Si quisiéramos entender un poco mejor lo que está pasando en China y las posibilidades futuras de que las protestas actuales crezcan o consigan cumplir con ciertas demandas, ¿qué factores locales y qué factores globales debemos incorporar en el análisis? ¿Es posible aprender de otros muchos movimientos sociales que están ocurriendo paralelamente en distintas partes del mundo?
Frecuentemente en el fondo de estas protestas hay temas estructurales materiales hondos, factores sociales, políticos y psicológicos, la percepción de que ciertos sectores solo buscan conservar sus privilegios, o que no existen canales políticos adecuados para procesar las demandas sociales, o bien, la percepción de que las instituciones son ineficientes o corruptas. Siempre hay factores detonantes y facilitadores como internet o las redes sociales. En el caso chino, el detonante fue un incendio en un edificio habitacional que causó varias muertes en la ciudad de Urumqi, la capital de Xinjiang, lo que se conecta con las políticas de "Cero Covid" del gobierno de Xi, un crecimiento débil, afectaciones a negocios y una desocupación juvenil récord de 20%. La cuestión es que la protesta no se queda ahí, como sucede frecuentemente. El detonante es apenas una mecha que enciende otro tipo de agravios arraigados.
Ahora bien, hacia el 2000, dos de cada tres movimientos de protestas pacíficas conseguían una eficacia total o relativa en el mundo (Chenoweth, 2011). Hacia mediados de esa década, la eficacia de esos movimientos se fue reduciendo. En la actualidad, solo uno de cada seis de esos movimientos sociales tiene éxito total o parcial en conseguir reformas o transformaciones. Esto se debe varios factores. El internet y las redes sociales han favorecido, efectivamente, una enorme convocatoria, así como una veloz organización de manifestaciones. Pero al mismo tiempo, en muchos casos, se trata de movimientos dispersos y horizontales, sin liderazgos visibles. Ello tiende a dificultar su prolongación o continuidad. Además, a lo largo de los años los gobiernos han venido aprendiendo cómo reprimirlos usando justo esas mismas plataformas, propaganda y desinformación, detectando liderazgos cuando sí surgen y aplicando la represión de formas más estratégicas.
En China, las protestas no son poco frecuentes, aunque las demandas usualmente son más locales o específicas. Como no ocurría hace tiempo, lo que estamos viendo ahora parece representar una serie de agravios comunes a distintas regiones y capas de la sociedad, además de que como dije, los factores detonantes están dando pie a otro tipo de expresiones, tales como demandas por libertades y derechos o incluso la exigencia del fin del Partido Comunista o la renuncia de Xi. Ante ello, el gobierno chino se encuentra entre, por un lado, la necesidad de permitir que ciertas expresiones fluyan y dar así salida a las ollas de presión acumuladas, pero a la vez, el imperativo de que un movimiento que está cobrando dimensiones mayores, no se salga de su control. Para tal efecto, las autoridades cuentan con una gama de herramientas como las que arriba señalo y otras que Beijing viene desarrollando recientemente. Probablemente veremos algunas políticas más relajadas para el Covid, aunque el gobierno no quiere enviar el mensaje de que basta con salir a la calle a efectuar demandas para que se ofrezcan concesiones inmediatas pues ello, a su vez, incentivaría más protestas. Es verdad que el movimiento actual ha puesto a temblar a más de una persona en Beijing. No obstante, por factores arriba mencionados, pareciera que las probabilidades de que estas protestas consigan reformas de fondo son escasas. Aun así, lo estaremos monitoreando.
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