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Varias crisis están causando estragos en el mundo

JORGE ALVAREZ FUENTES

Los escenarios del mundo, en su conjunto, son en extremo graves. Crisis múltiples están ocurriendo al mismo tiempo, una sobre otra. La velocidad, complejidad e interrelación entre las causas estructurales y los impactos de la pandemia global, la recesión económica y la inflación mundial, la emergencia climática, las guerras y numerosas tensiones geopolíticas, las sequías y el hambre, amenazan juntas con acabar, de manera catastrófica, con el mundo desigual que hemos construido a expensas de la tierra. Debemos persistir y hacer cuanto sea necesario para entender y actuar cuanto antes, unidos, con visiones compartidas y objetivos globales comunes, sin aplazar la puesta en marcha de un conjunto de soluciones que cambien la trayectoria y destino del mundo. Enfrentamos un triple desafío: la gobernabilidad se resquebraja ante la desigualdad de la sociedad mundial que continúa extendiéndose y ahondándose al interior de las naciones, y no estamos adoptando colectivamente, con la premura que la emergencia impone, las medidas de mitigación para asegurar la sustentabilidad planetaria. Podríamos fracasar en salvar al planeta.

La humanidad reclama respuestas coherentes, continuas y masivas ante múltiples situaciones límite. Debemos encontrar otras maneras de afrontarlas, en forma colectiva y diferenciada, siendo todos corresponsables. Dejemos de pensar que son asuntos de los gobiernos que no atañen a los ciudadanos del mundo, si a las grandes empresas. Reviste la mayor urgencia actuar de lo individual a lo nacional, a lo global, ante el tsunami del carbono, ante la posible destrucción de la vida humana por el uso de armas nucleares. Cambiemos el curso desastroso que llevamos y atendamos, sin dilación, la transición energética, la quiebra del régimen climático y la proliferación de amenazas a la paz y la seguridad internacionales.

Interesémonos en comprender porque han aumentado las tasas de pobreza, cuando continúan haciéndolo las tasas de interés. Los países más vulnerables requieren urgentemente encontrar salidas y reestructurar sus deudas, pero antes, sus gobiernos deben garantizar el suministro de alimentos, las importaciones de trigo. Vivimos en un mundo que va en retroceso respecto de los numerosos avances conseguidos. Continúan incrementándose por cientos de miles las personas enfermas, desempleadas, desplazadas, violentadas y hambrientas. Una minoría quizás protestarán, pero la mayoría, formada por menores y niños, perecerán.

Son urgentes las negociaciones en todos los foros, entre y con los distintos grupos de países, desarrollados, en vías y de menor desarrollo. Son apremiantes otros liderazgos para concertar y sumar voluntades, lograr acuerdos efectivos, constantes y progresivos, en particular en las pospuestas negociaciones agrícolas comerciales. Hay que asumir la intrincada correlación entre un conjunto de temas y asuntos. Ciertamente los países en desarrollo necesitan un nuevo modelo de desarrollo antes de que sea demasiado tarde; igualmente los países en desarrollo deben resolver sus profundas diferencias y conseguir una distensión efectiva. Dejar de seguir pensando que pueden predominar y salvaguardar sus intereses, haciéndose los desentendidos respecto de los altos costos y quienes tendrán que pagarlos en tan colosal disrupción mundial.

En unas cuantas semanas, la destructiva guerra en Ucrania, que involucra y atizan las potencias, continúa enfrentando a dos titanes agrícolas como antagonistas. Ha hecho estallar por los aires las de por sí inciertas previsiones de una recuperación económica de corto plazo. Se han prendido las alarmas sobre la inminencia de una crisis adicional, distinta, aún más grave y seria, en la producción y distribución de alimentos. El mercado global de alimentos básicos registra una devastadora escasez como consecuencia del conflicto. La escalada de precios de combustibles y alimentos pronostica un ciclo largo con repercusiones catastróficas para millones de personas.

Los desbalances en el sistema multilateral de comercio de productos agrícolas, las notorias distorsiones en todos los mercados, las perturbaciones de insumos fundamentales como los fertilizantes, la persistencia de los subsidios en los países desarrollados, los notorios desbalances fiscales y las restricciones a las exportaciones, han obligado a los grandes productores agrícolas, incluida la Unión Europea, los Estados Unidos, Canadá y otros países, entre los que se incluye México, a anunciar el compromiso de que habrá comida suficiente para todo el mundo, incluyendo a los más pobres y vulnerables y las personas desplazadas. Ante la próxima celebración de la Conferencia Ministerial de Agricultura de la OMC, la promesa es que mantendrán los mercados abiertos, previsibles y trasparentes; que no se impondrán pautas comerciales restrictivas e injustificadas en los intercambios.

Mientras el hambre, las hambrunas, la malnutrición, la creciente falta de agua potable y las persistentes sequías prolongadas amenazan a millones de personas, sobre todo en África y el Medio Oriente, pero también en otras regiones. El Programa Mundial de Alimentos ha solicitado financiamiento adicional por 475 millones de dólares para los siguientes meses, sólo para atender las necesidades urgentes de Somalia, Etiopía y Kenia. Es muy probable que los desembolsos tarden y resulten exiguos. En el primer año de la pandemia, una de cada tres personas en el mundo no pudo satisfacer adecuadamente sus necesidades básicas de alimentación: 2,370 millones, un aumento de casi 320 millones de personas.

Las crisis alimentarias son particularmente devastadoras para los países menos desarrollados, en su mayoría importadores de alimentos. La ayuda del Banco Mundial por 170 mil millones de dólares, en los siguientes 15 meses, destinada a países emergentes, podría resultar insuficiente. En 2026 las economías emergentes estarán 6% por debajo de las proyecciones de 2019. Se han prendido nuevas alarmas: las crisis humanitarias podrían desencadenar una serie de colapsos financieros.

@JAlvarezFuentes

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