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Pasarela tricolor: primera parte

PATRICIO DE LA FUENTE

"Nada más fácil que subrayar lo que nos distingue y distancia de otros hombres. Pero nada más decente ni más útil ni más emocionante que buscar lo que nos une". Cayetana Álvarez de Toledo. Políticamente Indeseable. Al igual que un buen número de instituciones en las que solíamos confiar con reserva, también los partidos políticos enfrentan crisis no solo en términos de percepción ciudadana, sino dentro de sus propias filas. Aunque la pluralidad y diversidad de corrientes es bienvenida, necesaria y enriquece a cualquier organismo público, México atraviesa por un periodo de degradación sistemática en todos los ámbitos. Tales escisiones, pleitos internos y división entre quienes los integran, trascienden la esfera privada y abonan al desprestigio partidista.

Nuestra endeble democracia, construida a partir del diálogo y el consenso, enfrenta graves amenazas y pocos parecen estar a la altura de los retos y circunstancias del presente.

En vez de privilegiar la disposición a escuchar y hacer del arte de lo posible piedra angular del ejercicio público, parte de quienes ocupan espacios de toma de decisión no dialogan, ni rinden cuentas, enfrascados en un monólogo que aturde.

Sumémosle, a modo de elemento radioactivo, la restauración de la presidencia imperial y la escasa disposición de un Gobierno que, creyéndose dueño de la verdad, no escucha y solo les habla a sus simpatizantes. Aunque pretendan disfrazarla de otra cosa, la salida de Tatiana Clouthier evidencia que los radicales y abyectos a la voluntad de un solo hombre, son los únicos que habitan en la órbita del tabasqueño.

Durante el pasado se cometieron errores, atracos y excesos que a todos nos agravian, cierto, pero la narrativa de la actual administración consiste en señalar que todo lo anterior estuvo mal hecho y merece acabar en el basurero de la historia. Nada más falso. El sexenio se extingue y la prometida transformación no llega.

A pocos meses de iniciar el proceso sucesorio rumbo a 2024, la oposición asume una postura reactiva, no propositiva y baila al son que les toca el presidente, el único capaz de marcar agenda. Ojalá que con tal ímpetu gobernara y diera resultados.

Mientras Andrés Manuel López Obrador controla el escenario y cae en extremos de elaborar listas de presidenciables de la oposición, sus detractores apenas comienzan a despertar tras un letargo de cuatro años. Transcurrido el sopor, ¿habrá tiempo, al cuarto para las doce, para articular un programa y visión de país que realmente entusiasme a un gran número de mexicanos? ¿La solución la encontraremos sumando membretes partidistas o más bien existen sumas que a la larga restan? ¿PRI, PAN y PRD juntos, pero no revueltos? ¿Morena y sus aliados por el otro? ¿Acaso vendrá una tercera vía en los siguientes meses? ¿Desde qué otros frentes, quizá no partidistas, se articulan novedosos esfuerzos? Nada es estático, no todo está dicho, así que podrían venir sorpresas.

Ahondar en las causas que nos llevaron a tal escenario, el de la desconfianza colectiva, resulta ocioso y repetitivo porque las razones son de sobra conocidas.

Siendo justos, tal distancia entre el ciudadano y una clase política que pocas veces lo defiende y representa, es un fenómeno que se extiende y agudiza en distintos países. Como ejemplo Gran Bretaña, sistema parlamentario de avanzada, donde la incapacidad de formar un nuevo gobierno y plantear hojas de ruta que atenuaran el caos económico derivaron, apenas ayer jueves, en la renuncia de Liz Truss como primera ministra a tan solo 44 días de haber asumido el cargo. A manera de broma, los ingleses comentan que el único logro de Truss fue haber enterrado a la Reina Isabel II.

Jesús Reyes Heroles, ideólogo del sistema político mexicano y una de las figuras más preclaras y brillantes del siglo veinte, acuñó cierta frase. "Primero el proyecto, luego el hombre", dijo, significando la importancia de que quienes tuvieran inquietudes políticas, privilegiaran la construcción del México del futuro sobre cualquier consideración personal.

Esta semana, en circunstancias muy distintas al PRI de tiempos de Don Jesús, el otrora partido hegemónico organizó un evento híbrido. Digo híbrido porque hubo de todo, como en la feria: destapes, promesas de cambio, autocríticas, grilla, golpes de baja y mediana intensidad, diferencias abismales; todo auspiciado por una dirigencia nacional que genera enormes suspicacias y no es merecedora de confianza ni dentro del PRI ni mucho menos en lo que a otros partidos respecta. No digamos ya lo que opinan los mexicanos. La marca tricolor está devaluada y en mínimos históricos.

¿Se puede rescatar? Es posible, pero bajo el entendido de que hoy las mujeres y hombres, es decir, los ciudadanos, son más importantes que los membretes partidistas.

Por ello, querido lector, no te pierdas la segunda entrega de esta colaboración. Ahondaré en lo dicho por cuatro personajes, dos mujeres y dos hombres que podrían, desde sus respectivas trincheras, ciudadanizar la política. Ellos son Beatriz Paredes Rangel, Claudia Ruiz Massieu, Enrique de la Madrid y Miguel Riquelme.

Twitter @patoloquasto

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Escrito en: sin lugar a dudas Patricio de la Fuente Columna

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