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Joyce, James Joyce

JOSÉ LUIS HERRERA ARCE.-

El gran hito de la literatura mundial, sin lugar a dudas, es James Joyce. Irlandés de nacimiento. Emigró a Europa donde sobrevivió dando clases de inglés. Sacudió el polvo de sus pies, al dejar Dublín, para nunca más volver. Se vuelve crítico de la educación que recibió, en los colegios jesuitas, a la vez, de su país y de la figura paterna. Su principal enfrentamiento fue que su familia no vio, con buenos ojos, su matrimonio. Prefirió emigrar. Tuvo dos hijos, uno de ellos enfermizo, lo que le produjo muchos problemas, ya que su economía nunca fue buena.

A este autor hay que leerlo en orden; sus obras van subiendo de complicación. La primera es Dublineses, una serie de cuentos que hablan sobre su ciudad natal. Después, vienen dos que se funden en una: Stephen el Héroe, y el retrato del artista adolescente. Es la misma novela pero con dos tratamientos diferentes. En el Héroe, el personaje del hermano es importante. En la segunda novela, va a desaparecer. En ella se refleja el sistema de educación de los jesuitas, y las etapas de madurez por las que pasa un adolescente normal, que lleva este tipo de educación religiosa. Dádalus, para este servidor, es el alter ego del mismo autor, en su etapa formativa. Aunque va a despotricar del tipo de educación que recibe, se queda con toda la estructura de pensamiento que de ellos recibe, aunque lo hacen llegar a diferentes conclusiones.

En el nivel teórico, es en esta novela donde plantea su estética; y el concepto de epifanía que es el de revelación; que se desprende de la fiesta epifánica religiosa, la de los reyes magos, donde Dios revela su divinidad.

Después viene una obra de teatro que se llama Exiliados. Aquí no actúan sus personajes más conocidos, es remplazado por otro y el conflicto que se presenta es con el padre. Habría que unificar la representación: Padre, Familia, Estado, como la unidad conflictiva dentro del autor.

Después viene Ulises, que es la del que todo mundo habla, pocos han leído, y menos entendido. Dádalus es la conexión de esta novela con las anteriores; aunque el personaje guía es Leopoldo Bloom que es un publicista que trabaja en la misma agencia de publicidad en la que labora el papá de Stephen. El chico va a visitar a su padre, pero como este está ocupado, recibe una invitación de Bloom a salir en la búsqueda de una imagen que necesitaba para hacer un trabajo. Si no lo recuerdo mal, eran unas tijeras. Esa salida se vuelve toda una odisea, ya que se visitan diferentes partes donde hay una diversidad de experiencias para un joven guiado por el experto hombre maduro. Eso sirve al autor para experimentar con varios estilos literarios, llevados a todos los excesos. Se meten a varios cafés, hasta llegar a un burdel; donde la escritura se vuelve teatral, hasta continuar con la narración hasta que llegan a la casa de Bloom donde invita a Stephen a quedarse a dormir, debajo de la escalera, el sube a su cuarto, ebrio, para encontrarse con su esposa, Mary, quien se apodera del último capítulo con su diálogo interno que dura 49 páginas, donde plantea toda su vida con el marido y no se utiliza ningún signo de puntuación. Sólo se respetan los párrafos. Es un chorro de digresiones del personaje. Pensamiento desbocado.

El último de sus libros es uno que no tiene traducción, por lo menos, no lo he encontrado. Se llama Finnegans Wake. El personaje principal es el propio lenguaje. Joyce lo reinventa.

James escribió poesía, sobre todo al principio de su carrera literaria, pero no prosperó en este género y confieso que no la he leído. No puedo dar un comentario sobre ella.

Para entender al autor hay que buscar su biografía. Por lo menos puedo recomendar dos textos:

James Joyce de Richard Ellman. Editorial Anagrama.

El Segundo es: Los años de esplendor. James Joyce en Trieste, 1904-1920. Autor: John McCourt. Editorial turnes, fondo de cultura económica.

En días pasados se festejó, como todos los años, el BloomsDay, en Irlanda, País que repudió.

Para mí, el personaje emblemático es Stephen; aunque Bloom le va a la par.

Recomiendo no abordar el Ulises mientras que no se hayan leído las otras novelas. Solamente te vas a perder en un mar de estilos y palabras.

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