La experiencia no es suma de años sino de aprendizajes. Se puede tener muchos años y el rostro surcado por el tiempo y sus inclemencias, pero no por ello haber hecho acopio de aprendizajes y, por tanto, de experiencia. Por el contrario, aún con un rostro resistente a la intemperie de la edad y sin muestras visibles de su huella, es posible coleccionar varios aprendizajes de esos que conocemos como experiencia. En suma, no es la edad evidencia de experiencia sino esta última es la muestra de que se ha vivido.
De mi formación universitaria tengo grabada la definición de experiencia que postuló el filósofo español Xavier Zubiri: "probación física de realidad". Ese laconismo pudiera entenderse mejor como haber subido al ring y acusar recibo del intercambio habitual sobre el cuadrilátero. Es lo que para otro contexto el pensador Nassim Taleb acuñó con la expedicionaria frase "jugarse la piel". En ambas propuestas está presente la dura realidad como condición para ganar experiencia. Hay, no obstante, un paso adicional o un elemento más para completar el viaje de la experiencia: la reflexión sobre lo vivido y, por tanto, la conclusión obtenida o, lo que es lo mismo, el aprendizaje.
Dijo José Alfredo Jiménez que nada le habían enseñado los años, porque siempre caía en los mismos errores, "otra vez, a brindar con extraños y a llorar por los mismos dolores". La canción posee mucho acuse de recibo (a juzgar por los dolores) pero poca oportunidad para la reflexión (pues nada había aprendido de los años). Y eso que al nacido en Dolores Hidalgo y portero suplente de Antonio "la Tota" Carbajal no le tocaron tantas décadas tristes de la selección mexicana de futbol a la que, esa sí, nada le han enseñado los años. En definitiva, la experiencia es exposición y aprendizaje. Solo que para aprender es necesaria la reflexión acerca de lo vivido.
A unos días de concluir el año 2022, ¡qué rápido se ha ido!, la temporada es una buena ocasión para arrancarle algunos aprendizajes. O si de plano el plural asusta, al menos uno. Uno es más que ninguno y, para el caso, ese aprendizaje puede convertirse en orientación para los próximos años, de modo que no se caiga en los mismos errores o no en el mismo.
Como acuñó Hesíodo, la vida se nos va en los "trabajos y lo días". Y en ellos la repetición incesante adquiere un papel protagónico. El torrente vital tiene, por eso mismo, mucho de rutina. Aquí aventuro una hipótesis: para pocas personas la rutina es lo que entenderían como felicidad en la vida y como aprendizaje a recordar. ¿Qué es entonces lo que me deja este año? ¿qué me deja de enseñanza? La respuesta es personalísima y qué bueno, porque la experiencia, para que lo sea, ha de ser estrictamente personal.
Se dice, y con mucha razón, que cada cabeza es un mundo. Pero esa cabeza y su mundo solo tienen sentido, como todo aprendizaje, en relación con la vida social que llevamos. Por eso el aprendizaje, y por ende la experiencia, tendrían como resultado un impacto en la vida social de la que somos parte. En otras palabras, una vida que reflexiona sus días y sus trabajos, su propia experiencia, es una vida que aprende a vivir mejor en comunidad. Por eso, aunque no sean tendencia en redes sociales, las personas que buscan ganar de la experiencia y reflexionar su vida suelen ser tan profundas en su manera de vivir que expresan esa profundidad de un modo sencillo: conviven genuina y libremente con quienes se relacionan y su entorno, es una muestra de experiencia obtenida.
Para no insistir en demasía sobre círculos concéntricos ni taladrar sobre lo ya horadado valga puntualizar mi comentario en una idea: este año algo me dejó de aprendizaje, es decir (respuesta personal). Y, puesto que la última colaboración del año es la que escribo, digo, con Joaquín Sabina y su Resumiendo: "ten a bien recibir de mi parte un abrazo…".
@EdgarSalinasU