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Pequeñas especies

Un deseo realizado

M.V.Z. FRANCISCO NÚÑEZ GONZÁLEZ

Cursaba el segundo año de la carrera de veterinaria, las asignaturas aún no contenían la magia en las enfermedades de los animales, eran importantes, de mucho estudio y aburridas, pero necesarias; Fisicoquímica, Bioquímica, Fisiología general, Genética, en esta materia veíamos problemas de análisis de la varianza, se trataba de realizar cruzas de dos o más razas de ganado, para obtener la calidad genética en una sola mediante números y formulas matemáticas.

Recuerdo cuando el Dr. Viterbo nos puso el ejemplo de este problema, lo hizo con la raza de ganado "Santa Gertrudis", que es una mezcla de ganado europeo con un asiático, Brhaman y Shorthorn, obteniendo una raza cebuína de color rojizo cereza, excelente productora de carne, resistente a las enfermedades de climas extremosos.

Se había originado en los años cuarenta en el "King Ranch" de Texas, el rancho más grande de los Estados Unidos, con una extensión de más de tres mil kilómetros cuadrados. Puse a volar mi imaginación de esas instalaciones majestuosas, con la más alta tecnología, eruditos científicos, los mejores veterinarios, la belleza de los agostaderos, la naturaleza salvaje en todo su esplendor, la inmensidad de su flora y fauna.

Fue mi gran sueño llegar a conocer esa explotación ganadera, la más grande del orbe. Realizamos varios viajes de estudios a diferentes estados del país durante los cinco años de la carrera, viajes inolvidables que aún los recuerdo con un gran sabor de boca, quedándome con el deseo de conocer el gran rancho de Texas.

Pasaron los años y me gradué, cinco años después contraje matrimonio, ya contaba con tres hijos cuando un gran amigo me dijo, "mi cuñado Luis, quiere que lo acompañe a Texas, trabaja en un rancho de cacería y me agradaría que fueras con nosotros, serán cuatro días, no te preocupes por hospedaje, alimentación y transporte".

Mi respuesta fue dubitativa, no conocía a su cuñado, tal vez estorbaría en su trabajo, estarán de acuerdo sus patrones, habrá el suficiente espacio para quedarme, necesito permiso del trabajo y de mi esposa. Al conocer a Luis, persona servicial y entusiasta, reiteró la invitación y me dijo, "no te preocupes por nada, ya avisé al patrón que me acompañarán, él no estará, además le agrada que tenga compañía pues estoy solo, el lugar donde trabajo es para hospedar a sus amigos y ahora está vacío, solo vamos a dar de comer a los animales silvestres y ustedes aprovechan para conocer uno de los ranchos más grandes de Texas", inmediatamente me vino a la mente ese gran rancho que hablábamos en clase de Genética, tal vez no se trate del mismo, no creí tener tanta suerte, al preguntar que si de casualidad se trataba del "King Ranch", se sorprendió y me dijo con asombro, "¿Cómo supiste el nombre?"

Le platiqué la historia, y acepté con gran gusto la invitación. Pasando la frontera de Brownsville nos dirigimos a Corpus Christi, recorrimos algunos kilómetros y fue cuando dijo Luis, "todo esto que ven a los lados de la carretera y hasta donde alcance la vista es el 'King Ranch'. El patrón solo tiene rentado una porción del rancho para coto de caza, el ganado del rancho sigue pastando normalmente sin interferir en nuestro trabajo, ni nosotros en el de ellos. Todo se realiza bajo un estricto control del departamento de agricultura respecto a la cacería, solo se invita a personas muy selectas para que vengan a disfrutar de la hospitalidad del patrón".

Empezaba a caer la tarde cuando nos introdujimos al agostadero, inmediatamente delaté mi ignorancia cuando comenté de una parvada de auras que había pasado sobre nosotros volando más bajo de lo normal, Luis, de inmediato comentó, "Paco, es el wild turkey o pavo salvaje, aquí abunda, así como el venado, jabalí, conejos, liebres, codornices, palomas, los van a ver a pocos metros de distancia".

Al llegar a nuestro destino, el cielo parecía un gran lienzo acabado de pintar, eran más abundantes las pinceladas rojizas que las amarillas, las luciérnagas empezaban a dar su función titilando en cientos de luces centelleantes, dando inicio al gran concierto de la fauna silvestre con el chirrido de las cigarras, el estridular de los grillos, el cloqueo de los pavos, el graznido de los cuervos, el ulular de las lechuzas, una majestuosa sinfonía.

Nuestra morada constaba de dos enormes tráiler parck unidos, con todas las comodidades de una mansión, sala, comedor, recamaras, baños, una inmensa cocina con varios congeladores para conservar los trofeos de los invitados, y una potente refrigeración que teníamos que dormir con gruesas cobijas.

Al día siguiente después de un gran desayuno, salíamos a esparcir el sorgo y maíz, en un vehículo ex profeso automatizado para arrojarlo de alimento a la fauna silvestre, sobre todo al venado, para que estuviera en buenas carnes para cuando llegue la temporada de caza.

Efectivamente vimos docenas de venados a cinco metros de distancia sin hacer ellos el menor indicio de escapar, nos observaban con la mayor naturalidad, lo que más abundaba era el jabalí, cientos de crías se veían siguiendo a sus progenitoras, otras de las especies que observamos fue el pavo, la codorniz, palomas, liebres, pumas entre otras.

La temperatura era cálida de más de treinta y ocho grados, la vegetación era arbustiva en su mayoría matorral alto, con escasos arboles, mezquites, encinos y huizaches, una gama de pastizales que crecían en un suelo areno arcilloso donde abundaba la garrapata, y reinaba el silencio majestuoso de la naturaleza.

En las tardes nos trasladábamos a Kings Ville, una ciudad pequeña en el corazón del gran rancho, visitamos el museo y la Universidad A&M de Texas. Luis, preparaba a diario suculentas comidas que se lucía manifestando sus dotes de magnífico chef.

Lo único en que nunca estuvimos de acuerdo los tres, fue en la marca del refresco que consumíamos generosamente por el exceso del calor, y teníamos que comprar dotes de diferentes marbetes, Luis prefería budweiser, mi amigo coors y un servidor miller. Después de degustar los opíparos platillos de nuestro chef particular, charlábamos durante horas en la sala con una agradable música hasta la madrugada.

Pasé unos días de lo más confortables, y sobre todo agradecido por la gran hospitalidad de nuestro anfitrión con un trato predilecto, logrando hacer mi deseo estudiantil hecho realidad. Al recordar aquellos pintorescos paisajes, despejé mi duda del origen de ese pelaje rojo cereza de la raza "Santa Gertrudis". Se habían plasmado los colores en el manto del ganado de los bellos atardeceres que a diario deleitaba el ocaso del sol, de un cielo rojizo imitando la furia de la casta vacuna cuando se perdía el astro rey en los majestuosos terrenos del rancho más grande del mundo.

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