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Estación migrante: un abrazo para expatriados

"Nadie abandona su hogar, a menos que su hogar sea la boca de un tiburón" (Warsan Shire: Home)

El lugar, aparte de ofrecer alimento, ropa y aseo, también protege los derechos humanos de los migrantes y los asesora en cuestiones legales que pudieran presentar. Además se les brinda información oportuna para lo que resta de su viaje.

El lugar, aparte de ofrecer alimento, ropa y aseo, también protege los derechos humanos de los migrantes y los asesora en cuestiones legales que pudieran presentar. Además se les brinda información oportuna para lo que resta de su viaje.

DANIELA CERVANTES

Llegan en La Bestia. Sobre el lomo o en sus entrañas avanzan. El tren que atraviesa México de sur a norte de 375 vagones y cuatro kilómetros de largo, transporta combustibles, materiales, insumos y migrantes.

Por las vías férreas del país no sólo se transportan cosas tangibles, también viajan sueños, anhelos, esperanza. Físicamente vienen en La Bestia, pero, en pensamiento, ya están en otro lado. Avanzan, transitan, circulan. Sin embargo... en determinado momento tienen que pisar tierra.

Los buscadores de un mejor futuro saben que Torreón es un lugar que les ofrece descanso y una oportunidad para retomar fuerza. Sin duda, el municipio coahuilense es importante en su trayecto debido al alcance y ubicación de las vías ferroviarias en el traslado a nivel nacional. Como dato, cabe mencionar que la región norte es una zona receptora de grandes flujos migratorios del interior del país, y de migrantes mexicanos devueltos de Estados Unidos.

En el libro Ruta de paso se reflexiona que en Torreón la circulación del tren no secciona la ciudad, como es el caso de Gómez Palacio que atraviesa buena parte del centro y algunas colonias cercanas. En el municipio coahuilense, se lee, su paso está relegado al sur y atraviesa colonias en zonas de polígonos de pobreza e inseguridad urbana. La Vicente Guerrero, la Eduardo Guerra, la Nueva Laguna, La Merced y Las Julietas, son algunas colonias laguneras en las que el peregrinar de migrantes representa un cotidiano.

Debido a las redes que se entretejen en el ir y venir, los que emigran, ya saben (y se avisan) que en Las Julietas se ubica el Centro de día para Migrantes Jesús Torres, un espacio que desde hace trece años aparte de comida, aseo, vestido y descanso, les ofrece protección y un trato digno.

En el artículo Torreón: migración y ciudad de tránsito, publicado por el Instituto Municipal de Planeación y Competitividad (IMPLAN) se reitera que los puntos de tránsito más importantes para la población migrante son, justamente las casas del migrante, además de los albergues y comedores. Se lee que para marzo de 2020 se tenía el registro de 96 instituciones activas en todo el país. Dos de ellas se ubican en Torreón: la Posada del Peregrino de Cáritas de Torreón en la Colonia Villa California y el ya mencionado Centro de día para Migrantes Jesús Torres en Las Julietas.

ARRIBO AL CENTRO

Faltan 20 minutos para las nueve de la mañana, un viento ligero anuncia la llegada de Semana Santa, recorro Las Julietas, una colonia en la que la precariedad salta a la vista, así como la sobrepoblación de perros. Según el IMPLAN, en la zona viven cerca de tres mil personas divididas en 652 hogares, de los cuáles preponderan las casas edificadas a base de cartón, o con apenas unas planchas de block.

El celular me anuncia que mi lugar de destino está a la derecha. Llego hasta una fachada color salmón en la que resalta el dibujo de un hombre caminando al horizonte y en la que se puede leer en mayúsculas y en tinta negra: CENTRO PARA MIGRANTES JESÚS TORRES. Una hoja pegada en su portón blanco informa que el almuerzo se sirve de 10 a 11 de la mañana y la comida de 1:30 a dos de la tarde.

Estoy ahí porque quedé de verme a las nueve de la mañana con Concepción Martínez Rodríguez, la coordinadora del centro, pero aún falta un cuarto de hora.

