Como su nombre lo dice "Castrati" o castrados era el nombre que se le daba a los cantantes que pasaban por una operación en donde se les amputaban los testículos, con el objetivo de impedir la producción de las hormonas sexuales masculinas, responsables del cambio natural de la voz que se sucede en la adolescencia. Vivían de y por la música en la Europa de los siglos XVII y XVIII. Después de dicho procedimiento los 'Castrati' lograban preservar una voz aguda, propia de una soprano o contralto. Tal era su condición de androginia que el castrato era consideraba una verdadera divinidad. Pero ¿cómo se llegó a esta barbarie? La historia señala que la Iglesia Católica no permitía que las mujeres cantaran en el coro, y por eso en el siglo XVI se empezó a recurrir a hombres castrados los cuales eran llamados Castrato o Castrati en plural.
Dicha prohibición se basaba en una particular interpretación de las palabras de San Pablo: "las mujeres deben mantener silencio en la Iglesia", y ese silencio también incluía el cantar, así que había que sacar las voces agudas de alguna parte. Las voces blancas de los niños fueron una opción, sin embargo, carecían de potencia y proyección en los grandes escenarios. Así, hacia 1694 cantaban unos 100 'castrati' en las iglesias de Roma, y ya para 1780 pudieron llegar a 700. Pero ¿cómo se hacía un castrato? Hay muchas anécdotas y "recetas" para hacer un castrato, pero la más aceptaba establecía que había que poner al niño en una tina de leche caliente con especias. Para anestesiarlo se solía emborracharlo con ron o en ausencia de este, simplemente se le comprimían las carótidas hasta causarle el desmayo. Una vez inconsciente, le quitaban los testículos.
Éste era el método, digamos aceptado, porque se sabe que muchos padres de familia llevaban a sus niños a una vil barbería para realizar la operación en el mayor de los riesgos y sin la más mínima asepsia. En el siglo XVIII, se castraban en toda Italia unos 4.000 niños al año, la mitad de ellos en Nápoles. Y cómo no, un castrato era un divo que no sólo cataba en iglesias, sino que se convirtió en centro de atención de grandes compositores como Haendel, Vivaldi o Nicola Porpora. Ello representaba triunfo, prestigio, dinero, vida social... y hasta amores ardientes. Literalmente eran ángeles cantando. Sin embargo, esa condición de ser llamados ángeles no les valía de mucho al morir, pues se sabe que a muchos de ellos la iglesia les negó la sagrada sepultura por estar incompletos.
Cuando las mujeres empezaron a ser incorporadas en los escenarios musicales los castrati fueron desapareciendo, aunque sorprendentemente siguieron cantando en ámbitos eclesiásticos hasta bien entrado el siglo XX, pudiendo nombrar a Alesandro Moreschi, a la sazón, el último de los castrati fallecido en 1922. En la actualidad ya no existen los castrati, pero los potentes voces siguen existiendo en la figura del contratenor y del sopranista.
Estos grandes artistas logran agudizar su voz no mediante la castración sino a través de una férrea disciplina y una técnica depurada. La belleza lo valía todo.
Se cuenta que en pleno concierto hacia 1776, el castrato Pacchiarotti, ve interrumpida su interpretación de forma abrupta. Voltea a ver al director, y este de forma lastimera responde: "¡Interrumpí, porque las lágrimas así me lo exigieron, señor!..."