Una de las vías de participación en los temas de interés general en las sociedades que se presumen democráticas es la dada a través de lo comúnmente conocido como sociedad civil organizada. En los últimos años se ha enfatizado el apelativo "organizada" para dar cuenta de aquella porción del todo de la sociedad civil efectivamente agrupada para llevar adelante alguna agenda social específica. Las causas son legión: van desde la defensa de los derechos humanos hasta la defensa de la democracia electoral y sus órganos concretos, desde la promoción de derechos y la diversidad cultural hasta la defensa de la libertad de expresión. Todo depende de las circunstancias de cada país y región, ya que ellas vuelven pertinentes tal o cual causa.
Hace varios años visitó a nuestro país Luigi Ciotti, un sacerdote católico fundador de varias organizaciones. Su compromiso social en defensa de víctimas ha ocasionado que las mafias italianas lo hayan amenazado de muerte. Durante su estancia en México compartió su experiencia como fundador y animador de la red que ha aglutinado a cientos de organizaciones y ciudadanos que defienden su derecho a la tranquilidad y recuperan espacios para el bien colectivo que fueron arrebatados por grupos criminales.
De sus dichos acá en el país dan cuenta las diversas entrevistas que concedió. Su testimonio, dado los poderes a los que enfrenta, es el de una vida ejemplar en el sentido católico de la palabra. Entre lo que leí de sus dichos, llamó mi atención una distinción conceptual que arroja luz sobre las diversas problemáticas que nos aquejan y que plantean una diferencia fina que hay entre quienes formamos parte de la sociedad. Se refirió así en una de las entrevistas publicadas: "Más que sociedad civil yo prefiero llamarle sociedad responsable, una sociedad que asume su cuota de responsabilidad en la problemática".
Quizá acepte más de alguna interpretación el planteamiento que hizo Ciotti, pero me parece muy útil para nuestro contexto y para la época la distinción entre sociedad civil y sociedad responsable que hizo quien también impulsó la fundación de la organización Libera, en Italia. En efecto, los problemas sociales tienen una evolución poco lineal y sus impactos también son diferenciados. Por otra parte, cuando aparentemente se ha avanzado en ciertos aspectos, al poco tiempo pareciera que en esos mismos retrocedemos. Ejemplos hay muchos: transparencia, sistemas electorales, cumplimiento de los Acuerdos de París, seguridad pública, etcétera. Y el denominador común para atribuir esa errática condición del muy supuesto desarrollo a una causa específica desemboca por lo general en el delta que lleva al mar de la política y los gobiernos. Sin que lo planteado por Ciotti diga lo contrario, es conveniente por salud pública reconocer el otro aspecto, ese que la experiencia se le mostró al sacerdote como parte insustituible de la ecuación social: la responsabilidad que ha de asumir la sociedad y que, es cierto, ha sido tomada por una parte de la sociedad civil, la que para efectos prácticos recibe el nombre de sociedad civil organizada.
En la vida en común, es decir, en la sociedad, hay cuotas de responsabilidad que deben asumirse: los gobiernos tienen las suyas y muy altas en tanto se pretenden instancias monopolizadoras de la justicia objetivada en ley, la violencia legalizada, la hacienda y otras. Si sobre ello no presentan resultados evidencian sus responsabilidades no asumidas, así de llano. Convertir en culpa de otro el no cumplimiento de la propia responsabilidad es demagogia. Así, hay tareas cuyo éxito sólo es posible si se tiene la convicción de asumir lo que nos exige el ámbito de nuestra actuación en tanto integrantes de una sociedad. Nadie puede suplir la no asunción de las propias responsabilidades. Países, regiones, ciudades con problemas crónicos quizá evidencian de eso modo la carencia de un bien social básico: la responsabilidad ciudadana.
@EdgarSalinasU
