Ganado a pulso, la palabra fraude tiene en México un lazo directo a temas electorales. Tal vez no haya ninguna generación vigente que no haya estado expuesta a esa palabra debido a situaciones electorales. Más aún, si nos remontamos a los orígenes de la revolución de 1910 uno de los factores precursores fue el no respeto al sufragio o, en otras palabras, la normalización del fraude.
Sin embargo, el fraude hunde sus ramificaciones en otros muchos aspectos de nuestro entorno y en múltiples actividades, por ejemplo, consultorías, desempeño laboral, actividades profesionales y, lo hemos visto en una de las series más vistas en las plataformas de streaming, hasta en cuestiones de romance. De hecho, la plataforma que quizá sea la más conocida, Netflix, tiene un extenso catálogo identificado con la categoría "fraude", entre las producciones bajo esta segmentación se encuentran "El estafador de Tinder", cuyo protagonista usó una aplicación de citas para engañar y desfalcar a mujeres de distintos países mientras él se daba una vida de excesos y fiestas; también se encuentra "Fyre", anunciada como "la fiesta más exclusiva que nunca sucedió", que trata literalmente de eso, y a pesar de no haberse desarrollado, logró que sus organizadores recaudaran una suma robusta de dinero. Una tercera serie exitosa dentro del concepto fraude es "Inventando a Anna", acerca de una joven que logró hacer creer a la cerrada élite de Nueva York de ser una acaudalada heredera alemana, lo que le permitió granjearse la amistad, el dinero y muchos ratos de ensueño con fortunas ajenas.
Hay una cantidad asombrosa de películas, documentales y series acerca de fraudes y defraudadores y, consecuentemente, muchos rostros de personas y grupos defraudados. Desde muchos ángulos se podría hacer una anatomía del fraude: personalidad del defraudador o de quien es defraudado, la dinámica del engaño, la personalidad susceptible de ser engañada, las consecuencias económicas, etcétera. Una de las constantes en las historias de fraude es que quien lo realiza conoce muy bien dónde se encuentra la tierra fértil para su cometido, así como los resortes y palancas que debe usar para el éxito en el curso que se propone. Conoce, porque lo ha estudiado, lo que le duele y lo que aspira, lo que busca y lo que teme, lo que desea y lo que ya no aguanta la persona o grupo en quien montará su acción fraudulenta. A juzgar por estas historias, podría afirmarse que hay un campo fértil allá afuera para la comisión de fraude. Las que conocemos no son todas las historias fraudulentas, pero sí aquellas que tuvieron su cima exitosa. La capacidad de seducción y persuasión es innegable entre las personas que se han convertido en hitos del fraude, pero también la predisposición en su público objetivo. Conjugar ambas realidades ha hecho posible muchas historias fraudulentas.
Otra constante en estas narraciones es la credulidad de quienes caen bajo el embrujo del seductor. Como espectadores pudiéramos detectar numerosos indicios de que se está fraguando un cuento que no es otra cosa más que un fraude, pero cuando la historia es tiempo real y se da en el público adecuado, la ensoñación puede prolongarse y aún la advertencia de alguien externo se descalifica y no se le escucha. Puede resultar increíble que en la época del internet y del fácil acceso a millones de datos y de información haya personas y grupos con altas calificaciones en preparación e incluso con recursos de todo tipo caigan en embustes como los referidos.
Probablemente todo lo anterior no pasaría de ser una anécdota suficiente para crear contenido de entretenimiento en las pantallas, pero la cantidad de fraudes y su tipología es mucho más grave y riesgosa. Pensemos también en ese otro tipo de fraudes que se dan en el ámbito del interés común, como son los gobiernos. Puede ser que, a diferencia de lo que comúnmente se cree, tal o cual gobernante se haya hecho del puesto en procesos libres y transparentes pero su desempeño no sea otra cosa más que un fraude. Habrá quien será capaz de ver indicios y habrá quien permanecerá en la ensoñación pese a ello. Otra cosa común en las historias fraudulentas es que tienen caducidad.
@EdgarSalinasU