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El magro crecimiento de México

CARLOS M. URZÚA

La economía mexicana sigue navegando a la deriva y no se ve para cuando podría llegar, por fin, a tierra firme. De acuerdo con las últimas cifras del Inegi, la economía mexicana creció en términos anuales, de abril de 2021 a marzo de 2022, apenas un 1.6%.

Ese modesto porcentaje es, por cierto, similar al promedio de los pronósticos no oficiales más recientes sobre el crecimiento que se tendrá durante todo este año. Se ven ya totalmente inalcanzables los estimados gubernamentales para el 2022 que fueron anunciados con anterioridad, tanto por el presidente López Obrador, un 5% afirmó en una mañanera, como por la propia Secretaría de Hacienda y Crédito Público, la cual primero estimó un 4.1% de crecimiento para posteriormente reducirlo a un 3.4%.

Un crecimiento anual del orden del 1.6% acarreará, sin lugar a dudas, consecuencias de peso sobre el bienestar de la población. Como un primer efecto pernicioso, el ingreso per cápita de los mexicanos será significativamente menor al que se tenía en 2018, a principios de este sexenio. Esto es, el bienestar económico de la población seguirá estando debajo del alcanzado antes del periodo cuatroteísta. La segunda consecuencia será que la deuda del sector público, tanto la del gobierno federal como la de los gobiernos estatales, comenzará, ahora sí, a crecer de manera inexorable.

La tercera consecuencia de importancia, por mucho la más preocupante, es que la pobreza en México seguirá incrementándose. Un mayor porcentaje de la población no podrá llevar a su hogar la canasta básica de alimentos, un mayor número de familias no podrá acceder a los servicios básicos de salud, y el objetivo de una educación pública digna se verá cada vez más lejano.

Se dice que un hogar sufre pobreza laboral si el ingreso que logran reunir quienes trabajan en una familia es menor que el costo de la llamada canasta alimentaria básica. Ésta es una canasta que incluye tan solo productos de primera necesidad como maíz, frijol, arroz, azúcar, leche, harina, aceite, jabón y papel higiénico. De acuerdo con el Coneval, el organismo a cargo de las estadísticas oficiales sobre la pobreza, el porcentaje de la población que sufre pobreza laboral es actualmente mayor al 40 por ciento.

Pero la falta de dinero de muchos mexicanos para poder comprar alimentos básicos es una arista, nada más, del problema de la pobreza y la indigencia en México. De acuerdo con los datos más recientes, no tienen acceso a los servicios básicos de salud alrededor de 36 millones de mexicanos, un incremento de trece millones respecto a lo que ocurría a principios del sexenio. Por otro lado, 66 millones de personas no cuentan con seguridad social y 25 millones sufren rezagos educativos de manera notoria.

Ningún país del mundo ha logrado abatir la pobreza sin antes alcanzar un crecimiento económico robusto y sostenible. Y si algo enseña la historia es que una condición necesaria para ello consiste en incrementar la inversión nacional, privada o pública. En nuestro país la inversión pública es muy reducida porque el escaso dinero que tiene el gobierno lo dedica a alimentar a sus elefantes blancos. La inversión privada es, pues, la única ruta que está a nuestro alcance para llegar a buen puerto. No está de más recordarlo.

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