Ni duda cabe: gobernar es difícil y sin la capacidad suficiente se torna casi imposible en cualquier organización político/social. La Calzada Colón, de Torreón, ha desatado la controversia que, de fondo, evidencia los liderazgos ineficientes, incapacidades, individualismos y hasta el egoísmo que caracteriza a algunos laguneros.
He seguido de cerca el triste espectáculo que se presenta cuando los grupos de poder se envuelven en discusiones estériles con las autoridades, todo por no entender que son responsables de procurar el bien común y no los intereses particulares.
La Calzada Colón no es el único ejemplo de incapacidad para ejercer autoridad; vemos cómo se ha enrarecido atender el fin comunitario -que de eso se trata- con las batallas entre grupos que pelean, cada uno defendiendo lo suyo, incluyendo conveniencias económicas: unos, buscando hacer la obra civil y ganar dinero; otros, pretendiendo los beneficios para su giro económico sin considerar otras conveniencias y, algunos más, haciendo politiquería que solo afecta a la ciudadanía. Vulgar guerra de poder.
La lucha entre politiqueros sigue afectando a la ciudad; recuerde que no avanzamos con el citado Metrobús; tampoco es atendida la Avenida Morelos, que se ha transformado en una trinchera de intereses oscuros; obras de reforestación, caso de la Línea Verde, son monumentos del interés partidista; hasta desvergüenza, con el proyecto de remodelación y peatonalización del centro comercial, que a la fecha está transformado en una muestra del desorden urbano, ejemplo de enseñanza para los estudiantes de arquitectura.
Ahora le toca a la principal calzada de comunicación del centro de la ciudad, que ya ha sido herida en distintas administraciones, gobernando diferentes partidos políticos. Los destructores tal vez no recuerden o les importe que algunos visitantes a Torreón, la comparaban con el Paseo de la Reforma, ¡claro!, considerando las dimensiones.
El nuevo proyecto propuesto por la Dirección de Obras Públicas, representaba un gasto -distinto a inversión- que luego de recibir críticas a favor y en contra fue congelado por el Presidente Municipal, quien me hizo recordar aquello de "yo mando y si me equivoco… vuelvo a mandar".
De inicio, el proyecto contemplaba el mejoramiento de las banquetas; desplazamiento de la ciclovía al carril central suprimiendo uno de circulación; demarcar áreas de estacionamiento y señalética; remodelar el andador central y la reposición de mobiliario urbano, incluyendo la reforestación -por enésima vez- y su paisajismo.
Era buena idea resaltar hechos históricos con monumentos en puntos estratégicos. Todo se canceló.
De entrada, pensar en el embellecimiento y mejor funcionabilidad de la ciudad es bueno, aunque habría que recordarle a las autoridades que hay tres niveles de evaluación en la planeación/ejecución: lo imprescindible, que incluye pavimentación y servicios de limpieza de la ciudad, sin descuidar su iluminación y seguridad; necesario, refiriéndose a la conveniencia del cuidado en la señalética para orientarse fácilmente; y lo deseable, aquello que nos gustaría y que deseamos hacer, pero… ¡una vez que se ha cumplido con las dos anteriores!
Con esa visión técnica de la administración pública: modelar, remodelar y volver a diseñar cambios en la Calzada Colón, resulta un gasto innecesario. La pregunta: ¿entonces quién y cómo se beneficia?
La lucha de poder y el manejo del presupuesto asignado ha despertado verdadero encono entre los interesados: los gobernantes, que no presentan las justificaciones técnicas de sus propósitos; los colegios de profesionistas, que se sienten desplazados en la toma de decisión y hasta oportunidad para realizar la obra; los comerciantes de la zona aledaña, quienes exigen ser tomados en cuenta considerando sus particulares beneficios y, entre todos, la ciudadanía, quienes indiferentes disfrutamos del espectáculo mediático.
Queda en evidencia que, en La Laguna, estamos mal administrados -gobernados- por personas que han aprendido "los vicios del pasado, adaptándolos a nuestra naciente cultura local".
Empresarios y colegiados, que muestran su falta de consciencia solidaria, interés y el sentido de gregarismo que permite ver por el bien común.
De nuevo se presenta la politiquería por encima de la real política, el abuso sobrepuesto al interés general y, desafortunadamente, el deseo de ingresos económicos a costa las contribuciones ciudadanas.
Desde luego que en ese "circo de las voluntades" aparece la indiferencia de los simples ciudadanos, quienes nos limitamos a observar "las maromas" y opinar en reuniones sociales con amigos y familiares; inactivos, con nuestra irresponsabilidad, sin la participación social deteniendo a los abusones.
Se supone que la alternancia política es la oportunidad para hacer florecer a la democracia y, en La Laguna, tenemos ejemplo con las elecciones de diferentes partidos políticos, comprobando que la partidocracia es solo una forma oscura de repartir poder, puestos y dineros.
Mantenernos atentos al pleito entre politiqueros, centrándonos en nuestro estado de confort sin defender los intereses ciudadanos, es la gran irresponsabilidad que permite a tales villanos hacer y deshacer a su antojo.
¿Hasta cuándo reaccionaremos?