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YAMIL DARWICH

Pronto vamos a celebrar el encuentro/choque entre América y Europa, con el festejo del descubrimiento del continente americano en 1492.

De inicio, festejamos a la raza, que es una: la humana, aunque nos refiramos a la etnia mexicana quienes, curiosamente, continuamos en discusiones estériles, hasta llegar al insulto entre los que aceptan nuestra realidad genética y aquellos -casos graves- que la repudian, quedándoles un hueco en sus construcciones emocionales, dominados por la parte negativa de su idiosincrasia.

Úrsula Gamba, en su libro "Ecos de la Nueva España", escribió: "Antes de la llegada de los europeos, los sonidos que poblaban el aire del mundo mesoamericano provenían de los atabales, los tambores, los caracoles, las flautas, los teponaxtles y cascabeles, el canto de los pájaros, del rumor de las aguas y del viento, de los gritos de guerra; no se conocían ruidos metálicos tan comunes en Europa, como lo eran los martillazos del herrero, los cascos de los caballos, el repique de las campañas"… más adelante concluye: el mundo jamás volvió a ser igual. Gran verdad.

Aún no acabamos de acordar si fue para bien el descubrimiento, aunque al reflexionar me queda claro: simplemente, nosotros, los mexicanos, aparecimos en el universo conocido. ¿No le parece razón suficiente?

Ciertamente fue un encuentro brutal, como siempre lo han sido las conquistas bélicas y/o culturales: la americana, sin influencias ajenas y con una construcción psíquico social pura, conectándose con la europea, intercambiando conocimientos, experiencias, mercancías… y genes. Naciendo México.

Del costo del citado encuentro, los estudiosos no se ponen de acuerdo -al menos- cuántos habitantes poblaban el valle; algunos refieren cantidades extremas, más de 25 millones -pareciera exagerado- y otros calculan de tres a cinco millones; los más moderados hablan de dos millones. Lo cierto es que solo quedaba un millón de aborígenes para el siglo XVII.

La invasión acabó con el Imperio Azteca, sabiendo que las ventajas en tecnología bélica europea no fue tan trascendente como la participación de los pueblos sometidos por Tenochtitlán, obligados a pagar tributos en dinero, mercancías y vidas al emperador y su ejército.

La verdadera fuerza que derrotó a Moctezuma, fueron las epidemias: de viruela y tifo, enfermedades que encontraron a una población mesoamericana sin defensas inmunológicas, al no tener antecedentes de contacto infeccioso.

El choque cultural padecido por los aborígenes fue desastroso para su futuro y aún hoy día, los pocos descendientes que sobreviven, continúan siendo abusados. Incluyámonos, al mostrar insensibilidad con inacción y/o indiferencia; también los politiqueros y su desinterés humanista, aprovechándose inmoralmente. Haga memoria.

Sin duda, la agresión cultural aportó marcajes a los gens sociales de la etnia indígena y, en justicia, debemos incluir lo bueno que generó: nació la Nueva España y los primeros mexicanos; alimentos y herbolaria son dos ejemplos positivos.

La organización social de la Gran Tenochtitlán, asombró a los invasores: el diseño urbano con lotes y trazos horizontales, limitados por canales de agua y ordenada circulación de embarcaciones; casas y edificios magníficos, orientados hacia las principales vías; incluya la higiene, desatendida por los europeos.

Solo le menciono la tecnología constructiva: sobre pilotes enterrados en el fondo del lago y lotificaciones, creando terrazas con tierra apisonada, método inusual en el viejo continente.

La higiene indígena era señalada como "poco saludable" por el baño frecuente y uso de telas ligeras que marcaban diferencias ante los ropajes gruesos de españoles, sorprendidos con los cuidados corporales.

Se asombraban con el uso del indígena de sanitarios al interior de las casas y del sistema de recolección de basura, depositada en chinampas estratégicamente colocadas a los lados de los canales, para luego ser recolectadas por trabajadores en embarcaciones exprofeso.

Los indígenas debieron adaptarse a la confusión generada por los sacerdotes evangelizadores, quienes los obligaban a romper con el politeísmo y adoptar la creencia en un solo Dios.

Bueno abonar la lucha cristiana contra los sacrificios humanos y el canibalismo, aunque les impusieran otro incruento: comer la carne y beber la sangre de Jesús. Confusión total.

También debió ser altamente dolorosa la destrucción de sus templos y la imposición de un dictador que suplía a quien los orientaba y era enlace con los dioses; la destrucción de templos y construcción de capillas encima, seguramente fue destructiva psicológicamente.

Romper con el Náhuatl y adoptar el español, otro golpe desmoralizador y ni que decir de la escritura pictográfica, con imágenes, por letras inentendibles.

Desde luego que los nobles, guerreros y comerciantes indígenas eran tentados por la corrupción, al igual que los virreyes españoles, quienes sustraían oro y plata al rey y/o defraudaban en impuestos; antecedente de origen para entender nuestra idiosincrasia, los politiqueros y actual tlatoani.

Por eso y mucho más memoramos el "Día de la Raza", aunque debiéramos estudiar más la conquista para saber, asimilar y curar nuestras heridas psicológicas. ¿Qué opina?

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