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El arte a través de la historia y memoria

El ejercicio artístico supone, en muchas ocasiones, una síntesis entre lo histórico y lo memorial

Las obras de la colombiana Doris Salcedo tienen un discurso fluctuante entre memoria e historia (EFE)

Las obras de la colombiana Doris Salcedo tienen un discurso fluctuante entre memoria e historia (EFE)

SAÚL RODRÍGUEZ.-

Dentro de la mitología romana, Jano era el dios del pasado y del futuro, el encargado de abrir y cerrar las puertas dimensionales del tiempo. Se cita a esta deidad para recalcar la preocupación que, desde tiempos antiguos, el ser humano ha experimentado por los sucesos temporales, añorando el pasado y colocando su esperanza en el futuro. Esto hace al presente una etapa de transición, donde en pocas ocasiones se está consciente de la vida. 

La memoria suele verse continuamente amenazada por la manipulación política, que siempre busca legitimidad por medio de la historia. Se podría decir que la política intenta hacer del pasado una herramienta de control, donde el modus operandi es la institucionalización. 

En contraste a la política, el territorio del arte sirve para recordar de otro modo y describir el pasado de una manera diferente a la establecido. En la visión artística, hacer memoria funciona como sinónimo de abstraer el olvido.

Otra diferencia es que el arte no toma a la memoria para legitimarse. Por el contrario, la política utiliza la historia para construir monumentos y hacer conmemoraciones que señalan una fecha histórica. Pero en la conmemoración oficial no hay cupo para los afectos, se trata de una mera herramienta identitaria con el cual los gobiernos apelan a la creación del ciudadano. 

La memoria siempre es subjetiva. Aquí el individuo tiene un lazo íntimo con el pasado; coexisten emociones, afecta. En sus dominios están el trauma, el olvido, las perdidas y la nostalgia. Mediante ella, las formas del pasado afectan al presente y son transmitidas por contacto. 

"El pasado es una puerta por la que, como seres humanos natos, sabemos cómo entrar. El problema es cómo salir". Dice un astrólogo de un observatorio en el desierto de Atacama, durante el documental Nostalgia de la luz (2010), dirigido por Patricio Guzmán. El filme parece desbordar razón en sus fotogramas. Es muy fácil adentrarse al pasado, pero salir de él o utilizar este adentro de manera útil en el presente es muy difícil. Otra cita es la de Mieke Bal: "Los actos de memoria son actualizaciones del pasado, a través de performances de actos significativos".

Reflexiones de un ensayo

"Todo se transforma en memoria", escribe el historiador italiano Enzo Traverso en su ensayo Historia y memoria. Notas sobre un debate. La lista de ese "todo" puede ir desde el extremo de los estudios profesionales, hasta las notas televisivas. Archivos privados o fotografías, pueden institucionalizarse y quedar expuestos en los llamados "lugares de la memoria", como lo son los museos, e incluso transformados en espectáculos o convertidos en elementos protagonistas de rituales. 

El ensayo se cuestiona por la existencia de una obsesión sociopolítica de la memoria. También indica que es el presente quien determina modalidales, tales como la selección de acontecimientos que recuerdo debe resguardar, además de sus lecturas y lecciones brotadas de interpretaciones, hasta tornarse en una cuestión política.

Es esta apropiación de la memoria en los espacios públicos causa diversas interrogantes en el autor. En busca de respuestas, cita al historiador francés Pierre Nora, para quien la historia y la memoria son dos esferas distintas que se entrecruzan con constancia. Si bien, la historia nace de la memoria, esto no impide que la memoria también emerja de un "objeto" de la historia. Una clase estos objetos son precisamente los monumentos impuestos tanto por el poder político como por la iniciativa civil, pero incluso también lo son las obras de arte. 

Enzo Traverso continúa sus reflexiones e indica que las líneas entre historia y memoria no están bien definidas, son borrosas e inexactas. Otros autores consideran a estos dos entes como indisolubles, incapaces de ser separados y de coexistir el uno sin el otro. Es allí cuando el arte puede aparecer como una especie de síntesis entre estos dos elementos. En este rubro, el artista se convierte en una especie de historiador. 

Hay que hablar del artista como historiador porque, al final de cuentas, al trabajar con la memoria está jugando un papel sumamente importante para rescatar elementos del olvido. Contar historias que no están incluidas en la historia oficial de la política, trabajar en aquellos que no tuvieron voz, revela que la historia política no está hecha en la casualidad, sino en la causalidad.

La obra de Doris Salcedo

Un ejemplo del artista historiador es el trabajo de la artista colombiana Doris Salcedo, quien desde sus inicios ha abogado por un arte que traduzca a la contemporaneidad los sucesos acaecidos durante las décadas de los años sesenta y setenta en Colombia.

Doris Saucedo estudió Bellas Artes en la Universidad Jorge Tadeo Lozano y cursó una maestría en Bellas Artes en la Universidad de Nueva York, esto en el año 1984. Cuando regresó a Colombia, se encargó de dirigir la Escuela de Artes Plásticas del Instituto de Bellas Artes de Cali y dio instrucción académica en la Universidad Nacional de Colombia. 

Salcedo tuvo como principal influencia a Joseph Beuys, de quien adoptó su visión del trastorno histórico. Las primeras piezas de Salcedo, realizadas durante la segunda mitad de los ochenta, reflejan un interés por absorber una variedad de evidencias de dolor y sufrimiento sobre un grupo de objetos y materias. En su trabajo también se pueden observar influencias del psicoanálisis, del marxismo, y de la filosofía.

La obra de Salcedo parte de una herida temporal. Mucho tiene que ver la época de violencia que vivió Colombia en los años ochenta a causa del narcotráfico. Y cuyos tintes sangrientos, la política colombiana ha buscado sepultar en la historia oficial.

La obra titulada La Casa Viuda (1994) es un ejemplo de cómo el artista se convierte en historiador de la memoria. En esta serie, la artista se manifiesta contra los crímenes de guerra, las violencias sociales o las injusticias colectivas. Salcedo suele realizar viajes al interior de Colombia para entender la situación angustiosa de familias que han perdido a alguno de sus miembros, ya sea por la guerra civil o por los conflictos armados derivados del narcotráfico y las guerrillas. 

La artista reflexiona sobre la ausencia de libertad en un pueblo colombiano amordazado por el miedo. Así que emplea objetos, tales como muebles, que les recuerda a esas víctimas. Salcedo sabe trabajar con los afectos. En primer lugar, porque esta instalación representa un lazo con el pasado. No se trata de crear una conmemoración oficial, el público puede contemplarla y crear lazos afectivos con el tiempo.

En este experimentar los aspectos, si el espectador es de la época en que se usaron los muebles puede añorar esos tiempos donde su casa estaba decorada con ellos, a su niñez. Si es más joven, los muebles pueden recordarles a sus abuelos o el tiempo que pasaban con ellos cuando eran niños.

La intervención que Salcedo hace en los muebles remite a cómo un espacio tan cotidiano y sagrado como lo es el hogar, puede ser violentado. 

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