En Izamal, mágico pueblo, pueblo mágico de Yucatán, mi amigo Andrés me relató la historia de este hombre a quien llamaré haragán por no llamarlo con otro término aún más denostoso.
Se la pasaba echado en su hamaca todo el día, sin trabajar ni hacer cosa de provecho. Cierto día su esposa iba a preparar un guiso y le pidió que fuera al huerto a desenterrarle una zanahoria.
-De esta hamaca no me levanto -respondió el grandísimo holgazán.
Fue, pues, la esposa y sacó ella misma la zanahoria de la tierra. Al hacerlo advirtió un brillo como de metal en el fondo del agujero que la zanahoria dejó. Escarbó, y para su sorpresa encontró ahí una olla llena de monedas de oro.
Feliz, comunicó el hallazgo a su marido y le pidió que se levantara de la hamaca y la ayudara a desenterrar la olla. Replicó él:
-Si cuando era pobre no me levantaba, ahora que soy rico menos me voy a levantar.
Muchos güevones hay en este mundo, si me es permitido el uso de ese término vulgar. Seguramente el sujeto del cuento ocupa entre ellos el primer lugar.
¡Hasta mañana!...