Hace ya varios años, como unos diez más o menos, atendíamos a una ciudadana americana cuyo esposo trabajaba por ese entonces en una empresa americana que por expansión puso una filial en Torreón. Y se vinieron a vivir aquí el señor y la señora, que por esos entonces tendrían calculo yo, alrededor de 50 años.
Sus hijos ya mayores, como de 25 años, según me platicaba la señora norteamericana se quedaron a radicar en los EUA trayéndose únicamente como acompañante a su mascota, un perro poodle ya maduro como de 8 o 9 años de edad. Este perro, como muchos en la actualidad, tenía una serie de cualidades propias de su raza, algunas otras propias de su ser y otras más enseñadas a través de los años por sus dueños, es decir, era tan listo que solo le faltaba hablar.
Mes con mes la señora norteamericana nos traía a Scoty (ese es su nombre) a revisión rutinaria, a vacunarlo, o cualquier cosa que se ofreciera.
Después de unos 6 meses de trato con Scoty y su dueña, quien no se separaba de su perrito día y noche, la señora nos dijo muy preocupada que era posible que tuviera la necesidad de tener que viajar a su país por causas de fuerza mayor y pensaba que el tiempo de la estancia por su país de origen sería corto, tal vez dos o tres días, máximo cuatro. "Y no me puedo llevar a Scoty con nosotros porque no puedo cuidarlo los días que este en EUA y tampoco tengo con quien dejarlo aquí de una manera segura".
Después de escuchar a la preocupada señora le dije que nos dejara a su perrito en "pensión", que nosotros teníamos ese servicio y que lo íbamos a cuidar, alimentar y estar al pendiente de Scoty. Ella nos contestó "pero nos va a extrañar".
"Eso sin duda", le contesté, pero se acostumbrará después de darle un buen trato, además de darle su comida, el perro va confiando en quien lo alimenta, más si lo hace hablándole de una forma afectiva. "¿Y puedo traerle su casita y su plato de agua y comida?", nos dijo la señora. "Claro que sí", le dijimos, "tráigale lo que quiera".
Por fin dos días después llegó la señora con su poodle. Y nos trajo todo el "kit" de viaje, es decir, cama, cobija, alimento americano, sus juguetes y sus premios de comida que se le deberían de dar por la noche, ya que a decir de la señora le encantaba comérselos al Scoty. Después de muchos besos y abrazos, con lágrimas en los ojos se despidió por fin.
La señora nos llamaba a diario para saber cómo la estaba pasando su perrito: "Ayer que fue el primer día no comió", le dije, "pero eso es normal, muchas veces los perros no comen el primer día, pero hoy yo creo que si va a comer".
Al tercer día volvió a llamar para preguntar por su perrito y para decir que su estancia muy a su pesar se iba a alargar unos días más, pero no sabía cuántos. Le dije: "fíjese que el Scoty ya empezó a comer, pero poco y yo lo noto triste, aunque ya lo revisamos y sus signos vitales están normales". "Ay doctor se lo encargo mucho, pues ese perrito es mi alegría, por favor que no le pase nada". Los días transcurrieron y el perrito comió un poquito mejor, pero seguía estando triste, aunque yo más bien lo definiría como "deprimido".
Al décimo día que estuvo en pensión la señora nos preguntó por teléfono por su perrito consentido. "No está mal", se le dijo, "ya le hicimos exámenes de sangre y todo está normal y aunque come de manera regular, no se muestra del todo animado".
La señora me dijo: "Yo todavía no sé cuándo me regreso y estoy muy triste y por tal motivo ya llevo varios tragos de whisky". Porque se me olvidó decir que la señora era afecta a tomarse varios tragos de whisky al día. Al colgar el teléfono después de terminar la llamada telefónica mi mente hizo "clic" y se me ocurrió ofrecerle una copita de whisky al Scoty, para lo cual me fui a mi casa por una botella que tenía guardada.
Al llegar de nuevo con el Scoty le pusimos una copita de whisky en un plato seco y limpio, acto seguido el perrito lo bebió con singular alegría y de ahí en adelante el perro volvió hacer el mismo de siempre.
La señora tardó en volver 20 días más, al regresar a Torreón, lo primero que hizo fue recoger a su amigo consentido, quien se encontraba en perfectas condiciones de salud, sobre todo al ver a su dueña, amiga y compañera de toda su vida.
"Gracias", - nos dijo- "por haber cuidado a Scoty y entregármelo muy bien. Ahora díganme cuanto es del servicio de pensión", por lo cual se le dio una cantidad determinada, esto más gastos extras, como son una botella de whisky que casi se acabó el Scoty. La señora se rió de buena gana y aceptó gustosa el gasto extra, nos dijo con una supuesta pena, que a mí me pareció más bien picardía.
"Es que se me olvidó comunicarle que después de tomarme un trago de whisky, Yo le sirvo también otro a Scoty".
Desde entonces me he fijado en las características de cada perro y creo que en muchas cosas, los perros se parecen a su dueño.
Y ahora para terminar una gota de filosofía: EL DINERO NO ES LA FELICIDAD… PERO COMO SE LE PARECE.