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Los conflictos internacionales y la territorialidad de los Estados

JORGE ALVAREZ FUENTES

Al observar en perspectiva el complejo panorama actual, hay conflictos internacionales como los de Ucrania y Taiwán que son muy preocupantes, no sólo porque involucran a potencias, sino porque tienen como origen y raíz sendas disputas y reivindicaciones históricas sobre la soberanía de países que dieron lugar a otros, o bien respecto de la integridad y unidad territorial de grandes naciones. No son conflictos nuevos; sin embargo, al evolucionar las circunstancias y cambiar los protagonistas, al haber otros desequilibrios de poder, sobre todo económico, constituyen serias amenazas para la paz y la seguridad internacionales al tornarse más incandescentes y peligrosos. Además, existen otras confrontaciones territoriales y disputas fronterizas que se encuentran latentes, incluso algunas con enorme cercanía geográfica a México, las cuales no debemos ignorar si hemos de atender tanto nuestros intereses nacionales como nuestras responsabilidades internacionales, máxime ahora sentados en la mesa del Consejo de Seguridad.

Asimismo, algunas situaciones de tensión, en otros escenarios geopolíticos, se están exacerbando, debido a múltiples factores; algunos diferendos fronterizos se han reavivado, agravándose. No se trata solamente de discrepancias sobre fronteras sin delimitar, irresueltas, de negociaciones inconclusas, sino de reclamos históricos complejos, puestos al día, sobre dónde empieza un país y acaba otro. Que suceden cuando un país, una región, un rio o unas islas pasan a ser parte de otro por actos unilaterales de fuerza, ocupación militar de territorios contiguos, o cesiones provocadas por apropiaciones de facto.

Debo, en parte, a la exposición "Palabras de Papel - Voluntades de Acero", actualmente en el Instituto Matías Romero, algunas de estas reflexiones. Porque en ella se muestran, con una óptica diferente, más perspicaz y contemporánea, algunos de los tratados y acuerdos fundamentales (y sus cruciales anexos cartográficos) que determinaron la soberanía territorial de México y el ejercicio del poder y los actos de autoridad en el territorio nacional. ¿Cómo dejar de tener presente el Tratado de Guadalupe Hidalgo y los Tratados de Limites con Guatemala y Belice, entre otros instrumentos jurídicos constitutivos de la nación, si urge una necesaria relectura y reinterpretación contemporánea, a la luz de la problemática situación de nuestras fronteras, los notables cambios en la migración y los múltiples desafíos a la seguridad internacional derivados del tráfico de drogas y las actividades de organizaciones criminales trasnacionales y terroristas?

Por ello es importante abundar sobre las implicaciones de la territorialidad de los Estados, como meollo y trasfondo de muchos de estos conflictos. En la actualidad, en nuestro entorno regional, prosiguen los esfuerzos para conseguir un arreglo sobre la añeja disputa territorial fronteriza entre dos de nuestros vecinos, Guatemala y Belice, ahora con la mediación de la OEA. Permanecen aún sin solución, congeladas en el tiempo, la desocupación y devolución de Estados Unidos del territorio de la base naval de Guantánamo, la controvertida prisión extraterritorial ubicada al sudeste de la isla, establecida mediante una concesión territorial sin plazo, rechazada por Cuba desde 1959, a pesar de ciertos avances registrados en la administración Obama. Está igualmente pendiente, entrampada, sin alcanzar una resolución de fondo, la demanda histórica de Bolivia para obtener de Chile, mediante negociaciones, una salida al océano Pacífico, con acceso territorial soberano, como lo demandó Bolivia, hace unos cuantos años ante la Corte Internacional de Justicia. Ahí está también, sin resolver, a pesar de los reiterados llamados de la ONU, flagrante, el reclamo legítimo de soberanía de Argentina sobre las Islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur, frente al Reino Unido.

En Europa, sobreviven también algunos diferendos territoriales comunitarios al mantenerse el bloqueo negociador sobre la ocupación británica del peñón de Gibraltar y su anacrónico régimen jurídico. Está también, de manera prominente, la prolongada partición de Chipre, con tamaño embrollo, luego de la ocupación de Turquía en 1974. Igualmente, el resurgente conflicto armado y étnico respecto de la región fronteriza de Nagorno Karabaj que enfrentó a los ejércitos de Armenia y Azerbaiyán hace 2 años. Fue apenas en 2014 cuando Rusia se anexó Crimea por la fuerza. En África, subiste el grave conflicto postcolonial por el territorio y los recursos del Sahara Occidental, habiendo nuevos encontronazos entre Marruecos y Argelia. Sin olvidar en el convulso Medio Oriente, la pertinaz ocupación de Israel de los territorios árabes y los catastróficos conflictos desintegradores de Siria, Yemen y Libia.

En Asia, están los recurrentes episodios de beligerancia, escaramuzas y tensiones en la disputa histórica por la región de Cachemira, entre la India y Pakistán; o de manera concomitante, las disputas e inusitados enfrentamientos militares en 2020 entre China y la India, por el control de algunas extensiones de la frontera común en la intrincada región montañosa de los Himalayas; también los choques entre ambos gigantes asiáticos y Bangladesh al confrontarse por el control, construcción de infraestructura, acceso y distribución de las aguas del rio Brahmaputra. Ahí están, igualmente, desde 1952, las disputas entre Japón y Rusia sobre las Islas Kuriles. Aún más graves y peligrosas para la seguridad internacional y regional, las belicosas diferencias de China con los países vecinos en torno a su mar meridional, luego de incrementar notablemente su presencia militar y naval y reivindicar su soberanía sobre islotes y archipiélagos.

Tampoco podemos perder de vista los distintos reclamos territoriales de Dinamarca, Rusia, Canadá, Finlandia, Noruega, Suecia, Islandia y Estados Unidos sobre territorios cambiantes en el Ártico. O las confrontaciones en el ciberespacio. La territorialidad extrema de algunos Estados podría conducir a una conflagración.

@JAlvarezFuentes

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Escrito en: Editorial Jorge Álvarez Fuentes editoriales

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