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Recuerdos de una vida olvidable...

Intimidades a propósito del Día del Padre

MANUEL RIVERA

Intento ordenar letras el domingo, que no escribir, conste, pues hacerlo es producto superior de seres humanos excepcionales. ¿Cuál será el tema para compartir? Sencillo: es Día del Padre y tengo recuerdos que arrollan la tentación de especular o pontificar sobre la vida nacional.

Por supuesto, esta fecha me remite a una ausencia y culpa tan grandes que para protegerme optaré por recordar sólo las enseñanzas recibidas acerca de la importancia de tener dignidad, que, ojalá, hayan permeado aunque sea poco.

"¡No tienen vergüenza!", hubiera dicho él tras conocer la paulatina escisión del país por la renuncia a ejercer la legítima autoridad del Estado mexicano o ver los "tuits" de los gobernadores que "conducen" la política de sus entidades a través de las redes sociales, seguras para el cuerpo y efectivas para mentir o distraer. Siempre fue de comportamiento muy correcto en lo público y privado, por lo que jamás escuché que ni al personaje más cínico le recordara que carecía de progenitora.

Pero como hoy necesito olvidar, cambio esa breve imagen por la pregunta de mi hija que hace unos cuantos años envió en la madrugada a mi celular, que con relación a la ausencia física de un ser querido apuntaba: "¿Dónde está quien hace un minuto envolvía con mis brazos y en este instante sólo mi recuerdo puede abrazar?".

Ensayé en ese entonces una contestación acerca del paradero de los muertos, tema hoy común para ella y yo, convirtiendo aquí ese esfuerzo en un ejercicio sometido al cuestionamiento colectivo.

"¿A dónde van a dar al día siguiente los amores recién jurados para siempre? ¿En dónde quedan las esperanzas, promesas y momentos irrepetibles? Posiblemente permanecen en la memoria de los valientes que no se cansan ni de almacenar quereres ni de tener presentes sus asignaturas pendientes.

"Empero, ante la imposibilidad de responder concluyentemente desde la dimensión humana a la pregunta ¿a dónde vamos al morir?, propongo no dar a esa cuestión el papel principal, para cederlo a otra que sí podemos responder con certeza y es aún más profunda y trascendente, porque nos acerca a la posibilidad real de alcanzar la inmortalidad.

"Si somos capaces de dar respuesta a la interrogante '¿Qué dejamos al morir?', podemos entonces saber claramente a dónde vamos cuando fallecemos, sencillamente porque aquello que se deja puede ser guardado por los otros y, por lo tanto, aprovechado o vivido por ellos, iniciándose así la posibilidad de una cadena quizá infinita de vida.

"Las caricias sin reserva, las enseñanzas sin pretenderlas o los ejemplos sin condición para que vivan mejor los que se quedan, son verdaderas extensiones del ser que aun desaparecido del mundo de lo tangible se inscribe en los otros para seguir viviendo y multiplicándose.

"Con qué poco nos conformaríamos si pretendiéramos vivir eternamente encerrados en un cuerpo, desdeñando la posibilidad de insertarnos con nuestras acciones, sentimientos y experiencias en el ser y hacer de los demás. No tengo duda: al morir vamos a alojarnos en quienes reciben nuestro legado, bueno o malo, de ejemplos y sentimientos.

"Admitamos también que esta situación tira al suelo cualquier esbozo de soberbia por nuestra supuesta superioridad, al comprobar que, igual que todo lo vivo, sólo somos suspiros prescindibles en la inexplicable eternidad.

"Si la vida es el tiempo de espera para nuestra cita con la muerte, ¿por qué no disfrutamos la antesala sabedores de que irremediablemente seremos recibidos? Además, si la existencia humana es la oportunidad de trascender, ¿por qué llorar por quien muere y no celebrar su posibilidad de ser inmortal?

"Amar mucho no es propio de las almas débiles, sino exclusivo de los grandes espíritus, capaces de entender que hacerlo es el acto supremo de valor de los seres humanos, que los lleva a desafiar hasta el sufrimiento provocado por la ausencia de lo que aman.

"Hija: te amo intensamente, consciente de nuestro ser mortal y seguro de tu arrojo para albergar muchas más inmortalidades".

Postdata: ¿habré especulado o pontificado sobre la muerte?

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