Ahora entiendo por qué de viejos somos abuelos, al llegar los nietos nos regresan la juventud olvidada, se revive la historia de amor cuando unimos nuestras vidas, vuelve a florecer toda esperanza perdida, les damos los besos que tal vez no les dimos a los hijos, y ustedes nos dan los besos que quizá ya nadie nos da.
Cambiaron la vida a este viejo matrimonio, regresando la llamarada eterna del amor que nos juramos en nuestros años mozos, y nos otorgan la fortaleza para aferrarnos a la vida. Qué decir de la abuela consentidora, baluarte de la familia, formadora de dos generaciones que los llevó en sus brazos por un momento, y para toda la vida en el corazón.
Orlando. Toda la familia te esperábamos con gran ilusión cuando nos avisaron que Dios nuestro Señor te había concedido aparecieras en nuestras vidas. Mi primer nieto, tu madre seguía todas las instrucciones de la doctora y te valoraba periódicamente, cumplías tres meses y te encontrabas bien de salud dentro de su vientre materno. Un día tu mami nos habló por teléfono, lloraba desconsolada desde el consultorio de la ginecóloga, le daba la triste noticia que no presentabas signos vitales, y sugería recomendaciones completamente carentes de ética y profesionalismo. Le pedí calma y fe, afortunadamente la acompañaba tu papá, recomendé consultaran otro especialista de inmediato. Recuerdo que me hablaron después con gran alegría, mostrándome las imágenes del ultrasonido de mi nieto que aún conservo con mucho cariño, latiendo su corazoncito con gran júbilo y armonía, como diciendo…¡Estoy bien Abuelito!
Alejandro. A tu llegada iluminaste nuestras vidas. Mi segundo nieto, no tuve la dicha de conocerte ese día por tu afección respiratoria que padeciste al nacer, tuviste que aguardar unos días más en la incubadora del hospital para darte cuenta de la ilusión y alegría con que te esperábamos.
Tus padres no se apartaban de tu lado, y solo esperaban el momento para tenerte en sus brazos, sonreían las enfermeras que cuidaban de ti día y noche, por el gusto con que recibías a tu pediatra que te visitaba a diario, al escuchar su voz movías tus bracitos porque sabías que te vería.
Desde que naciste has sido un gran guerrero, no cabe duda que heredaste el carácter y las agallas de tu bisabuela, regresaste dos veces al hospital venciendo a las enfermedades valientemente a tu corta edad, solo Dios sabe que le he pedido que sea el abuelo quien ocupe tu lugar, porque a tu edad no debes de conocer el dolor ni el sufrimiento, me apena decirlo, porque no me atreví hacerlo con mis hijos cuando enfermaban.
Cuando visitan a los abuelos, se rompe la rutina y las reglas de nuestra viejo hogar, dejando que escape por la ventana la disciplina de antaño de nuestros hijos, escondiendo golosinas y chocolates para que los encuentren con facilidad y no pecar de abuelos consentidores, permitimos se adueñen de nuestro espacio, acaparan el televisor con sus programas infantiles, los premiamos al comer con múltiples aspavientos y alimentos en buffet, cuando a nuestros hijos sin opción alguna, comían el platillo que solo había.
Orlando y Alejandro, siempre serán para sus abuelos nuestros pedacitos del alma, desde que nacieron, frágiles y encantadores, los contemplábamos fijo, y a cualquier llanto movían un ejército completo, cómo no recordar la primer sonrisa y sus primeras palabras, que eternamente las llevaremos labradas en el corazón.
Sabemos de antemano que ya no estaremos con ustedes dentro de unos cuantos años, qué más podemos desear que verlos convertidos en hombres hechos y derechos, aunque estamos seguros que así será, porque llevan el amor y los valores de sus padres, que legaron los bisabuelos a sus dichosos y orgullosos abuelos.