
(CORTESÍA)
Tras el éxito de El vendedor de silencio (Alfaguara, 2019), novela que le valió la obtención del Premio Xavier Villaurrutia 2019, Enrique Serna ha retornado a su oficio de cuentista y mostrado su inconfundible narrativa en los siete relatos que componen a Lealtad al fantasma (Alfaguara, 2022), su más reciente publicación.
El común denominador que aparece en estas historias entintadas de comedia y tragedia, radica en “la irrupción de una voluntad avasalladora”. Los personajes se involucran con la pérdida, dejan algo tras de sí, un rastro que el lector sigue con su mirada conforme devora cada línea que tatúa a las páginas.
“Yo me inicié escribiendo cuentos, entonces siempre he ido y venido entre el cuento y la novela. El vendedor de silencio fue una novela sobre una figura pública, donde me interesaba mostrar la correspondencia que había entre la intimidad del personaje, la prepotencia que tenía en sus relaciones amorosas con mujeres y la prepotencia con la que ejercía el periodismo. En este caso, Lealtad al fantasma es un libro de cuentos intimistas, cuyo común denominador es explorar los conflictos de personas que, por distintas razones, ceden el timón de sus vidas o descubren que alguien se los arrebató y al mismo tiempo quise mostrar la conducta y los móviles de los invasores de almas, que son la otra cara de la moneda”, indicó el autor en un enlace telefónico desde Ciudad de México.
En las narraciones habita la crueldad, el humor negro, la tónica que caracteriza a las obras del autor. Serna emplea estas herramientas para brindar ambigüedad a los cuentos y que estos puedan tener significados distintos para cada lector que se adentre en ellos. La finalidad es hurgar en niveles más profundos, donde la naturaleza humana concentra lo más esencial de su existencia.
“El distanciamiento irónico permite a un escritor escarbar más a fondo en la naturaleza humana, me da la impresión, porque muestra las dos facetas que tenemos los seres humanos: la de nuestros sentimientos (que nosotros nos tomamos muy en serio), pero también la de nuestra ridiculez, de la que nadie se escapa. Así, me parece que se logra un retrato más completo de los personajes”.
El hecho de que los personajes cedan el timón de sus vidas, también implica un hecho de carácter lúdico. El autor comenta que, en algunos de los cuentos, se desprenden del timón porque aspiran a vivir la plenitud de la pasión. En otros relatos, Serna redacta una analogía entre la pasión amorosa, la cual provoca que un ser humano pierda el control de sus actos, y las circunstancias que los rodean al enfrentarse a un poder sobrehumano que toma las riendas de sus destinos, a tal grado que los mismos personajes dudan de su propia existencia.
A pesar de tener una evidente responsabilidad emocional con sus personajes, no es un compromiso tan formal como para estar sometido a alguna especie de cláusula. “Yo pienso que un escritor tiene que tratar de meterse en el alma de sus personajes de ficción, porque así es como puede sentir mejor sus reacciones y puede caracterizarlos por medio del habla, de lo contrario es muy difícil que se pueda lograr una ilusión de vida en la narrativa”.
Los fantasmas (culpas) son otro elemento que circundan en la vida de los personajes. Cada uno de ellos, incluyendo a las mujeres, poseen también algún rasgo nato del autor. Enrique Serna se inventa un Yo potencial, con ciertos atributos de su carácter, pero su estrategia consiste en colocarlos en situaciones contrarias a las que ha vivido, esto para que el personaje comience a tener vida propia; toda ficción tiene su génesis en la observación minuciosa que el propio autor realiza en su carácter.
Además, en dos de los cuentos, Serna recurre al empleo de voces femeninas, en lo que él ha denominado como una especie de travestismo literario. “Creo que es una experiencia muy liberadora para cualquiera, de pronto ponerte en la piel de una mujer, tratar de imaginar cómo se ve el mundo desde esa perspectiva y creo que eso también puede ayudar a que nos comprendamos mejor entre hombres y mujeres”.
La escritura de Serna construye frases desde la veta del mal, pero su sentido irónico contribuye a que la crueldad tenga otro acento. La publicación de Lealtad al fantasma, deja en el autor la satisfacción tras el cumplimiento de un propósito y total apertura ante la retroalimentación del público y críticos. “Yo nunca estoy muy seguro de lo que hago cuando publico un libro”.