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Los riesgos de jugar con fuego

JORGE ÁLVAREZ FUENTES

Nancy Pelosi, la poderosa presidenta de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, terminó por hacer efectivas sus intenciones y llevó a cabo, a pesar del desacuerdo inicial de la Casa Blanca y del Pentágono, una arriesgada visita a Taiwán como parte de una gira programada por Asia, poniendo al descubierto la ambigüedad estratégica que por décadas prevaleció como marco para relacionarse de manera no oficial con la República de China. Dicho entendimiento, resultado de subsecuentes arreglos de la guerra fría ha quedado ahora hecho añicos, prevaleciendo la doctrina de una sola China, piedra angular en las relaciones internacionales contemporáneas. En los últimos años los Estados Unidos de América y la República Popular China (RPC) han continuado enfrascados en una confrontación en todos los planos. La administración Biden lejos de cambiar el curso de la "guerra" declarada por la administración Trump, ha decidido escalarla.

Las dos primeras economías en el mundo se encuentran cada vez más lejos de poder dirimir sus complejas diferencias en torno al comercio internacional, en particular el transpacífico y sus respectivos papeles en la organización mundial; la lucha por la posición de liderazgo en el siguiente salto cualitativo de la revolución en las telecomunicaciones con el red 5G; la notable expansión amenazante del poder naval de China en el océano Indo Pacífico; las recurrentes disputas por ejercer influencia en determinadas zonas, regiones o países -ahí está la llamada Ruta de la Seda- incluso respecto de las responsabilidades por el origen y manejo de la pandemia. Hace ya tiempo que una peligrosa crisis geopolítica multidimensional, con profundos efectos tectónicos, mantiene enfrentadas a las potencias mundiales en medio de un cambio de época, sin precedente. Cualquier equiparación simplista de estas últimas tensiones con China y la posible reunificación de Taiwán por la fuerza, con la guerra de invasión en curso de Rusia en Ucrania o argumentaciones llanas de una batalla fundamental entre democracias y autocracias, pueden, en mi opinión, conducir a incurrir en errores garrafales.

Una crisis ya se había producido en mayo pasado cuando el presidente Biden cometió un grave exabrupto al afirmar que EUA estaría listo para defender militarmente a Taiwán en caso de una invasión. La retracción de un vocero, horas después, de poco sirvió. Aun cuando el objetivo explícito de la visita de Nancy Pelosi haya sido respaldar su democracia, cualquier apoyo en favor de la independencia de Taiwán es una línea roja que no debe cruzarse, sin que haya consecuencias, de la que sabemos hablaron por teléfono días antes, en términos inequívocos, Xi Jinping y Biden. No se puede perder de vista, en ningún momento, que es el Congreso estadounidense quien aprueba la ayuda militar al exterior. Tampoco, que a diferencia de las pasadas manifestaciones de protesta en favor de la democracia en Hong Kong, reprimidas con dureza y desactivadas por Beijing e incluso la anterior crisis de mediados de los años noventa en torno a Taiwán, cuando su entonces presidente fue recibido en Washington, el peso, rol e importancia en los asuntos mundiales y el poderío militar, naval y aéreo de la República Popular China (incomparable todavía con el de los EUA) eran por completo otros. Avanza imparable un proceso de rearme convencional y nuclear desde Japón hasta Australia.

El mundo atraviesa una de las transiciones más formidables del poder geoestratégico que la humanidad jamás haya visto. Hay que considerar también que Taiwán es un actor económico de primer orden que comercia con e invierte actualmente más en la RPC que con los EUA. Por ende cualquier confrontación u ocupación por la fuerza que pudiera ocurrir en el estrecho de la antigua Formosa o en sus inmediaciones tendría un impacto negativo determinante en las cuestionadas reglas y las disputadas rutas del comercio mundial, así como en las cadenas de distribución, siendo Taiwán, además, el principal productor de semiconductores y un eslabón fundamental en las cadenas de producción de componentes electrónicos y circuitos cerrados, cruciales para el mundo entero.

Mientras la líder demócrata fue escoltada para su arribo por aviones caza taiwaneses, con la presencia en la zona de algunos grandes navíos de guerra estadounidenses, no acababa de abandonar el espacio aéreo con rumbo a Corea del Sur, cuando la RPC dio respuesta contundente a la que consideró, desde un principio, como una provocación inadmisible: mediante la realización de extensas maniobras militares y navales a gran escala, con fuego real, habiendo disparado 11 misiles balísticos en aguas contiguas a Taiwán, uno cruzando el territorio de la isla y por encima de su capital, cayendo cinco en la zona económica exclusiva del mar de Japón. En cuestión de horas el diálogo entre las instancias militares estadounidenses y chinas y las importantes negociaciones sobre cambio climático han quedado suspendidas por decisión china.

La sociedad mundial no debe permanecer paralizada y permitir que las potencias y sus líderes sigan jugando con fuego, incluso acudiendo a la amenaza del uso de armas de destrucción masiva. Un error de cálculo o de ejecución podría conducir a la humanidad a una improbable e indeseable III Guerra Mundial, posiblemente a su aniquilación, desenlaces que deben estar proscritos. Los ciudadanos del mundo debemos reclamar que cesen las provocaciones y aventuras militares para hacer de esta hora incierta aquella que permita construir con la máxima urgencia la paz en el mundo, recuperando la cooperación internacional, antes de que sea demasiado tarde.

@JAlvarezFuentes

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