Observo detenidamente la zona. De pronto percibo la figura de un hombre de caminar lento. “seguro viene al centro”, pienso en voz baja. Y es que visualmente es fácil identificar a un migrante: mochila al hombro, cobija echa rollo bajo el brazo, recipiente con agua en mano y ropa lacerada. Hace alto bajo la sombra de un árbol que le ofrece una banca de concreto improvisada.

Ambos tenemos que esperar a que el centro abra sus puertas. Él, busca alimento, yo, contar la historia de un lugar que tiene más de una década ofreciendo protección y un trato digno a personas cómo él, que por infinidad de motivos, deciden cruzar fronteras.

El hombre de rasgos gruesos y piel tostada se llama Arturo. Lleva 18 años transitando. Siendo de ningún lado. Dice que tiene 33 años pero aparenta al menos 40. A los 15 salió de su lugar de origen y su travesía aún no cesa. Él sólo quiere un trabajo estable y enraizarse a un lugar, pero no lo ha logrado.

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Se encontraban en condiciones de hacinamiento y de pocos cuidados a su integridad

Su vida es un ir y venir. Se mueve dentro de México porque hace años fue deportado de por vida en Estados Unidos. Brinca de estado en estado. Realiza trabajos temporales de campo. Pero está cansado: “ya ni se qué hacer. No tengo familia, no tengo a dónde ir. No puedo establecerme y se siente feo. Ahorita estoy aquí y mañana no sé. Ya no se qué hacer. Miro y en todos lados es igual”.

No es la primera vez que Arturo acude al centro. Aunque se mueve solo, ahí encuentra empatía. No me dice, pero tal vez, en ese lugar se entera que no es tan distinto de otros hombres y mujeres que se detienen ahí, en el centro. Quizás, intuye que todos, cómo él, están en la caza de una mejor vida. Anda solo, pero no lo está.

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(EL SIGLO DE TORREÓN)

- ¿Qué cargas en tu mochila?

“Algo de ropa, mi acta de nacimiento y una biblia”.

Manifiesta que las cosas que quiere saber del mundo las encuentra en esa Sagrada Escritura. En sus 18 años transitando ha visto y pasado de todo, pero no pierde la fe. Cree que suicidarse sería cobarde. Así que decide al día. Hoy está aquí, en el centro, y mañana… no sabe.

Pronto serán las 10 de la mañana y en la aceras de la calle ya se encuentran otros ocho migrantes esperando la apertura del centro. Hoy, están aquí ¿pero mañana?...

HERMANOS, HERMANAS, BIENVENIDOS Y BIENVENIDAS

La escritora somalí Warsan Shire expresa en su poema Home: “Nadie abandona su hogar, a menos que su hogar sea la boca de un tiburón”. La pobreza, las redes de tráfico ilícito, la trata, los temas de seguridad y violencia generados por maras, pandillas y otras organizaciones del crimen organizado, representan, en metáfora, los afilados colmillos de ese animal marino que los acorrala al éxodo.

Y así, sin pertenencias y con poco equipaje, infinidad de personas en el mundo se autodestierran. El camino, como la vida que dejan atrás, también es sinuoso. Robos, extorsiones, abuso de autoridad, y violencia, son sólo algunos paisajes a los que se exponen. Pero, no todo es malo en su trayecto: al mundo también lo habitan almas humanitarias. Personas que no sólo empatizan con las causas sociales, sino que además accionan.

Jesús Torres, es el nombre del laico que detonó la creación del Centro de día para Migrantes, que hoy es coordinado por Concepción Martínez, una mujer entusiasta que desde hace un año y medio trabaja, voluntariamente, para mejorar las condiciones y servicios de un lugar que recibe con los brazos abiertos a los que van de paso.

Asimismo, el párroco Samuel Lozano de los Santos (Sacerdote Jesuita) es el director del lugar, un hombre que, en voz de Concepción, siempre está atento a las necesidades y promueve actividades entre los fieles que acuden a las misas de la Parroquia de San Judas Tadeo.

