Cuando las cosas no son funcionales, los inteligentes cuentan con un plan B; otra manera de lograr lo que a primeras intenciones no pueden hacer.
Nuestro presidente cuenta con uno para poder mangonear la democracia y que su partido obtenga el poder absoluto en las próximas elecciones. Hasta hoy se ha querido hacer ver como un buen pastor que le preocupa mucho sus ovejas. Si unos ciudadanos hacen una marcha para defender una institución, su manera de responder es haciendo una megamarcha tratando de callar la boca a los que no están de acuerdo con él: o sea, en su democracia no hay diálogo posible o se hace lo que él dice o se hace, a como dé lugar y cueste lo que cueste.
Ortega, de Nicaragua, ha demostrado ser contundente en ese sentido. Cuando tienes el poder absoluto lo puedes hacer. Jugar a las elecciones, mandando a prisión a todo aquel que se oponga. A eso vino a caer lo que llaman comunismo.
Como la cantidad es lo que cuenta, López obrador va por ese camino de tener todo el poder para que los suyos hagan y deshagan en este país. ¿Para bien? Repartir dinero a diestra y siniestra parece ser que a muchos convencen es la forma de obtener la justicia social. Todos los valentones que se mostraron ante las cámaras piensan que es sostenible este estado de cosas. Repartir tanto dinero, improductivamente.
Lo más importante para salvar una economía es crear industria, fuentes de trabajo. Quienes lo hacen son los inversionistas y claro quienes hacen producir esas fuentes de trabajo son los trabajadores. Son dos partes que debieran tener el mismo objetivo y desgraciadamente no lo tienen por culpa de unos y otros.
La lucha de clases es la peor estupidez en la que se han metido los hombres. Primero, los capitalistas esclavizaron a los trabajadores pagándoles lo mínimo y haciéndoles trabajar largas jornadas. Después, se pensó que los capitalistas podían hacerse desaparecer, el gobierno apoderarse de su capital, para crear la industria donde el obrero iba a ser feliz porque recibiría un sueldo justo, o por lo menos, según sus necesidades; ya que también habría de trabajar según sus capacidades, cosa que no sucedió. O ¿dónde ha sucedido?
El estado está compuesto por hombres, como usted y como yo. El ser bueno o malo no depende de la clase social, sino de los valores éticos y morales de las personas. Ni por pertenecer a una clase, le eres fiel a ella. Eso es fácil demostrar con las biografías de muchos de nuestros líderes sindicales, y políticos que hicieron daño a la nación, y a las organizaciones que decían representar.
Mantener este enfrentamiento es crear la discordia e imposibilitar la unión. Fomentar la lucha de clase es destruirnos como nación.
El Congreso existe para resolver las diferencias. Se hacen leyes para que regulen las relaciones humanas, para no permitir que el patrón explote al trabajador; pero también para que el trabajador se obligue a cumplir con sus obligaciones. El capital se invierte para obtener ganancias y se trabaja para lo mismo. ¿Cuánto de cada lado? Para eso está la ley. Cuando el poder legislativo no cumple éticamente con sus obligaciones, es cuando se produce la injusticia.
Lo que es cierto es que no cualquiera tiene la capacidad para sacar adelante un negocio, grande y pequeño. Yo soy uno de ellos. Cuando lo supe, acepté mi rol de empleado y me convertí en la persona más feliz del mundo hasta hoy que tengo una jubilación que me permite seguir manteniendo el mismo nivel de vida que antes, como a todos los jubilados.
En ese sentido es como se debería de legislar. Estoy seguro que hay trabajos que no dan para la sobrevivencia. Establecer un salario mínimo es decidir que cuando las capacidades de un hombre no son suficientes para producirlo lo necesario para tener un buen nivel de vida, ¿cuánto es lo mínimo que debería de ganar? ¿Quieres más que eso? Tienes que tener más capacidades o trabajar dobles turnos.
No todos somos iguales, desgraciadamente. La justicia no es hacernos a todos iguales, sino que haya las leyes suficientes para dar seguridad al trabajo y al capital de poder subsistir en concordancia, como las dos partes fundamentales de la nación.
Lo que este país necesita es que alguien invierta para crear empleos pagados dignamente; no, pordioseros que hagan cola para recibir una caridad.