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Una nueva y vieja crisis en la Península Coreana

JORGE ÁLVAREZ FUENTES

En la última semana, Corea del Norte lanzó una andanada de misiles, sin precedente por el número, los alcances y su potencial capacidad ofensiva. La decisión de Kim Jong Un y la ejecución de los militares norcoreanos han contado evidentemente con el beneplácito tanto de China como de Rusia. Ello explica, que no justifica, la parálisis en la actuación reciente del Consejo de Seguridad de la ONU, con el poder del veto de ambos miembros permanentes. Los lanzamientos constituyen una violación a varias resoluciones del Consejo que prohíben a Corea del Norte realizar pruebas de este tipo de cohetes. Las tensiones en la península coreana continúan exacerbándose, en lo que resulta ser una deliberada y peligrosa escalada. Aun si las pruebas para detonar armas nucleares y el lanzamiento de misiles balísticos por parte de Corea del Norte no son nada nuevo, la proporción de las últimas respuestas y la naturaleza agresiva de las reacciones si lo son. En la actual poli crisis mundial, mientras prosigue la guerra de Rusia en Ucrania y no se distiende la confrontación entre los Estados Unidos de América y China, los riesgos y conflictos geopolíticos cobran una dimensión global incalculable.

Los cerca de 30 misiles balísticos lanzados la semana pasada por el régimen de Pyongyang estuvieron precedidos por la realización, este mismo año, de nuevas pruebas de armas y cohetes, en un tiempo récord. También por la realización de maniobras navales y aéreas conjuntas estadounidenses y sudcoreanas a gran escala. Estas se extendieron por varios días, hasta el pasado fin de semana, en las que destacaron dos bombarderos estratégicos B-1B estadounidenses realizando sobrevuelos supersónicos en el espacio aéreo sudcoreano. Aun antes y después de las mismas, participaron cientos de aviones de combate de las dos Coreas, como ocurrió en 2017. Sin embargo, ahora, en esta nueva crisis, ha habido también ataques de artillería en una zona de amortiguamiento en la frontera marítima de ambos países, en la costa oriental, lo que no ocurría desde el fin de las hostilidades de la guerra que los dividió en 1953.

Las razones y secuelas de ese conflicto internacional, enmarcado en los inicios de aquella Guerra Fría, siguen estando muy presentes. Lo mismo que los fallidos e irresponsables esfuerzos de diplomacia personal de Donald Trump para supuestamente ganarse la voluntad de Kim, hace cinco años. Ambos constituyen un siniestro telón de fondo. El lanzamiento de un nuevo misil balístico intercontinental, que habría caído fuera de la zona económica exclusiva, sin alcanzar deliberadamente su objetivo en el archipiélago nipón, detonó las alarmas de evacuación en algunas poblaciones del norte de Japón, así como el llamado urgente a la población a protegerse en los refugios subterráneos de un popular destino turístico sudcoreano localizado cerca de los islotes de Takeshima, reclamados por Japón, pero controlados por Seúl.

Tras la declaración del presidente Yoon Suk Yeol señalando que dicho lanzamiento (el séptimo en lo que va del año) suponía "de hecho, una invasión territorial" y un grave escalamiento, haciendo necesario imponer nuevas y más duras sanciones, el Estado Mayor Conjunto acordó que aviones de combate sudcoreanos F-35, de adquisición estadounidense, dispararan tres misiles aire tierra en el océano, al norte de la zona marítima limítrofe, en una evidente demostración de fuerza, capacidad de respuesta y poderío renovado. Ahora bien, hasta donde se sabe, ninguno de los aviones habría traspasado la línea virtual de "acción táctica" establecida a 30 kilómetros al norte de las fronteras terrestres y marítimas de las dos Coreas, la cual se utiliza con fines de control y vigilancia -pero, sobre todo- para dar tiempo suficiente para comunicar y responder ante ataques o provocaciones.

Para la opinión pública mundial resulta inverosímil, que en horas tan inciertas, un régimen dictatorial como el norcoreano que debe luchar de manera incesante para sobrevivir, confrontado con tres países: Estados Unidos, Corea del Sur y Japón, para lo cual cuenta con el apoyo total de China, se encuentre, de facto, en condiciones de amenazar y poder llevar a cabo un nuevo ensayo nuclear con propósitos militares, luego de poner fin a una moratoria autoimpuesta, al disponer con menos con 20 armas nucleares. Por ello, el presunto objetivo de alcanzar, en forma negociada, una desmilitarización de la península coreana es simple y llanamente una quimera en el actual tablero geopolítico. No debiera tampoco sorprendernos, en lo absoluto, el respaldo de Rusia, si bien coyuntural, cuando según informes recientes desclasificados, Corea del Norte está suministrando piezas de artillería en la prolongación de la guerra en Ucrania, respondiendo a una solicitud de Moscú. De manera similar al suministro de drones que Irán está llevando a cabo, con idéntico propósito. Japón, cuya constitución pacifista limita expresamente sus capacidades militares está por cambiarla y duplicar sus gastos de defensa.

Esta nueva desestabilización de la situación de seguridad en la región viene a sumarse a las tensiones crecientes en torno a la defensa estadounidense de Taiwán, aunque seguramente no conducirá a que Washington despliegue nuevos efectivos estratégicos permanentes, los cuales mantendrá entrando y saliendo, como hasta ahora.

Hoy, en particular en México, se debería repasar, de manera seria y responsable, las importantes lecciones de la crisis de los misiles en Cuba, al cumplirse 60 años, y cuando estamos viviendo los nefastos impactos de una guerra provocada por una potencia nuclear contra Ucrania, un país independiente y soberano y las provocaciones de otra.

@JAlvarezFuentes

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Escrito en: Editorial Jorge Álvarez Fuentes editoriales

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