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El hecho se puede calificar como histórico en al menos los últimos tres años

Entro un poco antes de las 10 de la mañana al centro, los migrantes ya hacen fila afuera. En la ropería, lugar donde acomodan las prendas de vestir donadas, Concepción me explica que el centro está registrado como una asociación. Pero recuerda que el trabajo de “Chuy” (su fundador), inició a pie, cuando acudía a las vías del tren a llevar comida a los migrantes. Hoy, su legado humanitario continúa y a base de puras voluntades, los migrantes siguen encontrando en esta estación un oasis en medio del desierto.

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(EL SIGLO DE TORREÓN)

El día que asistí al centro llegaron nueve hombres de distintas nacionalidades, pero un día anterior se registraron 40 (también mujeres y niños). Los arribos son impredecibles. Al día, no saben a cuántos esperan, lo cierto es que siempre llegan. Concepción dice que el registro más alto que han tenido en un día es de 70 migrantes.

“En el año de pandemia llegaron casi 700 migrantes, muy pocos. Pero el año pasado fueron 2 mil 54” Al 11 de abril (día que acudí al centro) del presente año se tenía el registro de 160 migrantes, sólo en lo que iba del mes. Pero al cierre de enero a marzo del presente año el dato es de 535 expatriados (505 hombres, 17 mujeres y 13 niños). Siempre arriban más hombres que mujeres. En promedio de 10, sólo dos son del sexo femenino.

De Venezuela, Colombia, Haití, El Salvador, Panamá, Nicaragua, Cuba y hasta de Alemania, son algunas de las nacionalidades de los migrantes que han pasado por el centro. También se tiene el registro de personas de diversos estados de México.

Mientras saca ropa de una bolsa negra que va separando, Concepción puntualiza que a los individuos que llegan por primera vez los registran en la plataforma de REDODEM, la Red de Documentación de las Organizaciones Defensoras de Migrantes que está conformada por 23 albergues, casas, estancias, comedores y organizaciones, distribuidas en 13 estados, las cuales, brindan diversos tipos de acompañamiento a las personas en situación de movilidad en México.

“Es confidencial. Ahí se anota todo: cuándo salió de su país, su estado civil, señas particulares, etcétera”.

Una de las funciones de esa red, expone, es realizar publicaciones anuales con base en los registros de quienes la conforman con el objetivo de exponer algunos datos que ayuden a entender mejor el fenómeno migratorio contemporáneo.

En la zona norte, son cinco las asociaciones que forman parte de esta red: Uno de Siete Migrando A. C de Chihuahua, Chihuaha; la Casa del Migrante Casa Nicolás de Guadalupe, Nuevo León; la Casa de la Caridad Hogar del Migrante de San Luis Potosí y el Centro de Derechos Humanos Juan Gerardi A. C que se liga al Centro de Día para Migrantes Jesús Torres en Torreón.

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Uno de los datos que salta a la vista en el último informe, disponible en la página oficial de REDODEM, es que durante el 2019 fueron un mínimo de 27 mil 403 personas en situación de movilidad las acudieron a los espacios de acompañamiento.

Ya son las 10 de la mañana y las cazuelas con comida están listas para saciar a los viajeros. Con las medidas que aún son solicitadas por las autoridades sanitarias, los migrantes pasan al centro, dejan sus pertenencias en unas rejas improvisadas que fungen como casilleras y toman vaso, plato y cubiertos para que las voluntarias les sirvan el desayuno.

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(EL SIGLO DE TORREÓN)

En fila toman asiento y atentos escuchan algunas instrucciones. Pueden solicitar más comida si así lo desean, deben lavar su plato al terminar y si quieren ducharse tienen que solicitarlo.

Un hermana misionera de la pastoral Diocesana bendice los alimentos, y los nueve expatriados los devoran en silencio.

FUNCIONAMIENTO

¿De qué se mantiene el centro? Todo es por medio de donativos y actividades que realizan los mismos voluntarios para sacar recursos. El terreno en el que se ubica está en comodato, pero el mantenerlo activo y con todos los servicios funcionales es una tarea titánica.

Es un lugar pequeño, pero todo luce en orden y en armonía. El día que asistí, también acudieron siete personas como voluntarias, podrían estar en otro lado, pero están ahí, sirviendo.

