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Pan de muertos, símbolo del sincretismo entre España y México

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El pan de muertos mexicano es tradicionalmente la pieza central de los altares del Día de Muertos. Como ofrenda, representa un homenaje a los difuntos, pero también uno de los símbolos claves del mestizaje hispano mexicano, mostrándonos en su humilde figura, como un ritual de sacrificios ancestral, logra preservarse en el pan más apetecido de estas fechas.

El pan de dos mundos

Con la llegada de los españoles, vino también la evangelización de las Américas. Un proceso que se extendió rápidamente gracias a la fusión del politeísmo mexica con el cristianismo, dándonos a cambio tradiciones como el Día de Muertos.

Esta celebración, mundialmente conocida, es tema central de películas, series, videojuegos, e incluso tragamonedas, donde es común encontrar recompensas para el casino online con el código bonus bet365 para quienes deseen tener una experiencia alusiva al Día de Muertos y sus elementos más icónicos en estos juegos. Y el pan de muertos es sin duda, uno de los más emblemáticos.

Esta ofrenda, también debe su existencia a la influencia española. Unas versiones sugieren que, a su llegada a tierras aztecas, estos se escandalizaron con los sacrificios humanos a los dioses precolombinos. Con el fin de preservarles la vida, los españoles propusieron sustituir estos ritos con ofrendas más simbólicas, como el pan de ánimas, importado de la España colonial.

Este pan, elaborado, bendecido y ofrecido a los difuntos durante el día de todos los Santos, se adaptó al rito cubriéndolo con azúcar roja para representar y sustituir los corazones en los sacrificios, dando así origen al pan de muertos.

Anatomía del pan de muertos

Otras versiones en cambio, señalan que los aztecas, al ser obligados a abandonar sus rituales por considerarlos barbáricos, tuvieron que ingeniarse otras maneras de seguir practicando su fe. Para ello, usaron los mismos ingredientes que un pan dulce común: harina de trigo, leche, huevos, levaduras, sal y mantequilla, a los que perfumarían con anís, naranja y esencia de azahar.

Sin embargo, a cada bollo de pan les añadirían tiras de masa en forma de cruz, para simbolizar los huesos, mientras que una pequeña bolita haría las veces del cráneo, otorgando así una discreta representación del cuerpo humano. Finalmente, se espolvorearía la canela molida y el azúcar roja, una clara alusión a la sangre, símbolo de la vida y la inmortalidad del alma.

Variedades del pan de muerto

Indistintamente del cual versión sea la correcta, lo cierto es que el pan de muertos ha logrado transcender el plano religioso para convertirse en un alimento apetecido en cualquier fecha del año, con una amplia variedad de presentaciones según la región donde se le consiga.

En Chiapas, por ejemplo, el pan de muertos usa solo harina de trigo, sal y azúcar y deja su forma redonda por una más antropomórfica, adornándose con masas coloreadas de tonos rojos, verdes y amarillos. Por otro lado, en Oaxaca estos suelen tener un color rosa intenso, forma de rosca, y son sujetados con trozos de caña. Una alegoría a los Tzompantli, altares empleados para adorar a Huitzilopochtli, patrón de la ciudad de Tenochtitlán.

En Michoacán, el Estado de México y aquí en Laguna, el pan de muertos es preferido con formas de animales, personas o flores. Lo mismo sucede con sus rellenos y tamaños, variando entre crema de cempasúchil, chocolate, cajeta, maracuyá, entre otros, para disfrutar a solas o en familia.

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