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Sinrazones y factores de la guerra

JORGE ALVAREZ FUENTES

La invasión de Ucrania ha entrado en su tercera semana. Los llamados en el Consejo de Seguridad de la ONU a un cese inmediato de hostilidades han sido ignorados por Rusia, el país agresor. Estados Unidos y las potencias occidentales que respaldan política, diplomática y militarmente a la nación agredida están redoblando la presión. No está en el interés de China mediar y distanciarse de su vecino y socio. La situación se agrava en todos los frentes. La diplomacia tendrá que esperar cambios en el terreno hasta hacer conveniente o necesario sentarse a negociar. Por las múltiples sinrazones y los factores geopolíticos que encierra esta guerra, estimo que será muy difícil que finalice pronto el conflicto bélico. El desastre humanitario y sus graves consecuencias se extenderán por largo tiempo.

Las fuerzas rusas, con miles de efectivos, tanques y blindados, están empeñadas en consolidar un doble cerco sobre Kiev, la capital, en el centro de Ucrania; también sobre la estratégica ciudad portuaria de Mariúpol, fundamental para poder ejercer el control territorial del corredor sureste. Serán campañas encarnizadas. Seguramente ganarán una posición de ventaja definitiva en la región de Donbás, en el este, hasta conseguir una ocupación territorial permanente que haga posible devolver partes de Ucrania a la órbita rusa.

Sin embargo, las fuerzas invasoras están lejos de haber logrado cumplir con los objetivos estratégicos fundamentales trazados. Es un hecho que la evolución de los acontecimientos no ha arrojado, hasta ahora, los resultados rápidos y favorables que Moscú calculaba obtener. Las fuerzas rusas, a pesar de su superioridad numérica y táctica, de su capacidad ofensiva, continúan teniendo serias dificultades logísticas y enfrentan una inesperada y tenaz resistencia del ejército ucraniano, las milicias y la población. El gobierno de Zelenzky no quedó incomunicado (gracias a los satélites occidentales), ni ha claudicado o se ha desmoronado, tampoco ha perdido la batalla mediática; pero más importante aún, ha logrado el indispensable respaldo internacional y aglutinar una amplia voluntad de resistencia, combativa, recreando un sentimiento nacionalista, en medio del éxodo de millones. Incluso entre la población ucraniana de habla rusa, a pesar de la marcada división, casi en mitades, con enormes contrastes en las regiones, entre quienes preferían, hasta antes del estallido, la integración con la Unión Europa o eran partidarios de una asociación con Rusia. Con la muerte y la destrucción, las percepciones y opciones sobre el presente y futuro cambiaron dramáticamente.

La artillería y la fuerza aérea rusas podrán seguir bombardeando las principales ciudades con el objetivo de ocupar las regiones estratégicas contiguas a sus fronteras, desalojar los bastiones del ejercito ucraniano, nulificar las principales instalaciones militares, inutilizar aeródromos, destruir carreteras e inhabilitar centros de comunicación, procurando socavar la identidad y quebrar la moral colectiva. Pero no conseguirán sus objetivos en breve tiempo. Habrá un altísimo costo en vidas humanas y la destrucción material de una nación soberana. Las amenazas van in crescendo con la posibilidad de recurrir a armas de destrucción masiva, nucleares, biológicas y bacteriológicas, el uso de la fuerza que ya ha incluido bombas de extracción de oxígeno, de racimo y el uso generalizado de obuses, proyectiles, misiles y cohetes expansivos, además de los dispositivos portables antitanque y antiaéreos. La ayuda militar de los países occidentales, de Estados Unidos y los países europeos, de los miembros de la OTAN, continúa incrementándose, con el suministro terrestre constante de armas y equipos sofisticados, cuyo costo asciende a miles de millones de dólares. Rusia afirma es un objetivo legítimo que podría atacar.

La ayuda humanitaria urgente figura más en los discursos que en los hechos, a pesar de las trágicas condiciones de sufrimiento generalizado que la guerra está imponiendo sobre la población civil. Millones de civiles resultarán víctimas de esta guerra y harán de ella el mayor conflicto internacional después de la Segunda Guerra mundial.

Hay imperativos geopolíticos hoy en día. Esta guerra enfrenta al principal exportador de gas del mundo y al principal conector del energético, del que dependen la mayoría de los países de Europa, de Finlandia a Grecia. El agresor es el país mas grande del del mundo con el quinto ejército más poderoso. El gasto militar europeo indudablemente va a dispararse. La extensión y alcance de las sanciones económicas impuestas en contra de Rusia tendrán enormes consecuencias, pero su desacoplamiento de la economía global será paulatino y no sólo tendrá un altísimo costo para el régimen de Vladimir Putin y su sobrevivencia, sino para el bienestar de la población rusa, con pronósticos de una caída del 8% del PIB, seguida de un largo estancamiento. Las sanciones no tendrán efectos ipso facto, ni frenarán inmediatamente la maquinaria de guerra de Rusia. Las implicaciones serán globales. El orden mundial está dando tumbos.

Hay factores condicionantes por ser Rusia el principal productor mundial de trigo y el cuarto productor de cereales (y Ucrania el sexto); igualmente el primer exportador de paladio, el segundo de aluminio, el tercero de petróleo, siendo Ucrania el sexto exportador de titanio y el primero de neón. El uso de los recursos naturales como un arma dejó hace tiempo de ser una perspectiva. Es una realidad contundente. Rusia incide en todos los mercados mundiales de materias primas y de combustibles minerales, por lo que la evolución del conflicto tendrá vastas implicaciones que irán más allá de los aumentos de precios y las dificultades e incertidumbre en las cadenas de distribución y suministro.

@JAlvarezFuentes

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