En mi anterior colaboración de "El contexto de la sostenibilidad" para el programa Contextos, de GREM Radio, platiqué con Manuel Serrato y Arturo González acerca de la educación en la sostenibilidad. Les conté la siguiente anécdota: mi profesor de historia de la filosofía aseguraba que la diferencia que había entre filósofos se resumía en el uso que cada uno daba a las preposiciones y la ubicación de ellas en su pensamiento filosófico. Desde luego este resumen temerario del profesor nos provocó risa inicial pero conforme fuimos avanzando en el curso era notorio que no carecía del todo de razón.
Seguramente un bajo dominio del propio idioma dificulta entrever el alcance que tiene una preposición, así que ejemplifiquemos con algún caso. Antes de hacerlo conviene recordar que las preposiciones son como puentes entre palabras que facilitan otorgarle el sentido a una oración. De manera que, si la diferencia entre diversos pensamientos filosóficos obedece a esas palabras puente, estas deben ser mucho más valoradas de lo que han sido hasta ahora. Vayamos entonces al ejemplo y utilicemos la definición que Heidegger dio de ser humano: "ser para la muerte". Con esta traducción y esa preposición (para) se ha discutido por décadas la propuesta del pensador alemán. Sin embargo, las relecturas más actuales plantean que la traducción correcta sería esta otra: "ser ante la muerte". Dos palabras puente en la misma frase: "para" y "ante". Ese par de palabras cambian el sentido de la frase de manera radical y, por tanto, también el sentido de los miles de discusiones a las que ha dado origen en aulas y espacios de debate filosófico. ¿Qué sentido quiso dar el filósofo? ¿para? ¿antes? Las conclusiones de una y otra son diferentes.
Pero de regreso a lo platicado con Manu y Arturo, el caso es que la anécdota sirvió para enmarcar nuestra conversación en torno a la sostenibilidad y la educación. Al considerar a la educación como una preparación "para" algo el sentido que le estamos otorgando es de futuro. Como si solo en el futuro pudiera realizarse eso que me enseñaron años atrás. La pedagogía que se desprende de esta perspectiva no pone el acento en la experiencia, el experimento, el enfrentarse en la práctica a eso que se pretende enseñar. Por eso me parece que en el caso de la sostenibilidad hay que educar "en" ella y no "para" ella, porque cuando ese "para" llegue, seguramente las afectaciones ambientales, sociales, económicas ya habrán sido mayores y más graves. Sostengo, por lo tanto, que en el caso de la sostenibilidad hay que educar "en" ella.
Lo anterior coloca en el centro del proceso a la experiencia y no necesariamente a un discurso que quizá en el futuro se pueda aplicar, pues no hay seguridad de ello. De manera que educar en la sostenibilidad implica aprender desde el hacer, que es eso a lo después denominamos experiencia. Yo me cuento entre quienes no necesariamente fuimos educados de pequeños ni "en" ni "para" la sostenibilidad, al menos no en el sentido que actualmente damos al término. Tal vez eso explique la escasa familiaridad con ese término entre varias generaciones que hoy podrían considerarse jóvenes o apenas en su primera etapa adulta. Un estudio realizado en México en 2019 encontró que, incluso incluyendo a expertos o profesionales del tema, además de población abierta, la familiaridad con temas como sostenibilidad o desarrollo sostenible era baja.
Este último dato aunado al hecho de que a nivel internacional son menores de edad quienes están empujando el tema asigna a la educación en la sostenibilidad una tarea fundamental en la formación cívica de las personas pues mayoritariamente son quienes habrán de habitar este planeta. Sé que últimamente la educación pública en nuestro país no ha recibido las mejores noticias, pero la escuela, en sus diversos grados, es el espacio privilegiado de formación y la educación en sostenibilidad tendría que ser un elemento central del aprendizaje cívico.
@EdgarSalinasU