Concepción cree que Dios está ahí, amparándolos. Es su fuerza, la que, dice, no los deja desistir. Los voluntarios tienen una vida, familia, otras actividades, pero deciden ocupar su mañana y parte de la tarde, de todos los días, para mejorar las condiciones del paso de los migrantes por la región. Todos ayudan: mientras unos lavan ropa o toallas, otras cocinan, unos más acomodan ropa, o arman kits de viaje que les ofrecen a las personas cuando anuncian que ya se van, que retomarán su camino. Estos contienen productos de aseo personal y algo de comida.

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Martínez Rodríguez dice que, “claro”, aún falta mucho por hacer, pero puede asegurar que migrante que pasa, migrante que se lleva algo que lo ayudará a enfrentar mejor lo que resta de su travesía.

“El propósito de nosotros es ofrecer un trato digno a los migrantes. Ellos traen una vida muy difícil, vienen atravesando cosas increíblemente feas, muchas veces a consecuencia de las mismas autoridades de nuestro país o de otros países”.

Para contener y saber manejar estas circunstancias, Concepción expresa que el centro también cuenta con el apoyo de Eduardo Anaya Sanroman (Sacerdote Jesuita), un acompañante espiritual que acude todos los jueves.

PROTEGER AL MIGRANTE

Aunque todas las autoridades deben respetar y reconocer los derechos humanos de los migrantes, según la Comisión de Derechos Humanos: la situación de vulnerabilidad a las que se enfrentan las personas en contexto de migración que ingresan a México aumentó cuando el gobierno mexicano en los últimos años se dedicó a mantener una política migratoria basada en un enfoque de seguridad nacional, llevando a cabo operativos y redadas para detener a las personas migrantes que no contaban con una condición de estancia en el país, principalmente en los estados del sur, con la participación no sólo de personal del Instituto Nacional de Migración, sino también de fuerzas policíacas y militares, lo que evidentemente trajo consigo mayor violencia en su contra y, en consecuencia transgresión a sus derechos humanos.

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(EL SIGLO DE TORREÓN)

La Unidad de Política Migratoria señala que las autoridades migratorias mexicanas en el 2018 detuvieron a 138 mil 612 personas extranjeras en situación irregular, en el 2019 a 186 mil 750 y hasta octubre de 2020 a 71 mil 282.

En ese contexto, Concepción recuerda que en junio del año pasado tuvieron un percance con elementos de la policía cuando llegaron al centro y afuera sometieron a 15 migrantes y con violencia les quitaron sus pertenencias. Por pandemia, explica, los expatriados todavía recibían sus alimentos en el exterior. “Llegaron y los pusieron a todos contra la pared y los revisaron de fea manera, les quitaron su dinero, les quitaron todo”. Además, cuenta, se llevaron a dos migrantes, mismos que después sí pudieron localizar.

“Cuando ellos hacen redada traen a gente de migración, son los únicos que pueden levantarlos (a los migrantes) y eso genera una correteada tremenda. Y al día siguiente llegan golpeados o lastimados, porque cuando se sienten acechados corren a los cerros, a los terrenos baldíos y se accidentan. Y luego llegan aquí y los curamos”.

En una nota publicada por esta casa editora el 27 de abril, se informó que el Grupo de Reacción Laguna aseguró a 26 migrantes en un hotel de Torreón. Se explicó que la ubicación de los migrantes se realizó en el llamado Hotel Arriaga, espacio en el que se encontraban en condiciones de hacinamiento y de pocos cuidados a su integridad. El Instituto Nacional de Migración, se explicó, se haría cargo de su situación.

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Como ya se mencionó la política migratoria detonó una violencia brutal de elementos de diversas corporaciones de seguridad contra migrantes. También baste recordar el año pasado cuando se dio a conocer la masacre en Tamaulipas, en la que 16 migrantes guatemaltecos fueron asesinados. Doce policías mexicanos estuvieron señalados por tener conexión con sus muertes.

