¿Recuerdas, Terry, amado perro mío, cuando la pelota de mi hijo más pequeño fue a caer en medio del estanque? El niño iba a llorar, desconsolado, pero su llanto se detuvo cuando vio lo mismo que yo vi: aunque apenas habías dejado de ser un cachorro te lanzaste a las verdosas aguas, trajiste la pelota y la dejaste a los pies del pequeño. Te dijo él:
-Gracias, Terry.
Y tú, con el meneo de tu cola, respondiste:
-De nada.
Estás en mi recuerdo, Terry, y no te irás de él sino hasta que ya no esté yo. Tantas memorias buenas nos dejaste, Fuiste tan buen perro que muchas veces me pregunto si yo te merecía.
Espero soñarte esta noche, perro mío, para decirte:
-Gracias, Terry,
Tú menearás la cola y me contestarás:
-De nada.
¡Hasta mañana!...