con hechos, que al describirlos, pierden la gravedad que les habían asignado. Simplemente porque el enojo quedó cristalizado en el tiempo, perdió su intensidad.

Cuando dos personas sobrellevan un enojo antiguo han quedado entrampadas en el silencio. Se han refugiado en su mundo, como estos hermanos de la historia, construyeron muros y evitaron el contacto. La causa sólo ha vivido en el recuerdo.

Sin embargo, es difícil para los protagonistas cruzar el puente. A veces porque no existe, o el muro es demasiado alto. Otras, por cuestiones de ego. Dar un paso, es reconocer el error, ceder. Entonces, se procede a reavivar la llama del enojo, para auto justificar la inmovilidad.

Algunos enojos, incluso se trasladan de una generación a otra. Allí adquiere el énfasis de una leyenda para los descendientes. En ocasiones, se evita una reconciliación, porque es vivida como una forma de traición a los ancestros.

Muchas personas necesitan la excusa de un puente para disolver sus enojos. Con los puentes, sucede igual que con los enojos, son sólo imaginarios, para cruzarlos sólo necesitan dar el primer paso.

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