ESTA YEGUA SE LLAMA LA LIBERTAD LAMARQUE.
Le pusimos ese nombre porque la ves y lloras. Las películas de aquella gran actriz y cantante argentina eran todas lacrimógenas. Con el boleto de entrada al cine, decía la gente, te daban una caja de kleenex.
La Libertad Lamarque -la yegua- está vieja, flaca y encogida. Pero en sus buenos tiempos fue lozana y arrogante. Trajo al mundo cinco o seis potrillos, y cuando mis hijos la montaban trotaba como una pura sangre. Los años, los implacables años, no perdonan, y aquella que fue orgullosa yegua es ahora una anciana que se mantiene en pie, dice don Abundio, sólo porque sabe que si se echa ya no podrá luego levantarse.
Yo quiero mucho a la Libertad Lamarque. Le tengo dicho al viejo cuidador que la consienta, que le dé todos los días doble ración y que esté pendiente de sus males. Ella me mira -su pelaje es blanco y tiene ojos azules-, y me parece que lanza un suspiro de recordación. Yo le acaricio la frente y recuerdo junto con ella. Cuando se vaya ella me iré un poquito yo.
¡Hasta mañana!...