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WALDECK Y PALENQUE

CLAUDIA GUERRERO S.

A mediados del siglo XVIII se inició la exploración de las ruinas de Palenque, habitadas entre los años 600 y 800 d.C. y ocultas por una selva inaccesible; en 1787 el rey Carlos III auspició la expedición realizada por Antonio del Río, quien envió un informe con ilustraciones de Ricardo Almendáriz, y en 1805 Carlos IV continuó con el proyecto que le encarga al austríaco Guillermo Dupaix quien se hizo acompañar por José Luciano Castañeda, el dibujante del museo de México. Las ilustraciones contenidas en los reportes tenían un peso importante por el valor que se desprende de la observación de la realidad en El Siglo de las Luces.

Una vez que México alcanza su independencia la comunidad científica europea se interesó en las ruinas mayas; en 1826 la Societé de Géographie de París impulsó los descubrimientos arqueológicos cuando lanzó el premio sobre las Antiquités Américaines que duró hasta 1839 y que generó una dinámica de trabajo sobre americanismo en las expediciones científicas realizadas por viajeros de todas las nacionalidades, entre ellos Jean Fréderic Maximilien de Waldeck, quien recibió una medalla de bronce por las cartas e informes que envió a la sociedad.

Hacia octubre de 1833 en "El Fénix de la Libertad" apareció un artículo titulado "Observaciones sobre el dibujo de un relieve de Palenque remitido al museo Nacional por el Sr. Fréderic Waldeck" (1766-1875), en el que el autor detalló las diferencias que encontró con el del capitán Dupaix para recomendar la constatación y saber a quién creerle.

Waldeck, como viajero, defiende la condición científica y estética de su obra y la titula "Viaje pintoresco y arqueológico a la provincia de Yucata´n, 1834-1836", cuyo género pertenece a los libros ubicados en el género de viajes pintorescos del siglo XVIII y XIX, obras que pretendieron dar a conocer realidades extrañas y exóticas al pueblo europeo, como si fueran cuadros y en los que aparece la naturaleza caprichosa y con una fascinación por las ruinas como se puede observar en la ilustración del Templo de la Cruz o en la acuarela de la Primera Galería del Palacio de su autoría.

Además fusiona sus horizontes de expectativa al acercarse al nuevo conocimiento con las perspectivas desde su posición en el mundo al intentar hacer un paralelo entre la Esfinge y la cabeza colosal de piedra, entre los signos de nuestro calendario y la rueda divinatoria de los egipcios, entre las lagartijas de Uxmal con las serpientes enroscadas de la India, esto con base en las hipótesis teóricas de lo que en ese entonces Europa sabía de Oriente y confirmar la idea de que la civilización del nuevo mundo es tan antigua como las del viejo continente y que sus pobladores se conocieron antes de la era cristiana.

A mediados del siglo XIX la fotografía dominó en las siguientes exploraciones y llegó a su fin la mezcla de arte y ciencia; aunque su obra es considerada extravagante e insólita y su talento no fue apreciado por considerarlo vándalo de la historia maya, una de las pirámides de la zona arqueológica de Palenque es conocida como Templo del Conde como muestra de que Waldeck estuvo ahí.

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