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Une mes para brindar

M.V.Z FRANCISCO NÚÑEZ GONZÁLEZ

Qué gratos acontecimientos traen a mi mente este mes tan especial, donde vuelven a florecer los recuerdos, así como los suelos de las campiñas que disfruté en los inicios de mi profesión, reverdecen los pastizales mágicamente para sustento del ganado en este mes de lluvia que vuelve a la vida su verdor, dando origen a su nombre, agostaderos.

Estaba a unos meses de haberme graduado, trabajaba de veterinario de gobierno en los agostaderos del valle de Súchil, Durango, colindando con el estado de Zacatecas.

Cada fin de semana me dirigía a Torreón para disfrutar con la familia, luego regresaba al trabajo los lunes a primera hora. Me encontraba soltero con veintidós años de edad, no era muy afecto a las fiestas y discotecas que se encontraban de moda en aquellos años de mi juventud, a comparación de mi hermano menor que andaba de fiesta en fiesta los fines de semana con su gran amigo, en una ocasión me invitó a la boda de su prima, aún recuerdo aquel inolvidable día que cambiaría mi vida para siempre.

Estando en la boda me llamó la atención una linda chica en especial, había sido mi vecina años atrás pero nunca cruzamos palabra alguna por encontrarme la mayor parte del tiempo fuera de casa estudiando en la ciudad de Durango.

La invité a bailar y no dejamos de charlar, me sentí completamente cautivado por su personalidad y su bella sonrisa, dándome cuenta del tiempo maravilloso que había dejado pasar al no haberla conocido con anterioridad, bailé con ella toda la noche, mi hermano y su amigo que resultó también ser primo de ella, se fueron a otro evento y me dejaron felizmente abandonado en la boda, horas después regresaron para llevarme a regañadientes a casa.

Fue así como encontré a la mujer que cambiaría mi destino y pusiera fin a mi soltería, pasaron cinco años y desposarla, precisamente para un mes de agosto. Desde entonces hemos disfrutado la vida felizmente unidos, con aquel pacto que hicimos frente al altar, que continúa siendo la base de nuestro viejo hogar.

El Señor me envío la mejor esposa que un veterinario pudiese tener, en las duras y en las maduras he contado con su apoyo para salir adelante en mi profesión que no fue fácil, ha sido mi compañera de toda la vida, formadora de dos generaciones, abuela consentidora columna vital de la familia.

Cuantos agradables recuerdos guarda este mágico mes de agosto. Celebramos nuestro trigésimo noveno aniversario de bodas, así como el nacimiento de la primogénita de mis cuatro hijos, festejamos el décimo aniversario de bodas de los padres de mis nietos, precisamente del milagro maravilloso que devolvió mi antigua juventud, y el deseo de aferrarme más a la vida al convertirme en abuelo, que también lo celebramos en este mes, y para cerrar con broche de oro, festejamos el día del veterinario, hermosa profesión que me ha dado con creces lo que soy, en casa somos cuatro veterinarios, mis tres hijas y un servidor, todos dedicados a la salud de los perros y gatos.

Brindo por el agosto, de testigo van mis viejos años, por los bellos acontecimientos y sin arrepentimientos agradezco al Creador haberme dado el honor, de hacer con mi vida, lo que a mí me cautivó.

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