LA CONTRACARA A LA VIOLENCIA

Actualmente las personas en situación de movilidad son vistas desde múltiples perspectivas. La REDODEM explica que, por ejemplo, son vistos como amenazas a la seguridad nacional; como pilares de la economía de sus países gracias a las remesas que envían a sus familiares; como fuentes de ingresos por parte de quienes trafican con ellas, de los diversos grupos del crimen organizado que les secuestran a cambio de considerables cantidades de dinero o utilizan como mano de obra esclavizada; e incluso por parte de empresarios que los emplean informalmente, algunas de las veces en condiciones de explotación laboral

“Ante este panorama, han sido las organizaciones de sociedad civil organizada quienes se han dedicado a brindar atención a las personas en situación de movilidad, teniendo una multiplicidad de enfoques, capacidades y acciones que van desde la atención humanitaria hasta la documentación de las violaciones a sus derechos humanos, acciones, todas ellas, llevadas cabo por los albergues, casas, comedores, estancias y organizaciones que comprenden la REDODEM”.

Aquí es donde entra la filantropía del Centro de día para Migrantes Jesús Torres, que como ya se mencionó no sólo actuá bajo el precepto del trato digno, también brinda protección y un acompañamiento legal para el migrante que así lo requiera.

Dicen que para ofrecer protección, primero se debe contar con ella. Luego de que los militares detonaran un caos en el Centro de Derechos Humanos Juan Gerardi por un “operativo antidroga”, y asesorada por el párroco Samuel Lozano, Concepción se dio a la tarea de solicitar a la federación un mecanismo de protección que se tradujo en la colocación de mallas de seguridad y de dispositivos de cámaras.

“Este mecanismo es de la federación, nosotros somos un lugar registrado ex profeso para migrantes. Tenemos la opción de solicitar este apoyo. Claro que para que te lo pongan primero tienes que solicitarlo y decir por qué, y luego entras a una evaluación. Yo tuve que asistir a reuniones de gobernación donde están todas las organizaciones de aquí de la República”.

Gracias a esas gestiones, el centro ahora está protegido por la Ley Internacional de los Derechos Humanos por el tópico de protección a las personas al libre tránsito. “En teoría en este lugar no pueden acercarse a revisiones, ni a un perímetro a 50 metros a la redonda. Lo que quiere decir que los migrantes aunque estén afuera están seguros, están protegidos”.

Concepción tiene poco tiempo que cayó en cuenta de que ella es una defensora de los derechos humanos, un título que en México, desgraciadamente, la pone en peligro. Por ello trabaja para blindar al centro y a quienes lo conforman. Aparte de las mallas y el mecanismo de cámaras, también logró que se les otorgaran tres botones de emergencia, los cuáles ofrecen protección 24 horas, siete días a la semana.

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Como si me enseñara un collar, Concepción expone el botón: “se supone que este mecanismo te protege a ti. En este caso nosotros tenemos el teléfono directo de la Policía Estatal. Una licenciada nos contesta las 24 horas […] nuestros botones siempre están monitoreados. Y sí, ante una emergencia acuden rápido y te brindan el servicio de protección”.

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Sabe que el peligro es constante, pero “Conchis”, como la llaman los voluntarios, no tiene miedo. Su deseo de servir al prójimo es más poderoso que cualquier adversidad que se le presente.

LEGALIDAD Y ESPERANZA

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) es otro de los organismos que respaldan a esta estación migrante. Por medio de un proyecto que realizó de la mano con la Casa del Migrante en Saltillo, ACNUR canalizó a un abogado y a un paralegal a Torreón, esto con la intención de brindar acompañamiento legal a los expatriados que lo requirieran.

Carolina Hernández, es la paralegal que actualmente apoya en el Centro de día para Migrantes Jesús Torres. Explica que por medio de una breve charla les hacen saber a los expatriados sobre el apoyo que podrían brindarles, que va desde hacer trámites en el consulado, obtener actas o constancias, o asesorarlos con alguna cuestión de un banco, entre otras situaciones.

En su experiencia, Hernández informa que lo que más solicitan los migrantes es el apoyo de refugio. El retorno a su país ya no les resulta una opción.

Y es que un día, el lugar donde nacieron, su hogar, se convirtió en la boca de un tiburón, y ellos (ellas), los expatriados, se convencieron de antes que en su país, siempre, siempre, estarían mejor en otro lado.

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