¿Recuerdas, Terry, amado perro mío, cuando salvaste a aquella camada de gatitos de ser devorados por el tlacuache?
Estaban solos en un rincón de la galera -,su madre había salido en busca de alimentos-, y aquel feo animal llegó de pronto. Tú te pusiste entre él y los recién nacidos, y tus ladridos de amenaza hicieron que el tlacuache se alejara.
Tú y la gata eran pertinaces enemigos. Pero ella alcanzó a ver lo sucedido, y entonces hizo algo que me maravilló. Fue hacia ti, untó su cuerpo al tuyo y ronroneó. Si no hubiera visto yo eso no lo habría creído.
¡Cuántos recuerdos dejaste de tu vida, Terry! Por eso no hay muerte para ti. Ahora que escribo esto siento tu presencia, y por la noche me parece oír tus leves pasos en la casa. Sigues con nosotros, aunque no estés ya con nosotros.
Recuérdanos. Terry, para que tampoco nosotros desaparezcamos.
¡Hasta mañana!...