En la oscuridad de la noche puse la reversa de mi coche y salí del camino para regresar por donde venía, pues me di cuenta de que llevaba la dirección equivocada.
En eso algo me hizo frenar, no sabría decir qué. Salí del vehículo y vi que había estado a punto de caer a un profundo barranco. Si no hubiera frenado me habría precipitado al abismo y muy probablemente habría muerto.
Asustado, tembloroso, me apoyé en el automóvil para recuperarme. A la luz de los focos traseros del vehículo vi en el suelo a una hormiguita. Si no me hubiera detenido la habría aplastado.
Ahora me atosiga un pensamiento: ¿a quién quiso salvar Dios, o el destino? ¿A mí o a la hormiguita?
Nadie podrá dar respuesta a esa pregunta.
Acerca del destino, o de Dios, no sabemos nada.
¡Hasta mañana!...