San Virila salió de su convento. Iba al pueblo a pedir el pan para sus pobres.
Al llegar a la aldea vio a un niño que estaba triste porque había perdido su pelota. Le pidió al frailecito:
-Ayúdame a encontrarla.
Entonces SanVirila hizo un milagro. Tendió la mano, y la pelota vino a ella. El niño se fue jugando, jubiloso.
El rey vio aquello. Estaba triste porque había perdido su reinado. Le pidió al frailecito:
-Haz otro milagro. Ayúdame a recuperar mi reino.
-No puedo -le contestó San Virila-. En política no hay milagros.
¡Hasta mañana!...