
(CORTESÍA)
“You say goodbye, I say hello”.- The Beatles
Cuando ocurre una tragedia es difícil ver más allá de lo que está justo enfrente, como si el cerebro decidiera cerrarse por unos instantes y descartara que después del mal trago, se puede salir adelante. Después de la muerte de Taylor Hawkins, yo, al igual que miles de personas, pensé que no había más para los Foo Fighters, que aquel concierto en Argentina, el último de Taylor en la batería, era también el último para la banda, sin embargo creo que me equivoqué.
No es fácil que una banda sobreviva la pérdida de un integrante clave y son contados los casos de éxito. Quizá el ejemplo más obvio e inmediato de cómo se puede retomar una carrera después de una tragedia es el de AC/DC, que después del fallecimiento de su cantante Bon Scott, renacieron como el ave Fénix y con Brian Johnson como reemplazo lanzaron el álbum Back in Black, uno de los mejores en la historia de la música, y así le dieron al menos tres décadas más de vida a la banda.
Dave Grohl, por otra parte, es un músico que también supo sobrevivir después de la muerte de Kurt Cobain, líder de Nirvana. En medio del dolor, se refugió en la música y fundó una bandita pequeña con sus amigos, llamada Foo Fighters, en la que tomó el rol de cantante y guitarrista. Con el tiempo esa bandita se fue haciendo más y más grande hasta ser la más importante del momento, encabezando los mejores festivales a lo largo del mundo. También, Dave dejó de ser “el baterista de Nirvana” y se erigió como líder de los “Foo Fighters”.
El destino, si es que lo hay, volvió a marcar la vida de Grohl, esta vez con la muerte de Taylor Hawkins. En mi primera columna escribí que me costaba trabajo imaginar cómo Foo Fighters podría salir adelante y luego de un par de meses, en una magnífica celebración a la vida y a la música, lo hicieron con dos conciertos en memoria de Taylor. Quizá exagero pero creo que el tiempo se encargará de colocar esos shows a la altura o solo un poco debajo del tributo a Freddie Mercury.
Primero en Londres, en el mítico Wembley, y después en Los Ángeles, Dave Grohl organizó dos conciertos con un cartel de estrellas musicales que incluyó a artistas como Paul McCartney, Rush, Miley Cyrus, Alanis Morissette, Joan Jett, Queen, Liam Gallagher, por citar ejemplos, además de los propios Foo Fighters. Por varias horas, la silla de Taylor en la batería fue ocupada por nombres como Stewart Copeland (The Police), Chad Smith (Red Hot Chili Peppers), Travis Barker (Blink 182), Josh Freese, Rufus Taylor y quien sería el candidato perfecto para continuar con su legado, si los Foo Fighters lo decidieran: Shane Hawkins, su hijo.
Por poco más de seis horas en cada uno de los conciertos, desfilaron distintos artistas, en una celebración a la música y a la vida de Taylor Hawkins. Pudimos disfrutar del reencuentro de Them Crooked Vultures; de Wolfgang Van Halen, hijo de Eddie Van Halen, tocando las canciones de su padre; de combinaciones exóticas como Def Leppard y Miley Cyrus, Queen y Pink. En fin, tantos momentos espectaculares que marcaron ambas noches.
Si pudiera quedarme con tres de ellos serían: el abrazo de Alanis Morissete y Dave Grohl, de dos personas que comparten el mismo dolor de perder a Taylor (Hawkins fue baterista de Alanis por muchos años); a Violet Grohl, hija de Dave, con su fenomenal voz cantando canciones de Jeff Buckley; y por último, me quedo con Shane, hijo de Taylor, tocando la batería en My Hero con la furia de un adolescente de 16 años y la energía del propio Dave Grohl en sus mejores años con Nirvana.
Hace seis meses no sabía si los Foo Fighters eran capaces de salir adelante. Hoy la duda se aminora y el dolor se transforma en celebración. No sé qué pasará en los próximos meses o años ni cuál será su futuro próximo, pero una despedida de esa manera siempre es bienvenida.
Twitter: @gaboacosta89