A más de dos meses de iniciada la invasión de Rusia a Ucrania el conflicto ha entrado en una tercera fase, más compleja e incierta, que involucra aspectos militares, diplomáticos, económicos, mediáticos y de inteligencia. Destaca el suministro masivo de armas a Ucrania por parte de Estados Unidos y algunos de sus aliados, el uso de misiles balísticos de última generación, incluso intercontinentales, la participación de voluntarios nacionales y extranjeros en los combates, y recurrentes ataques cibernéticos. Todos estos elementos están cambiando rápidamente el curso de los acontecimientos y jugarán un papel determinante en las próximas semanas. Las implicaciones geopolíticas se concentran en los siguientes ámbitos.
El sector energético es uno de los principales ejes del conflicto por la alta incidencia de las exportaciones de hidrocarburos de Rusia a nivel mundial, la enorme dependencia de la mayoría de los miembros de la Unión Europea, la ausencia de reemplazos suficientes en el corto e incluso mediano plazo, así como la grave espiral inflacionaria a nivel global ocasionada por el alza en los precios de los combustibles y los minerales estratégicos. El contexto actual favorece la posición de los países productores, por ejemplo, Estados Unidos, Canadá, Arabia Saudita, Irán, Qatar, Venezuela, entre otros, los cuales podrían convertirse coyunturalmente en actores con una capacidad parcial de amortiguar los precios de los hidrocarburos a través del incremento de su producción, lo cual hasta el momento no ha sucedido. Si el conflicto se prolonga, como todo indica, si aumentan y extienden las sanciones económicas impuestas a Rusia, los precios de los combustibles fósiles seguirán subiendo, causando una espiral inflacionaria más allá del sector energético, disparando los precios de los alimentos, de numerosos productos de consumo e impactando las finanzas internacionales.
La presión sobre la producción de alimentos causada por el conflicto, principalmente de granos, ya ha generado escasez e incrementando los riesgos de la inseguridad alimentaria, cuyos efectos serán especialmente graves en África del Norte y Medio Oriente, una región que depende tradicionalmente de las importaciones de trigo provenientes de Ucrania y de Rusia. El incremento de los precios de los alimentos y los fertilizantes, así como la disminución de la producción y las exportaciones ucranianas, han impactado negativamente las catástrofes humanitarias en Yemen, Iraq, Libia y Afganistán. El espectro de hambrunas y de poblaciones en situaciones de más alto riesgo es cuestión de tiempo. El Programa Mundial de Alimentos no tendrá los recursos financieros ni las capacidades operativas necesarias, cuando ya estaba al límite. Las rutas comerciales en el este de Europa y el Mar Negro son estratégicas para el suministro de alimentos. La mayoría de las exportaciones ucranianas de granos desde los puertos del Mar Negro se encuentran cortadas por los ataques rusos. A petición de Ucrania, la Comisión Europea podría establecer rutas terrestres especiales entre Polonia y Ucrania para garantizar que productos alimenticios y animales vivos puedan moverse en ambas direcciones.
La agresión de Rusia ha unificado a los miembros de la OTAN homologando objetivos militares y coordinando estrategias. Ante una formidable amenaza común, la alianza atlántica tiene ahora una agenda proactiva con mayores compromisos. El conflicto amenaza con extenderse a otros países europeos empezando por Polonia y quizás a la región de Transnistria en Moldavia (que no es miembro de la alianza). La OTAN ha recuperado un peso internacional determinante, después de un ciclo en el que había sufrido un serio desgaste. Hasta hace poco se hablaba de una suerte de "muerte cerebral" de la alianza atlántica. La guerra en Ucrania lo ha cambiado todo. Prueba de ello es el despliegue del mayor número de tropas en décadas, principalmente en Estonia, Letonia, Lituania, Eslovaquia, Hungría, Rumanía y Bulgaria destinadas a "reforzar la disuasión y la defensa aliada".
Se ha reactivado el debate sobre la eventual incorporación de nuevos miembros, como Finlandia y Suecia, países que ya han expresado su intención de adherirse este año, de contar con la aprobación de sus parlamentos. Esto representa un enorme reto, puesto que la expansión de la OTAN fue uno de los argumentos rusos para desatar la invasión. Otro cambio fundamental es la modificación histórica respecto de los principios rectores alemanes de no exportar armas a países en conflicto y la decisión del nuevo gobierno de jugar un rol más activo en la seguridad europea. Alemania anunció un incremento sin precedente en sus gastos de defensa, pudiendo convertirse pronto en la mayor potencia militar de Europa, impactando el eje franco alemán, incluso los arreglos post Brexit. La seguridad y el orden internacional se han modificado por completo impactando los enfoques de la seguridad colectiva en todas las regiones, lo que implica cambios radicales en las doctrinas exteriores y de defensa. Numerosos países preparan ahora escenarios mucho más operativos, preventivos y ofensivos - no meramente reactivos- lo que conlleva sendas modificaciones diametrales en sus posturas en los foros internacionales.
Putin no dará, por ahora, un paso atrás en sus planes de invasión. Su misión es acabar con el mundo unipolar, recuperar el poderío ruso, humillado y traicionado por los países occidentales tras la ignominiosa desaparición de la Unión Soviética. Como un país enorme, extenso, poderoso y fuerte que a lo largo de su historia ha necesitado expandirse para defenderse, evitará a toda costa confrontarse con la OTAN, estimando que los daños económicos son pagables y que, a la postre, serán menores a los que incurrirán Estados Unidos y Europa.
@JAlvarezFuentes
