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LA JUVENTUD NO SIEMPRE ES UN TESORO

ZAIDE P. SEÁÑEZ MARTÍNEZ

En 1999 las Naciones Unidas decretaron el 12 de agosto como el Día Internacional de la Juventud. Tal iniciativa tiene dos propósitos: poner en la agenda global los problemas que aquejan a este sector de la población y destacar la urgente necesidad de involucrar a los jóvenes en la solución de los problemas mundiales para la construcción de una sociedad más justa, equitativa, solidaria y humana. Implica concebir a la juventud como socio indispensable de cualquier proyecto de nación, así como concientizarla y empoderarla para participar activamente en la sociedad.

El Censo 2020 arrojó que en México el 24.8% de la población total tenía entre 15 y 29 años. Los datos mostraron un millón menos de jóvenes con respecto a 2010, cuando la edad promedio fue de 26 años, mientras que en el último Censo se incrementó a 29. Hay otros cambios significativos en esta población. Destaca el hecho de que en la última década se haya incrementado el acceso a la educación, pues el sistema nacional ha ampliado la cobertura, sobre todo entre los jóvenes de 15 a 19 años. Esto no asegura que la calidad educativa se haya visto impactada positivamente. La juventud ha cambiado sus patrones de convivencia, pues son menos los matrimonios registrados, en lo civil y en lo religioso, ya que posponen su decisión de vivir formalmente en pareja.

Los nuevos jóvenes enfrentan problemas históricos como la pobreza, la marginación, la desigualdad o la discriminación. La última década no muestra avances en la inclusión de personas con diversidad sexual o con intereses vocacionales o laborales diferentes. Hay discriminación por condición social, apariencia física, capacidades cognitivas o físicas o código postal. Esto los deja más expuestos a actividades ilícitas, de las cuales son presas fáciles.

En México no es lo mismo ser mujer u hombre joven. Muestra de ello es el hecho de que, entre la población de 24 a 29 años, los hombres no incorporados al mercado del trabajo siguen estudiando, mientras que las mujeres se dedican a labores domésticas. Sin embargo, la participación de la joven en el mercado laboral se ha incrementado de manera notable, lo que ha impactado la tasa de natalidad en el país. Pero aún hay tarea pendiente en materia de política pública orientada a ofrecer más opciones para que se incorporen las jóvenes madres a la vida productiva, así como campañas para cambiar patrones machistas que conciben el trabajo doméstico como una tarea femenina. Paradójicamente, las cifras muestran que las mujeres más jóvenes que residen en los estados con mayor marginación engrosan las estadísticas de la vida en pareja.

Es notable la ausencia de líderes que convoquen a la juventud a ser agentes sociales proactivos, innovadores y comprometidos con la transformación social. Por ello es urgente que como sociedad reflexionemos sobre las catastróficas consecuencias a futuro de no hacerlos cómplices en la construcción de una sociedad mejor.

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