EDITORIAL Caricatura Editorial Columna Astillero Sergio Sarmiento editoriales

Columna

Lealtades a metas

JULIO FAESLER

Lo que el ciudadano quiere es vivir en paz, educar a sus hijos y ocuparse tranquilamente a su oficio.

En tiempos pasados, la lealtad daba sentido a la vida. Por lealtad el monarca llamaba a guerras dinásticas. Se dieron largas guerras de religión que creaban y reforzaban la autoridad y fuerza de los reyes. Vino luego la era por conquistar colonias en tierras lejanas. La naciente industria requería materias primas y los productos de las metrópolis necesitaban los mercados correspondientes. Esas conquistas convergían en confirmar la pasión patriótica.

Las revoluciones de los que no participaron de las riquezas proclamaron desde las rejas de los palacios los temas libertarios de igualdad para sustituir a los regímenes antiguos. Se creó una nueva dimensión, esta vez económica más que hereditaria, basada en el modo de producción empresarial organizada, no por autoridad real sino ahora por líderes de la nueva visión que se trataba de avasallar al enemigo no en el campo de batalla, sino en la cosecha de ganancias financieras.

Antes el súbdito sacrificaba hasta su vida en el arca de la corona o en el de la patria. Empeñaban su honor en guerras para conquistar espacios de poder y gloria y esculpía exaltaciones al orgullo nacional en algún Arco de Triunfo mereciendo quedar inscritos sus nombres en el premio a la inmarcesible gloria militar. Pero el poder real se traslucía en el de los dueños de los instrumentos de la producción y de distribución naciendo el capitalismo de gran dimensión que no fue propuesto por el pueblo que tampoco participaba de sus frutos.

Las glorias dinásticas agotaron la autoridad de las clases nobles que quedaron sin función. El avance liberal de las grandes revoluciones tampoco cumplieron su promesa de dignificación porque se atravesó la ola del capitalismo que es la expresión del poder supremo que el individuo recibió del monarca destronado.

El otro emblema, el de la democracia, en las decisiones públicas que ha sido ensayado repetidas veces en el curso del siglo XX y aún esporádicamente en el actual, bajo propuestas socialistas de izquierda o de derecha que eliminan la inevitable responsabilidad del Estado también han sido fracasos rotundos que sumen a sus pueblos en dramáticas privaciones.

Lo que ahora tenemos es un mundo inventariado al tope de necesidades y exigencias suscitadas bajo los huecos lemas de igualdad económica, democracias electorales e ideales de justicia social. Un camposanto de exigencias incumplidas magnificadas por la reciente explosión demográfica. El patriotismo es de viejo cuño, ideal anticuado y sin sentido práctico.

Frente a este cuadro de realidades, ni hay razones para repetir las fórmulas ni los errores del pasado. Es natural que las nuevas generaciones busquen nuevas respuestas de convivencia social en que alojar sus propias expectativas de vida digna y de realizaciones. Es claro que ni individualismos ni socialismos que concentren un poder incontrolado, ni el caos que al que se precipita cuando el Estado abdica de su responsabilidad. Su papel está en ser el receptor de las demandas sociales de todo tipo con la responsabilidad de asegurar un reparto imparcial de soluciones. La justificación del Estado está en el servir no servirse de él. Las nuevas fórmulas políticas al alejarse de etiquetas ideológicas y concentrarse en atender lo necesario, modernizan metas y renuevan lealtades.

El ejercicio electoral de 2024 es ocasión para tomar en serio la gravedad del momento que vivimos para decidirnos a evolucionar hacia una nueva coordinación modernizada verdaderamente efectiva entre las instituciones con que todavía contamos después de la devastación de este sexenio al que le falta aún un año y pico para terminar. Es la tarea primordial Interesar a la juventud en los asuntos de las arduas condiciones que vive México. Sabemos que este reto es grave, más que el que enfrentamos en años anteriores. Las incongruencias del gobierno saliente tienen que resolverse para atender las necesidades populares de nivel digno de vida junto con la refacción financiera que habilite la producción empleadora. Las urgencias están por doquier. Constatamos que los regímenes que se estilan progresistas se retrasan. Al siguiente gobierno corresponde reconstruir.

2024 es la ocasión de elegir al que encabece el Poder Ejecutivo e igualmente de trascendencia es la de integrar un Poder Legislativo inteligente y operativo.

Hay tiempo. Solo hay que medirlo bien. La meta es clara y hay que alcanzarla.

[email protected]

Leer más de EDITORIAL

Escrito en: Editorial Julio Faesler editoriales

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 2130250

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx