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Héctor Zárate, un hombre de jazz

Por azares del destino nació en Oaxaca, pero tuvo esencia coahuilense desde que habitaba el vientre

Héctor Zárate, un hombre de jazz

Héctor Zárate, un hombre de jazz

SAÚL RODRÍGUEZ

Por azares del destino nació en Oaxaca, pero tuvo esencia coahuilense desde que habitaba el vientre materno. Saltillo le dotó de musicalidad, fue allí donde su romance con las seis cuerdas comenzó. Héctor Zárate es un artista que respira jazz desde primera hora, incluso su conversación vía telefónica deja ritmos sincopados e improvisaciones en la línea.

El guitarrista atiende la llamada desde Monterrey. Ha terminado un ensayo, pues en la noche actuará en el Aula Magna de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), para participar en un homenaje a Joaquín Sabina junto a Noel Savón y Odalys Villavicencio. A días de haberse presentado en el Festival Internacional de Guitarra de México, la risa se le escapa, acentúa júbilo, comenta que para él es un honor compartir escenario con tales maestros.

De niño quería ser futbolista, pero sus padres lo instaron a desarrollarse gracias a clases de distintas artes. A los ocho años tuvo su primera referencia en la guitarra: la rondalla, pero en la secundaria comenzó a rechazar ese método. Él buscaba algo más libre, rebelde, como el rock en español que escuchaba. Los cancioneros de guitarra fueron su conservatorio de tablaturas. Le emocionaba rasgar los acordes de Caifanes, Soda Estéreo y La Maldita Vecindad. No obstante, en la preparatoria, un amigo le abrió otra ventana sonora.

“Me dijo un día: ‘Te gusta el rock’. Y yo: ‘Sí’. ‘¿Quién te gusta?’. ‘No, pues Soda Estéreo y tal’. Me dice: ‘No, güey. ¡El rock!’. Me dijo: ‘Escucha Sábado Internacional después de las 11, en la XEKS, del 960 AM, búscalo’. Eso hice y lo primero que escucho es Whole lotta love de Led Zeppelin y Chuy López Castro, un locutor, tiene una onda así de que sube y baja el volumen en medio de la rola. Puso la canción completa y ahí tuve la revelación: ‘Yo quiero hacer eso que está sonando’”.

Seducido por Led Zeppelin, consiguió tener una guitarra eléctrica y aprendió a tocarla. Así entró a la Escuela Superior de Música de la Universidad Autónoma de Coahuila (UAdeC), con la nueva inquietud por el jazz y el blues en la mochila. Se mantuvo dos años en la institución, al tiempo que también estudiaba diseño gráfico. Fue práctico, tomó las bases que le fueron útiles y desistió de la academia.

Pero el camino que era de su interés implicaba que buscara frutos por debajo de las piedras. Viajó constantemente a Monterrey para encargar métodos de jazz en una tienda especializada. Luego, se acercó al músico saltillense Sergio “Timo” Quintana, comenzó a trabajar con él y ambos compusieron una gran amistad.

“Yo era mesero y me ofreció trabajo de músico, pagándome mucho más. La condición era que el tiempo que le dedicaba a la mesereada, fuera con él a ensayar. Haz de cuenta que la cuestión era redonda: yo con 18 años, ganando como dos mil pesos a la semana, que era un montón de dinero. Tocaba con él, tocábamos jazz, rock clásico, hasta salsa. Era una escuela, trabajé con él un montón de años, como siete u ocho años”.

Tiempo después, Sergio Mena puso un bar y les ofreció a Lalo García, a Dany Fuentes, Carlos González y al propio Héctor Zárate, tocar jazz de martes a sábado, con dos años asegurados. Para Héctor fue toda una escuela, porque la única manera de aprender jazz es así, tocándolo.

¿Cómo camina el jazz en los trastes de tu guitarra?

"Mira, yo lo abordo de una forma vivencial, totalmente. Pienso y estoy convencido de que el jazz es una forma de vida, un estilo de vida. Eso se aprende, como te decía hace un ratito, tocándolo y para poder tocarlo, tienes que escucharlo, estar muy familiarizado con las formas, con los sonidos, con cuestiones que de pronto pueden parecer hasta disonantes. Es un poco o un mucho como un idioma. Al principio aprendes a hablar inglés y te da vergüenza, ¿no? Luego ya hasta hablas inglés de Inglaterra (risas), con el meñique parado. En mi caso, soy producto del trabajo continuo, soy producto de los talleres que hice con Eugenio Toussaint, soy producto de amistades que tengo con Cristóbal López (que es un gran guitarrista mexicano), con Hernán Hetch (baterista mexicano de origen argentino) con Aarón Cruz (uno de los referentes del contrabajo en Latinoamérica) y mucha gente que a lo mejor no tiene un nombre rimbombante aún en la escena, pero como mis compañeros de la Big Band Saltillo, son en verdad muy buenos músicos. Creo que es producto de eso, de compartir la música, de compartir la vida con ellos. Al final, el elemento más destacable del jazz es la improvisación, es el momento que te da una pieza, un espacio, para que seas tú y digas algo, de dar un pequeño discurso y que no vuelve a ser igual, aunque lo quieras hacer igual noche tras noche. Siempre hay variantes y tiene mucho qué ver cómo es la vida. Ahorita estoy improvisando esto que te digo, obviamente tengo una información que te puedo dar, porque la tengo aquí ya guardada, pero no la digo igual cada vez que me la preguntan. Es así como funciona el jazz. En la forma en que uno improvisa, se desnuda el alma y el pensamiento del músico".

Cuéntame sobre tu compañera, sobre tu guitarra, ¿tienes alguna historia con ella?

"Fíjate que ahorita, hay dos amores que tengo (risas). Es la ventaja de esto, que sean guitarras y no se peleen. Una es mi relación más duradera, una Gibson ES-135, azul. Esa la tengo desde 2003, me la trajo un amigo de Las Vegas, la encontró allá. Y la que estoy usando ahorita, que me tiene supercontento, muy enamorado (a la pobre Gibson la tengo guardada desde hace casi dos años), es una Godin Multiac Jazz. Esa tiene una historia bien linda, porque iba a ir a tocar a Toronto y traía una Fender Stratocaster que normalmente usaba en las giras, para la friega. Llegó Gibrán Ramírez y pidió que se la vendiera. Le dije: “Está bien, vengo en 15 días”. Me dijo: “No, la quiero ahorita y ahí voy”. Bueno, llegó, se la llevó, traté de comprar otra guitarra al siguiente día porque me iba dos días más a Canadá y fue complicado. Pregunté y me dijeron: “Acá puedes rentar una”. Entonces, fui a Toronto, fuimos al lugar y tenían varios instrumentos que decían “réntame por un día, por una semana, por un mes” o “llévame contigo por tanta lana”. Y encontré esa lira, que yo veía solamente en internet cuando tenía como 23 años. Nomás la veía, como quien ve una foto de Shakira (risas) y ya, la compré en mil dólares canadienses, justo lo que traía. Es una maravilla de instrumento, estoy gozando bastante esa guitarrita"

¿Cómo describirías su sonido?

"Muy elegante y muy preciso. Es una dama esa guitarra; tiene siempre las palabras precisas, ha leído mucho y tiene una voz angelical, además es bellísima. Sí pensamos como si fuera una chica, ¿no? Y la Gibson es como una morra que te va a hacer pedazos y te deja que andes con alguien más, no importa, mientras la vayas a visitar de pronto".

Acabas de presentarte en Saltillo, en el Festival Internacional de Guitarra de México, ¿qué experiencia tuviste?

"Fue muy interesante, porque es un público distinto, están más habituados a la guitarra clásica. Ya ha habido músicos de jazz y de música contemporánea, muy interesantes propuestas, pero para mí era como un sueño muerto: “No soy clásico, no va a suceder”. Lo había borrado del horizonte, de pronto me invitaron y la verdad fue una experiencia muy interesante, el estar en el festival más importante en el país, que se lleva a cabo en la ciudad donde estás haciendo tu música y vives, y poder compartir con esta gente (que es tu gente), con tu familia, tus amigos y gente que tal vez no te conocía porque están habituados a otro estilo de música, fue en verdad muy bueno y muy bien recibido el proyecto con Experimentrío".

¿Cuál es tu perspectiva sobre el jazz que se produce en Coahuila?

"Creo que es un buen momento, está emergiendo de una forma muy natural, leja al ego ese que te digo de aparentar ser un músico de jazz. Emerge de una forma muy natural y muy de gusto. Simplemente, el hecho de que la Saltillo Big Band esté trabajando seis años después, que trabaja por puro amor a la música, creo que te dice eso, ¿no? Que es un trabajo honesto, por gusto y por amor. Creo que esa va a ser la clave de que llegue muy lejos este embrión de jazz que está sucediendo en Coahuila".

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